Capitalistas del mundo, uníos
Una nota de uno de mis inteligentes seguidores en
Twitter sobre el libro de Jeremy Rifkin ¨The
Zero Marginal Cost Society¨ Palgrave Macmillan Trade (2014) me hizo comprar el e-book
para poder dar una opinión.
Había leído su famoso ¨The End of Work¨ con el que coincido bastante en los diagnósticos,
no asi en las soluciones propuestas en esa obra.
La crítica más importante de mi co-tuitero, se basa en
su percepción de que el costo marginal nunca puede ser cero, como sostiene el autor, aunque si tender a cero, en especial
porque los componentes centrales, capital, (¿tecnología?), valor de la tierra y
trabajo dificilmente sean gratuitos.
Se que simplifico groseramente, por lo que aquí está
el link al blog de mi colega:http://seblaza.blogspot.com.ar/2015/04/la-utopia-del-costo-marginal-cero.html …
Parto por una simplísima definición de costo
marginal: el costo de producir una unidad adicional
a la cifra de producción actual. Se trata de un costo incremental, una
derivada, si se prefiere. Hay otras maneras más sofisticadas de calcular el
costo marginal, que de todos modos en la práctica siempre resultó un cálculo
algo arbitrario en las empresas, y además parte de la concepción industrialista
de la economía.
Para calcularlo, se agrupaban los grandes costos fijos requeridos
para producir los bienes en un rango de volumen, y luego se sumaban los costos
necesarios para producir cada unidad de producto. Pero dentro de cada escalón,
el costo marginal era bajo si en el escalón existía aún margen de capacidad de
producción, o sideral si había que cambiar de escala.
Ciertamente era un dato importante para la
toma de decisiones, y la teoría de que la libre competencia iba forzando al
productor a vender cada vez más cerca de su costo marginal tenía sentido. Pero el precio nunca se formó en función
del costo marginal. Y los que hemos estado muchos años en empresas, sabemos
que hay decenas de variantes de costo marginal.
En definitiva, costos relevantes o irrelevantes, según el proyecto que
se analice.
El colega cita el valor de la tierra, que
no debiera ocupar lugar demasiado destacado en este cálculo, el del capital
y el del trabajo. Sostiene que,
particularmente en el caso del trabajo, sólo sería posible un costo marginal
cero si la gente trabajara gratis.
Empiezo a comentar. Para ser justos con el
autor del libro, en todos los casos en que habla de costo marginal cero, rápidamente
aclara “o casi cero” o en su defecto dice “decreciente” o expresiones
similares. Me quedo con la impresión de que cuando habla de costo marginal cero se está refiriendo
al caso de algunas de las nuevas “industrias”. Cual sería por ejemplo el costo
marginal de Twitter? ¿Cuál el de una nueva cuenta en Facebook?
Es más fácil entenderlo si se usa esa
interpretación. Sin embargo, en un mundo donde el costo del capital es cero o
hasta negativo, gracias al capitalismo de estado que se impone en el mundo otrora
Occidental, la idea del costo marginal (entendido a la antigua) cero no es
descabellada.
¿Cuánto cobro por escribir este comentario
que – deseablemente – leerán muchos? ¿Cuánto cobran tantos tuiteros por
escribir sus posts? ¿ Cuánto cobra un espontáneo en una aplicación como Waze,
que sólo se basa en el aporte colaborativo de millones?
La línea de pensamiento de Rifkin no se
aparta de su concepción en The End of
Work. Si el desempleo es estructural globalmente, (coincido en eso), ¿por
qué es tan absurdo pensar que el costo marginal laboral puede ser cero? Hay
mucha gente hoy mismo dispuesta a trabajar sin cobrar. No sólo en proyectos
colaborativos, como los casos citados de Internet.
Pero en un mundo en el que a los 50 años la
propabilidad de ser cesanteado es creciente y cercana, es un mundo donde el
costo de oportunidad del trabajo debe segmentarse por actividad, por
habilidades, capacidades y por rubro. Y hasta por país. No es único, absoluto y global. En
otro orden de ideas, un viejo de 50 años
puede ser un recurso muy útil a costo cero.
Por supuesto que estas son reflexiones casi
filosóficas. Pero en términos económicos, es posible pensar en un costo
marginal cero en función de un nuevo
tipo de empresa, o un nuevo tipo de producto. Al crecer por escalones muy
altos, en la derivada primera de un largo tramo de la curva, el costo marginal o
incremental sería cero.
