Un país en coma inducido
Poco a poco el país se fue parando. Primero la economía:
el gasto y la emisión sin control, que al principio empujaran la actividad, se
fueron convirtiendo en inflación y más impuestos. La inflación tornaba impensable
el ahorro y la inversión e inimaginable el futuro y destrozaba el poder
adquisitivo del consumidor.
El cepo fue fatal. Porque ahuyentó el ingresó de divisas
y exponenció el aumento de costos en dólares. Las empresas más grandes ya no pudieron
obtener sus componentes importados a tiempo, o no los obtuvieron nunca más. Las
pequeñas empresas exportadoras vieron desaparecer sus mercados frente al
aumento de sus costos. Las ganancias obtenidas en los primeros años tuvieron
que consumirse para durar.
Las mega inversiones se transformaron en declamaciones o
en campo de aventureros, locales o extranjeros, o asociaciones de ambos, sin
grandes requerimientos de personal ni de servicios. Junto con las reservas se
evaporaron las esperanzas y los proyectos. Las empresas ya establecidas
decidieron simplemente quedarse en stand by. Los supuestos nuevos inversores
esperaban con calma poder negociar con alguien que no necesitara un chaleco de
fuerza.
Las preocupaciones cotidianas de los factores ya no eran
las ventas, los costos o los desarrollos, sino lo que el gobierno haría o dejaría
de hacer con el dólar, o cada nueva resolución de la Afip que implicaría más
engorros y costos, una nueva restricción o requisito que demoraría o impediría
el crecimiento, o la simple supervivencia.
Los aumentos de sueldos por paritarias, los impuestos,
los alquileres, fueron congelando las esperanzas y las expectativas.
Consumidores, Pymes, empresas grandes, productores agrícolas, industrias y
cultivos regionales, simplemente se iban paralizando, sumiéndose en estado de
hibernación.
Muchos están hoy en situación de marasmo hasta el extremo
de no saber ni siquiera si cerrar o vender. Tampoco hay precios de mercado en
vastos sectores, como el inmobiliario, que prácticamente ha dejado de existir.
Miran todos hacia la distancia con ojos desesperadamente
esperanzados, pero no avizorando el futuro, sino como el náufrago que otea el
horizonte compulsivamente para ver si milagrosamente descubre la proa del barco
salvador.
Nos hemos vuelto expertos en quiromancia política
tratando de adivinar quién es el candidato que nos sacará de la pesadilla, quién
será menos mentiroso, o quién será un clon o un títere de este gobierno. Esperamos
que los candidatos traicionen lo que dicen en las campañas y sentimos eso como
un gesto de inteligencia. Sólo nos queda
energía para la indignación, la ironía y el insulto.
Como en una
vieja película de ciencia ficción, nuestro mundo se ha paralizado y estamos a
merced del invasor extraterrestre.
Pero no sólo está en vida latente nuestra economía,
tampoco estamos haciendo nada con nuestra educación, que nos está entregando
año a año miles y miles de ignorantes con diploma, y el subproducto de otros miles
y miles de desertores y marginales permanentes.
Nadie se ocupa seriamente, a estar por los resultados, de
los dos problemas terminales que hemos dejado que acontecieran en nuestra
sociedad: la adicción a las drogas y al alcohol en todos los estamentos, y el
avance narco en la instauración de zonas de control y hasta gobiernos
paralelos.
Aprovechando el aletargamiento, se han aprobado leyes y
códigos que aumentarán la inseguridad, la corrupción, la violencia, el
autoritarismo, la impunidad de los gobernantes, y la corrupción, y destruirán
los restos de modelo republicano que pudieran quedar.
Nadie ha salido del sopor para advertir que el sistema
democrático es sólo una parodia, y que cada día se resigna una parcela más de
derechos ciudadanos.
El sueño parece interrumpirse por instantes para
escandalizarnos por alguna declaración estupidizante de los funcionarios o de
la Presidente, pero es sólo un sobresalto. Enseguida volvemos al onirismo
protector.
Hemos visto como otros países de la región y del mundo se
nos adelantaban en progreso y en bienestar, pero tampoco eso logró despertarnos.
Venimos desde hace años corriendo la meta del optimismo para cuando ocurra algún
hito que inventamos, y que ahora hemos establecido que será el 25 de octubre, o en su defecto el 10 de
diciembre cuando asuma el nuevo gobierno.
Tampoco se nos ha ocurrido pensar que el sistema
democrático requiere una reforma a fondo para que vuelva a cobrar legitimidad y
represente auténticamente al ciudadano, no a unos cuantos vivos dueños de los
partidos.
Llevamos varios años en que nos hemos dado el lujo de no
hacer, de no cambiar, de no corregir, de dilapidar, de no pensar, de no crear,
de no crecer en serio, de no estudiar, de no aprender, de declamar.
Personajes de un cuento infantil trágico, alguien nos ha
dado la manzana de la demagogia, nos ha lanzado el hechizo del populismo o nos
ha cegado con nuestros propios resentimientos y temores. Puerilmente, esperamos
ahora al hada buena que venza al hada maligna y nos rescate, para volver a un final feliz y
que el cuento empiece de nuevo.
Una sociedad infantil, o que ha sido reducida al
infantilismo, esclavizada por una lobo tirano con disfraz de democracia, una democracia a la que la dialéctica condena
a defender y respetar como si fuera su salvación, cuando en realidad es su
camino de servidumbre.
Una sociedad al borde de ser disoluta, que se regodea,
casi, cuando infaltablemente aparecemos globalmente como icono de la mentira,
la trampa, la deslealtad y la falta de principios. Una sociedad donde los
ladrones públicos son admirados, aceptados, respetados y buscados como amigos.
Esa combinación de populismo, dialéctica, manipulación
política, conveniencia, viveza, demagogia, progresismo, garantismo, banalidad,
resentimientos, facilismo, ignorancia y corrupción es el elixir venenoso que ha
producido este coma inducido en que está la Nación.
Disconformes con los capataces que nos mandan, pidiendo
un cambio que no sabemos cuál es, pero más estatistas que nunca, miramos
con un ojo somnoliento al futuro, esperando un nuevo amo que nos sepa explotar
mejor.
Lástima que Menem dilapidó la frase ¨Argentina, levántate y anda¨ . Sería oportuna ahora. Si la pronunciase alguien capaz de hacer milagros.
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