OPINIÓN | Edición del día Martes 27 de Septiembre de 2016
Por Dardo Gasparré - Especial para El Observador
Otra vuelta de tuerca
Con su persistencia asnal y destructiva, el Frente Amplio vuelve a la carga en su búsqueda de nuevos impuestos con los que saquear al sector productivo y trabajador. Alentado por un supuesto repunte de la economía que ni siquiera hay derecho a suponer, ahora redescubre la idea de gravar los grandes patrimonios.
Como esta columna viene sosteniendo, esta gabela es una de las preferidas por el neomarxismo del mundo, que ha vuelto a la carga disfrazado de populismo, de progresismo y de gastomanía, casi siempre con el mascarón de proa de la declamación de democracia.
Está acompañado en esa línea por el socialismo populista europeo, que luego de inundar de gasto a la Unión, ahora la inunda de emisión creyendo que eso no tendrá consecuencia alguna. Por supuesto que llegando a tasas de empleo escuálidas o negativas y con la perspectiva de elevar la edad jubilatoria a 75 años, con lo cual los jóvenes jamás tendrán trabajo. Y eso que Europa se escuda en supuestos socialismos modernos, otro oxímoron ridículo.
En el caso particular de Uruguay, esgrime además la poliarquía, ese invento de la izquierda para tratar de explicar un contrasentido inmanente: que la democracia es incompatible con el marxismo en cualquiera de sus formatos o disfraces. Simplemente tarde o temprano el marxismo necesita de la prepotencia para que su falacia económica se pueda aplicar.
La exacción impositiva ha sido la cimitarra del Frente, con gravámenes que creó y que siguió aumentando aún durante la gestión actual del presidente Vázquez, que prometió no hacerlo. Mediante la eliminación de exoneraciones, o con sobretasas en casos especiales, con inclusión de nuevas categorías en el impuesto al patrimonio y el IRPF y con las tarifas y precios de las “empresas” del estado o ahora con el aumento de alícuota en los casos de sociedades off shore, que duplica la tasa sin ninguna razón ni derecho, ya que se grava al doble por el mismo concepto a alguien que está declarando una renta legítima, nada más que porque su sociedad está constituida en determinados países. Solo un desprevenido o un estúpido no se da cuenta de que se está dando un paso previo para duplicar el gravamen general a las rentas en el exterior, (Renta mundial) otra barbaridad que una economía pequeña no puede permitirse.
Paralizado el crecimiento y la generación de empleo por el proteccionismo y por la rigidez laboral, y tras hurgar todos los días minuciosamente para hallar de dónde chupar más sangre, se intenta recurrir al manotazo sobre los patrimonios, fatal para el país. Cuando escasea la inversión y todo indica que los capitales se dirigirán a Brasil o Argentina, nada mejor que asustar a los inversores con estas medidas, ¿verdad?
La feta diaria del salame u otra vuelta de tuerca cada día, The Turn of the Screw, como el título de la emblemática novela de Henry James. De a poquito para que no se note el efecto y para que nadie advierta la tendencia. Apretando el crique suavemente para que no se rompa la rosca, como saben los mecánicos y los dentistas.
Cuando se los confronta con las inevitables consecuencias de estas decisiones, los neomarxistas dejan aflorar su verdadera personalidad y aceptan abiertamente que es hora de que los que más tengan más contribuyan. Es decir, no se trata de economía, se trata de sacarle el patrimonio a los demás, un despojo en toda la línea aunque se haga bajo el amparo de la democracia, perdón, de la poliarquía.
Otra vuelta de tuerca. Que también se quiere aplicar en lo político. No conforme con el desaguisado que implica una ley de lemas encubierta, esencial a la conservación del poder por parte del Frente, ahora, como si se tratase de grandes patriarcas con grandes logros y grandes éxitos y de prohombres juristas, el Plenario frenteamplista intenta modificar la Constitución. No sabe qué, ni por qué, ni cómo, ni cuándo. Pero la quiere modificar para que perduren las insensateces cometidas. Exactamente lo mismo que hizo canallescamente Cristina Fernández de Kirchner, que no es comunista ni nada, pero es ignorante, populista, totalitaria e irresponsable.
