El virus Menem 2K
El justicialismo se ha
tomado revancha de la Alianza. En cierto modo, al plantarle un virus mortal en
el sistema, ya la ha derrotado. El descalabro provincial, mayoritariamente
peronista, sumado a la extorsión presupuestaria, totalmente peronista, hace que
el aumento de impuestos sea un Frankenstein que si genera algún ingreso
adicional por vía de la presión fiscal, lo perderá por la reducción de consumo.
La demanda que realmente potencia el
crecimiento está ubicada, en una curva de Gauss, a la derecha de la media del
ingreso neto. Si esa media se desplaza hacia la izquierda, es decir disminuye,
la demanda útil cae bruscamente, y crece la demanda de bienes de poco valor
agregado.
El resultado es una
espiral viciosa en la que termina considerándose clase media alta a cualquiera
que tenga más de un par de zapatos. Es cierto que el nuevo paquete es el único
posible. El problema es que es irracional. Tan irracional, que en nombre de la
salud colectiva se le suben impuestos internos (sin tax, o impuesto al pecado) a las gaseosas, pero no al vino,
clara muestra de la extorsión provincial.
Esta idea de gravar a la clase media rica (?)
hizo pensar en una vuelta nostálgica al socialismo, que se dará por decisión o
por consecuencia, no importa. No será raro en un país que firma actas de reconciliación
con los villeros, tolera a las patotas de limpiavidrios y paralíticos truchos
de las esquinas y da recitales para los pobres del conurbano en las zonas
residenciales de la Capital.
La desesperación ha
creado otra aberración, que es la sobretasa retroactiva en el Impuesto a las
Ganancias, que supone que la clase media rica ahorró justo para ese 20%
adicional, y que
el Estado tiene derecho a tener un Presupuesto ordenado, mientras que los
ciudadanos no. Del lado de los monotributistas –que no son clase
media rica, al menos este mes- la angustia mueve a otro aumento injusto,
irracional y teórico que rompe el concepto central de ese método, y que
marginará a esos contribuyentes.
Lo grave es que el
Gobierno está aceptando en silencio y resignadamente esta bomba de tiempo. No habla sobre
las heredadas renegociaciones de contratos con las privatizadas, a las que ni siquiera
se les puede cobrar, a cambio de ese silencio, el mismo Impuesto a las
Ganancias que a la gente, lo que sería legítimo.
Tampoco reacciona frente al
festival póstumo de regalos de Menem a sus amigos, que cuesta fortunas y arbitrariedad.
(¿No se podría anular el Decreto 1520, que regala a cuatro o cinco medios periodísticos
de amigos los monumentales impuestos que supieron evadir? Eso no sería una
buena publicidad para demostrar que se perseguirá a los evasores? En vez de
eso, se prefieren medievales reformas al Código Tributario, obligar al pago con
cheque (se compensarán los gastos bancarios y los "voladores"?).
Además de la muda
Alianza, el silencio de los "liberales" frente al final a gran orquesta menemista y este comienzo
socializante y lánguido es patético. Sólo atinan a profetizar que la baja de
tasas salvará la economía. Sí, varón. También a defender la supuesta seguridad
jurídica impositiva (de sus empresas, no de la gente), la convertibilidad (de
sus dividendos) y los intereses (sus intereses).
Este criterio tributario
reganiano-lafferiano no es fruto del intelecto, sino de las circunstancias, las
presiones, los compromisos, el miedo y la impotencia. Como remate aparece el regalo
de Corrientes, que obligó a De la Rúa a una medida inevitable, que pone sobre
los hombros de la Nación el financiamiento del agujero negro que supieron crear
los patriotas que se afanaron por el
bienestar de la novia azul del Paraná. (Y el único preso lo está en un cómodo
sanatorio!) Fuera de eso, todo bien, master.
Esclavo de la obligación de hacer buena
letra por su baldón inflacionario, el Gobierno cae en la trampa de seguir el
libreto marchito que le escribió su antecesor, esperando la palmada de
reconocimiento. Se equivoca, como Alfonsín, aunque ahora del lado de la
destrucción del consumo, en vez del de la emisión de deuda en pesos. Y el
silencio mayor es sobre el peor de los virus: una convertibilidad insostenible con el
presente nivel de gasto consolidado.
Demasiados silencios. Demasiada tolerancia. Y lo peor es que no se ha advertido que la gente no encuentra ya razón moral para pagar tributos, mucho menos la clase media, la única que se pone. La seguridad, la educación, los servicios, los caminos, los pasaportes, las cédulas, hasta la revisión de valijas en la Aduana y la policía aeronáutica que protege taxis truchos es abonada directamente por el usuario o está privatizada.
Cómo vuelven los impuestos?
Sólo el miedo a la prisión, el costo del juicio - ahora prepotente-la falta de
amigos en el poder, o el ser un millonario que gana $ 5.000 por mes con
descuento por planilla puede empujar a la gente a pagar.
El festival de cierre del menemismo, con el
silencio y la tolerancia aliancista, fue el tajo final en el Contrato Social.
Preparen las cárceles. Se llenarán de evasores. (De ladrones públicos, no.) El
optimismo, ese embaucador, hace que los opinadores prediquen la mágica reactivación
vía el endeudamiento adicional. No hay sanción ni remedio contra el optimismo.
Tampoco
contra el silencio.
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