Mi experiencia con el INCAA
Hace muchos años tuve mi
única experiencia con el INCAA. La empresa en la que me desempeñaba tenía la
obligación legal de producir una película. No me pregunte por qué pasaba eso,
pero era obligatorio.
La película se hacía en coproducción con el INCAA. El
Director, que no nombraré porque ya no está, disponía las contrataciones y los
gastos.
El presupuesto se fue rápidamente a la estratósfera y el
dueño de la empresa me llamó desesperado para que averiguara si estábamos
produciendo una remake de Los Diez Mandamientos, de Star Wars, o si simplemente lo querían fundir.
No se trataba de una superproducción, sino de un superafano.
Ante la imposibilidad de investigarlo por falta de comprobantes y de
colaboración de todos los participantes, decidí que la empresa no pondría un
centavo más.
Me llamó el Director.
Usted no respeta mi arte - Me dijo.
Y usted no respeta mi presupuesto - Le respondí.
El Director convenció al INCAA de que le financiara el resto
de la película a cambio de entregarle toda la recaudación. El INCAA aceptó y tiró a la basura una
fortuna.
Se finalizó la película. Me la mostraron.
Te pido un favor - Le dije a nuestro
productor-coordinador. "Sacale el
nombre de la empresa de los créditos" Tan mala era.
La película duró una semana en cartel en un solo cine.
El INCAA habrá perdido 6 millones de dólares en esta obra maestra.
Ese fue mi aporte al cine argentino. No fue el único aporte
suyo, querido lector.
Siempre me pregunté si todo el gasto público sería así.
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