No hace falta ser un genio, tampoco, para saber el rumbo que puede tener un cambio en la Constitución, ni ser un adivino para advertir que el mecanismo electoral será convenientemente manoseado para obligar al voto poliárquico en montón. Tampoco hace falta demasiado talento para colegir las consecuencias de semejante cambio.
Mientras tanto, se buscan inversiones como si se creyese que los inversores no perciben estos disparates, y se promueve la firma de tratados comerciales seguramente creyendo que los que compren no pedirán nada a cambio. Y sobre todo, con el convencimiento que con la creciente rigidez laboral y salarial se podrá ser competitivo.
Si no diera rabia provocaría algo de ternura percibir semejante inocencia en la lectura del mercado global, como cuando se considera un gran triunfo diplomático haber demorado el cachetazo a Venezuela para “no caer en las manos de Argentina y Brasil”, un infantilismo conceptual preocupante. No menor a la creencia de que refugiarse en el articulado meticuloso y enredado del Mercosur los protege de sus socios malvados o a la idea de que basta eliminar la cláusula 32 para poder negociar con el mundo, cuando no hay voluntad ni flexibilidad para ello.
Es inquietante que todavía la sociedad oriental no perciba exactamente el rumbo que se está tomando y hasta siga creyendo que sus leyes son las más avanzadas del mundo en materia laboral y hasta impositivas, por ejemplo. Evidentemente el populismo y su dialéctica confunde aún a los más preparados.
Porque de una vuelta de tuerca por vez, se lleva a Uruguay a venezolanizarse, sin remedio ni opción. Quien crea que esa definición es exagerada, no entiende los mecanismos de la decadencia, ni la deliberada pauperización a la que se somete a los pueblos para dominarlos. Hace pocos años, nadie creía que Venezuela estaría donde está. Todavía el Frente sigue creyendo que la nación bolivariana se está liberando y que los golpistas de derecha quieren impedirlo.
The Turn of the Screw. Otra vuelta de tuerca. Mejor decirlo en español.
Como esta columna viene sosteniendo, esta gabela es una de las preferidas por el neomarxismo del mundo, que ha vuelto a la carga disfrazado de populismo, de progresismo y de gastomanía, casi siempre con el mascarón de proa de la declamación de democracia.
Está acompañado en esa línea por el socialismo populista europeo, que luego de inundar de gasto a la Unión, ahora la inunda de emisión creyendo que eso no tendrá consecuencia alguna. Por supuesto que llegando a tasas de empleo escuálidas o negativas y con la perspectiva de elevar la edad jubilatoria a 75 años, con lo cual los jóvenes jamás tendrán trabajo. Y eso que Europa se escuda en supuestos socialismos modernos, otro oxímoron ridículo.
En el caso particular de Uruguay, esgrime además la poliarquía, ese invento de la izquierda para tratar de explicar un contrasentido inmanente: que la democracia es incompatible con el marxismo en cualquiera de sus formatos o disfraces. Simplemente tarde o temprano el marxismo necesita de la prepotencia para que su falacia económica se pueda aplicar.
La exacción impositiva ha sido la cimitarra del Frente, con gravámenes que creó y que siguió aumentando aún durante la gestión actual del presidente Vázquez, que prometió no hacerlo. Mediante la eliminación de exoneraciones, o con sobretasas en casos especiales, con inclusión de nuevas categorías en el impuesto al patrimonio y el IRPF y con las tarifas y precios de las “empresas” del estado o ahora con el aumento de alícuota en los casos de sociedades off shore, que duplica la tasa sin ninguna razón ni derecho, ya que se grava al doble por el mismo concepto a alguien que está declarando una renta legítima, nada más que porque su sociedad está constituida en determinados países. Solo un desprevenido o un estúpido no se da cuenta de que se está dando un paso previo para duplicar el gravamen general a las rentas en el exterior, (Renta mundial) otra barbaridad que una economía pequeña no puede permitirse.
