Otra vez, el dilema del prisionero
Por Dardo Gasparré
Voy a prescindir del análisis
jurídico, que no me ha sido dado ni he adquirido, y de conceptos económicos que
ya se han dicho. Ensayaré un enfoque del presente estado de cosas en el juicio
de los holdouts basado en una mirada como inversor y con alguna experiencia en
negociaciones internacionales.
No tengo ninguna duda de que el país
tiene que negociar, y pronto. Pero me apresuro a agregar que no creo que su
situación para esa negociación sea tan mala como muchos expertos han
manifestado.
Está claro que estoy interesado en
que la negociación que hagamos sea la mejor posible, dada mi condición de
futuro pagador, junto con mis compatriotas, de los desaguisados incurridos y
futuros.
Como acaba de quedar claro, Griesa no quiere embargar fondos destinados a pagar una deuda legítima
contraída por Argentina en su propia jurisdicción. Y hay dudas de que pueda hacerlo
jurídicamente. Por eso su decisión fue
impedir un pago que considera es ilegal al no cumplir su fallo, e instruir al
Bank of New York Mellon para devolver los fondos.
Es tan firme esa decisión, que
prefirió aparecer como provocando un default de los bonos del canje antes de
retener una parte o determinar qué porcentaje le correspondería a bonistas del
canje y holdouts.
No me llama la atención. El punto más
flojo de su fallo siempre fue el concepto de pagar «pari passu» a los holdouts
y a los bonistas del canje. Ese fraseo, al que lo forzó el pedido expreso de la
Cámara, no tiene un formato matemático preciso. Ni Griesa quiere arriesgarse a
elaborarlo. Cada vez que tomó medidas relacionadas con el cumplimiento de la
esencia de su fallo, agregó sistemáticamente: «Argentina debe negociar con los
holdouts el cumplimiento del fallo»
Y ahí se nos está escapando un punto.
Esa exhortación no es una amonestación al país para que deje de eludir el pago.
Es que no hay un formato cuantificador de
la cláusula «pari passu», como ve enseguida cualquiera que trata de elaborarlo.
Eso también quiere decir que si
Argentina no negocia no hay posibilidad
real de que el fallo se ejecute, independientemente de las consecuencias
que un default tendría para el país, que es otra cosa. Esto no es ignorado por los holdouts ni por el
juez.
Con lo que se plantearía un dilema del prisionero que se resumiría
así:
a. Argentina debe negociar para salir de este impasse y poder
financiarse adecuadamente y no aislarse, además de recomenzar su crecimiento real.
(Y para que CFK no deba transformar su transición en huida y persecución
internacional)
b. Los holdouts necesitan que Argentina
negocie, y están dispuestos a conceder más de lo que su aparente triunfo judicial
les permitiría no hacer, para poder cobrar éste juicio y las extensiones que
seguirán.
c. El juez quiere que las partes
negocien porque por un lado no tiene un mecanismo eficaz para prorratear los
pagos, ni parece querer hacerlo ni definirlo, y por el otro no estaría bueno
que en la jurisdicción que tan bien defendió se produjese un default de los
bonos del canje, que supuestamente deberían ser protegidos por el mismo Griesa.
d. El sistema financiero de New York y
muchos bancos y fondos, esperan que el tira y afloja tenga un límite en el
tiempo, que no puede ser muy distante. Esto no le hace bien a nadie.
En este planteo, Argentina podría no
tener que negociar necesariamente contra las cuerdas. Por supuesto que hay un
plazo de 30 días que parece improrrogable, pero no parecería que se fuera a
encontrar con un ganador irreductible y un juez parcial.
Es claro que necesitará negociadores
profesionales y capacitados para
detectar los puntos de coincidencia y avanzar con rapidez. Y esa parte de
profesionales capacitados sigue siendo el punto más duro, porque el gobierno cree que es profesional,
negociador y capacitado, cuando está
claro que no es ninguna de las tres cosas. Tal vez apoyarse en Daniel Pollack
es la mejor alternativa para todos, como lo ha dicho de nuevo Thomas Griesa,
que siempre dice lo que hay que hacer.
Ya sé, a usted le gustaría que el
país entrara en default, que todo se cayera a pedazos para que «éstos» se
fueran de una buena vez. El dilema del prisionero es justamente eso: todos pierden en todas las opciones.
Sólo en una ganan todos.
Tal vez convendría que en este jucio
se pusieran de acuerdo La Novia de Frankestein, el Hombre Lobo, Drácula, los
buitres y los cuervos (o bogas) Y
nosotros.
Si no, el tendal de perdedores será
monstruoso.
Y jugar a ver quién pierde más no
parece una opción.