Y tampoco sería calculable. En términos
clásicos de producción, ¿cómo se calcularía el costo marginal de You Tube? Honestamente,
no sé si sería cero, pero tampoco se me
ocurre cómo calcularlo. Por otra parte, casualmente este sitio produce enormes
ganancias y empleos a los proveedores de contenidos del tipo “how to”. ¿Y
qué podemos decir de las apps del Appstore? No parece peligrar el empleo por
allí, ni tampoco parece tender a cero el sueldo o la remuneración por el
trabajo, más bien lo contrario. Tampoco parece que de allí vaya a surgir una
masa de desocupados dedicados al ocio.
Y aquí me tengo que dedicar a Jeremy Rifkin, no a mi colega Sebastián Laza que dio su
respetable opinión.
Como todos los socialistas con nuevo
formato, Rifkin ni entiende ni aplica el
capitalismo y sus reglas. Un aparte. Divido a los economistas en tres
categorías. Los que creen que la economía describe el comportamiento de una
sociedad, ( y usan ecuaciones solo para comprender y explicar los comportamientos
de los agregados y las variables) los que creen que el comportamiento de la
sociedad puede ser modificado por leyes, y los que tratan de predecir el
comportamiento de la sociedad con ecuaciones, algoritmos y otros ingenios.
Rifkin no está en la primera categoría,
definitivamente.
La casi totalidad de sus descripciones
hablan de la desaparción o destrucción de algunos o muchos productos, y de ello
colige casi con fruición que el capitalismo ha muerto.
Olvida la ¨destrucción creativa¨ inmortalizada
por Schumpeter. Se sorprende y casi se regodea con la desaparición de la
industria gráfica, el periodismo y anexos. ¿Qué lo sorprende? Si aumenta el
número de medios de comunicación crece la oferta. El precio bajará, hasta cero,
o aún será negativo.
Si el público, los lectores, o sea la
demanda, cree más en el periodismo
artesanal gratuito que en una redacción paga, ello también influirá hasta
la desaparición del negocio, aunque los lectores lean basura.
Si los autores prefieren escribir en sus PC
sus libros, editarlos, diseñarlos y ponerlos en Amazon y dejan sin trabajo a
mucha gente, ¿eso es el fin del capitalismo? ¿Deberemos recordarle el remanido
ejemplo de los fabricantes de diligencias con el advenimiento del ferrocarril?
Rifkin prefiere creer que la muerte o
pérdida de valor económico de esos productos implica que el capitalismo ha
terminado. Hiere más de gravedad al capitalismo la Reserva Federal estatizando
el capital a costo cero via inflación monetaria por emisión, que todas estas
supuestas destrucciones, que no son más que una confirmación innecesaria de la
ley de oferta y demanda, a la que los socialistas tanto desprecian y odian. Y hacen
bien, porque no han podido encontrar ninguna ecuación ni matriz ni ley que la
reemplace.
Y aquí vale la pena redefinir lo que
consideramos ¨bienes¨. El bien es aquél producto por el que la sociedad se
interesa y está dispuesta a pagar. Si la sociedad no se interesa en él, ya no
es un bien. Será una especie, una cosa, un producto, pero no un bien.
Puede desaparecer un bien y volverse una
cosa, pero eso no cambia la teoría, la refuerza.
Envuelto en su necesidad de enterrar al
capitalismo, Rifkin hasta ignora que alguien que edita, diseña imprime su propio libro, está tomando una
decisión económica. Ha cambiado el eje o el monto de su costo de oportunidad,
pero no el concepto. Puede estar más o menos acertado en dedicar su esfuerzo a
algo menos rentable que su tarea de escribir, pero no altera el funcionamiento
del capitalismo.
También ignora que para hacer eso, para
crear el propio libro desde cero hasta su publicación y venta por Internet, hay
mucho consumo incurrido. No tengo que
comparar la tecnología con la máquina de coser para que el prestigioso
sociólogo me entienda, supongo.
En su libro sobre el empleo, el economista
propone resolver la escasez de empleo reduciendo la jornada laboral. Le sale el
neo socialismo por los poros. Raciona el bien escaso por cantidad, no por
precio. Francia, natural comprador de estas ideas, está justamente
retrocediendo en la aplicación de la jornada laboral de 35 horas, y también o en
el enorme costo laboral que le costó el 10%
de desempleo que hoy ostenta.
