Internet, ¿el fin de los diarios en papel,
o en cualquier formato?
Por Dardo Gasparré
Ya sé, usted leyó el
título y ya me está contestando, ¿verdad? No se preocupe, es un mal de twitter,
lo entiendo. Si me permite ahora desarrollo el contenido.
En una primera mirada, Internet, que
es un fenómeno de comunicación sin precedentes, es en consecuencia y per se EL medio de comunicación universal,
con lo que el artículo se muere aquí mismo.
Usted, muy probablemente, ya no lee
diarios en papel, y hasta es probable que no los lea sistemáticamente ni en su
versión online. Usted lee
tuits o posts en los que le ponen un link a alguna noticia o le comentan otras.
Y luego lee miles de opiniones, de 140 caracteres o en algún blog. ¿Verdad?
Lo que usted hace para asegurarse de
que esa noticia es cierta, es hacer clic en el link al diario, o directamente
ir a alguna versión online de un diario a ver si se confirma. ¿Verdad?
Bien. El diario papel está agonizando.
Morirá en breve. Está entonces claro que debe renacer en su versión online.
¿Verdad?
Eso es menos simple y fácil de lo que
parece. Salvo unos pocos casos importantes en el mundo desarrollado, el lector
no quiere pagar por los diarios online porque considera que tiene derecho a la
gratuidad.
El argumento es, entonces, que los
diarios online deben vivir de la publicidad que vendan. Por principio, y por algunas
experiencias, discrepo de la idea de que las noticias dependan de la
publicidad.
Pero aún dejando de lado los pruritos,
la idea no es factible. Desde el punto de vista comercial y gráfico, no hay
manera en que un sitio pueda tener ni una fracción monetaria razonable de la
publicidad de un medio gráfico. Y si un sitio aumentara la cantidad de avisos
para compensar la diferencia económica el resultado sería insoportable.
Y un hecho adicional. Como armar un
sitio es aparentemente mucho más simple y barato que armar un diario impreso,
todo aquél que tiene vocación periodística hace su sitio y sale a pedir avisos. Como el número de sitios tiende a
infinito y el número de anunciantes no, el resultado económico es previsible.
El periodístico también.
El costo más importante de un diario
es el costo de su redacción y de generación y búsqueda de noticias. El proceso
de verificación y conocimiento que aporta la redacción es invaluable e
imprescindible. Ese costo
no se puede trasladar a un sitio de Internet sin fundirlo de inmediato, por
todo lo expuesto.
La desaparición de un diario impreso
en papel, implica que dejará de subsidiar a su sitio web, con lo que la calidad
de noticias se reducirá drásticamente, mientras el sitio dure, hasta su
quiebra.
De modo que se puede pensar en un
futuro no lejano en el que usted recibirá noticias de todas partes y de todo
tipo, pero no tendrá modo de confirmarlas, ni lo tendrá quien se la envíe. Con
lo que la frase de que « En Internet sobran noticias y son todas gratis»
debería tener un agregado: «y esas noticias pueden ser ciertas o falsas»
Con lo que podemos imaginar un sistema
en que cualquiera distribuya noticias, ciertas o falsas, intencionadas o no,
manipuladas o no, y todas tengan igual valor de verdad.
Por supuesto que habría un sistema de
confianza. Como en la época de los primeros cronistas griegos. Algunos tuiteros
o bloggeros merecerían su confianza. Habrá que esperar que usted tenga el
tiempo de seleccionarlos y ellos el tiempo, las ganas y los fondos para buscar
noticias suficientes, chequearlas y hacérselas llegar.
Y tendrá usted que agregar que al no
contar con un soporte económico legítimo y validado, como la suscripción o la
publicidad comercial, se corre más fácilmente el riesgo de que la noticia que
usted cree gratuita sea pagada por alguien, para que usted se la trague.
Ahora hablemos de la opinión. Todo
internauta es un periodista de opinión en potencia. Basta recorrer Twitter. De
modo que también lo que sobran son opiniones. Pero las opiniones que se vierten
en un diario, también tienen un proceso previo.
Ese proceso previo es una selección,
por el prestigio del autor, por la línea editorial del diario, o por su calidad
o fundamentos. Cuando usted encuentra una mención o un link a una nota de algún
experto, en la gran mayoría de los casos es un link a un diario o a una radio que ha
entrevistado a alguien que publica en diarios.
Tendrá usted que dedicar mucho tiempo a determinar en quién confía en cada
tema. Imaginemos que todos los columnistas de hoy mueren, (Dios nos libre) y
que usted tiene que empezar de cero: ¿en quién confiaría?
Obvio, usted se está ahorrando 30
centavos de dólar por día, entiendo, pero tiene un montón de información y
opinión gratuita, ¿verdad?
Se me ha dicho que, al igual que
Wikipedia, se podría producir un sistema de autoverificación que impida
distorsiones. Tengo dudas. O mejor, estoy seguro de que eso no será así.
La autoverificación se produce con el
tiempo, no en la instantaneidad de la noticia día a día. Usted puede subir un
artículo a Wikipedia diciendo que acaba de noquear a Mayweather y es el campeón
mundial Superwelter, y
puede que tarden semanas en corregirlo, si lo corrigen.
Por todo lo dicho, defiendo la idea de
que el lector pague una modesta suscripción mensual a su periódico online. Como
en los orígenes del periodismo, como en la época de Il Paschino, como siempre.
Ya se, sus principos le impiden pagar
en Internet, ¿Verdad? Le van a dar pescado gratis. Pero podrido.
Me queda la esperanza de que los
mismos que defendían el derecho al afano y a la piratería del cine y los libros
en la red, ahora han hecho de Amazon y Netflix los grandes sitios de contenidos
pagos del mundo.
La noticia gratis, como está claro, no
vale nada. La mejor manera de que nadie compre la noticia que le dan, es que la
compre usted. ¿Verdad?
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