Paralizado el crecimiento y la generación de empleo por el proteccionismo y por la rigidez laboral, y tras hurgar todos los días minuciosamente para hallar de dónde chupar más sangre, se intenta recurrir al manotazo sobre los patrimonios, fatal para el país. Cuando escasea la inversión y todo indica que los capitales se dirigirán a Brasil o Argentina, nada mejor que asustar a los inversores con estas medidas, ¿verdad?
La feta diaria del salame u otra vuelta de tuerca cada día, The Turn of the Screw, como el título de la emblemática novela de Henry James. De a poquito para que no se note el efecto y para que nadie advierta la tendencia. Apretando el crique suavemente para que no se rompa la rosca, como saben los mecánicos y los dentistas.
Cuando se los confronta con las inevitables consecuencias de estas decisiones, los neomarxistas dejan aflorar su verdadera personalidad y aceptan abiertamente que es hora de que los que más tengan más contribuyan. Es decir, no se trata de economía, se trata de sacarle el patrimonio a los demás, un despojo en toda la línea aunque se haga bajo el amparo de la democracia, perdón, de la poliarquía.
Otra vuelta de tuerca. Que también se quiere aplicar en lo político. No conforme con el desaguisado que implica una ley de lemas encubierta, esencial a la conservación del poder por parte del Frente, ahora, como si se tratase de grandes patriarcas con grandes logros y grandes éxitos y de prohombres juristas, el Plenario frenteamplista intenta modificar la Constitución. No sabe qué, ni por qué, ni cómo, ni cuándo. Pero la quiere modificar para que perduren las insensateces cometidas. Exactamente lo mismo que hizo canallescamente Cristina Fernández de Kirchner, que no es comunista ni nada, pero es ignorante, populista, totalitaria e irresponsable.
No hace falta ser un genio, tampoco, para saber el rumbo que puede tener un cambio en la Constitución, ni ser un adivino para advertir que el mecanismo electoral será convenientemente manoseado para obligar al voto poliárquico en montón. Tampoco hace falta demasiado talento para colegir las consecuencias de semejante cambio.
Mientras tanto, se buscan inversiones como si se creyese que los inversores no perciben estos disparates, y se promueve la firma de tratados comerciales seguramente creyendo que los que compren no pedirán nada a cambio. Y sobre todo, con el convencimiento que con la creciente rigidez laboral y salarial se podrá ser competitivo.
Si no diera rabia provocaría algo de ternura percibir semejante inocencia en la lectura del mercado global, como cuando se considera un gran triunfo diplomático haber demorado el cachetazo a Venezuela para “no caer en las manos de Argentina y Brasil”, un infantilismo conceptual preocupante. No menor a la creencia de que refugiarse en el articulado meticuloso y enredado del Mercosur los protege de sus socios malvados o a la idea de que basta eliminar la cláusula 32 para poder negociar con el mundo, cuando no hay voluntad ni flexibilidad para ello.
Es inquietante que todavía la sociedad oriental no perciba exactamente el rumbo que se está tomando y hasta siga creyendo que sus leyes son las más avanzadas del mundo en materia laboral y hasta impositivas, por ejemplo. Evidentemente el populismo y su dialéctica confunde aún a los más preparados.
Porque de una vuelta de tuerca por vez, se lleva a Uruguay a venezolanizarse, sin remedio ni opción. Quien crea que esa definición es exagerada, no entiende los mecanismos de la decadencia, ni la deliberada pauperización a la que se somete a los pueblos para dominarlos. Hace pocos años, nadie creía que Venezuela estaría donde está. Todavía el Frente sigue creyendo que la nación bolivariana se está liberando y que los golpistas de derecha quieren impedirlo.
The Turn of the Screw. Otra vuelta de tuerca. Mejor decirlo en español.