He ahí el problema. Para Jeremy Rifkin, el
precio, cero o cuaquier otro valor, no sirve para distribuir y adjudicar los
bienes. Como no digiere ese concepto, prefiere imaginar un mundo donde todos
gocemos de un ocio permanente. Porque además no incorpora en su concepción que
ese mundo de prosumers y
colaborativos, autosuficientes y colgados de internet, requiere fortunas en
equipamiento, tanto corporativo como a nivel personal, desde una PC o un Iphone
de 800 dólares, a satélites, servers, redundancias, carísimos programadores y
nerds, capital, riesgo, inversiones. Están generando millones de nuevos
empleos.
¿Con qué cree Jeremy que sus dilettantes sin trabajo pagarán su prosumerismo, comprarán el equipamiento
necesario, obtendrán su conexión a Internet, abornarán su factura de electricidad, su
iPhone 24 o similar, su Netfix o similar, su antivirus, su impresora 3D y todo
el costo que implica eso que parece tan fácil de lograr que es ¨producir el
propio consumo¨ ¿Tal vez con subsidios del estado?
Seguramente habrá muchos sectores donde el
salario se tornará cero. Pero otros donde el empleo estará muy bien remunerado.
Como siempre. Eso no excluye que el desempleo
sea estructural. Cuando los padres de la
economía clásica formularon sus teorías, - convenientemente apoltronados en su
club de Londres- India, China, Indonesia, Malasia y tantos otros países
orientales no contaban en las encuestas de empleo o de pobreza. La
globalización, Internet, la explosión de los servicios y los bajos costos del
transporte marítimo han hecho que todos compitan contra todos, también en lo
laboral. (También la estúpida pretensión del gremialismo mundial de defender como
derechos adquiridos los salarios/precio cuando están fuera del mercado mundial,
ignorando la ley de oferta y demanda alegremente)
La respuesta a esa situación, puede ser
proteccionista, a la Rifkin o la Francia, racionando el trabajo. O puede ser
bajando salarios y costos laborales, que es lo que ocurre en la práctica. (Por ejemplo con cada devaluación)
De la primera opción no se vuelve. El
desempleo de Francia es hoy el doble que el de la cruel alemania y las galos
están luchando por cambiar su estúpida ley laboral, donde por ejemplo hay 193
páginas regulando la actividad de los peluqueros y peinadores.
Rifkin no ejercita su proverbial
imaginación de futurólogo cuando ¨descubre¨ que las empresas tratarán de crear
monopolios u oligopolios. El fenómero conocido como dominancia ha sido muy
analizado en el mundo de Internet. Mundo que de paso también se vio sometido a
duras luchas, y donde grandes líderes sufrieron grandes derrotas.
No se le ocurre por ejemplo, el enorme uso
social que pueden tener los que no tengan trabajo, algo mucho más poderoso que
los subsidios que propone.
Pero Rifkin le teme a la competencia, a la
ley de la oferta y la demanda, a la destrucción creativa, a la baja de precios,
incluyendo salarios. Tiene miedo y se
nota.Se parece en eso a los americanos, que han dejado de ser capitalistas por
miedo a perder elecciones.
Por eso emite vaticinios catastróficos, y
lo que es peor, propone soluciones catastróficas que sí son anticapitalistas. Como cuando habla de la muerte de la energía
fósil, vaticinio que el fracking le hizo
estallar en la cara.
Afortunadamente no pensó en el aire, que, a
precio y costo marginal cero, parece estar clamando por un racionamiento. Raro
que quien cita a Keynes o Leontiev como si fueran un oráculo no lo haya
incorporado a su ideario.
Puede que no haya capitalistas puros y ortodoxos algún día.
Pero el capitalismo perdurará. Porque no
es una mera teoría. Es una descripción del comportamiento humano. Por eso para
cambiarlo hacen falta dictadores, leyes marciales, incluida la Patriot Act,
salvatajes de bancos tramposos, FED’s, revoluciones sangrientas e inútiles, moral hazards y otras
estafas del tipo Bank of América – Merrill Lynch o QE’s.
Y futurólogos que profeticen su muerte.
*
Nota marginal para
SL: La ley de Moore ha empezado a no cumplirse.
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