• OPINIÓN | Edición del día Martes 30 de Agosto de 2016

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Por Dardo Gasparré - Especial para El Observador

Enfriar el juego también es negociar


Es auspicioso que el presidente Vázquez haya anunciado su road show destinado a conseguir las inversiones necesarias para la mejora de la infraestructura. La decisión tiene una doble implicancia: que no se recurrirá a la toma de deuda para la ejecución de esas obras, y que las mismas tenderán a ser operadas por el sector privado.

Uruguay goza de un gran respeto internacional como cumplidor de sus obligaciones. Ese respeto se gana tanto con el esfuerzo en pagar lo adeudado, como sucedió en la crisis de 2001, como con la prudencia al disponer la emisión de nuevo endeudamiento. De modo que la idea de buscar inversiones privadas debe ser celebrada doblemente.

Hay una ventaja adicional en la inversión privada: que existirá un criterio de sustentación y racionalidad económica en las decisiones. Con motivo de la nueva radicación de UPM se han escuchado muchos conceptos inquietantes, que van en línea con los errores que se cometieron cada vez que el Estado intentó incursionar en tareas que no le son propias. Tanto la exploración y prospección petrolera como la aeronavegación y aun el propio ANCAP, su-santo-nombre, han sido fracasos ruidosos y rotundos. Y caros.

El primer error es la reiterada mención oficial a los 8.000 puestos de trabajo que generará la nueva pastera. Si bien es cierto que en el período de construcción se utilizará mucha mano de obra –buena parte de baja calificación– se trata de un período corto, de entre dos o tres años. En el corto plazo se podrán mostrar algunos indicadores auspiciosos, que desaparecerán bruscamente, para retener algunos cientos de trabajadores.

Si fuera nada más que un recurso dialéctico político sería tolerable. Lo grave sería que se tomase esa cifra como base para analizar cualquier inversión. La cifra de US$ 1.000 millones que se baraja para la infraestructura requerida supuestamente por la pastera, equivale al costo durante 200 años de todo el personal permanente, más los empleos periféricos. Cualquier empresa privada o un ente supranacional de crédito, notaría la contradicción y la puntualizaría, una bienvenida cuota de prudencia.

Otro punto que produce ruido es la exigencia de un servicio ferroviario para transportar la producción hasta el puerto. ¿Existe tal requisito? Además del costo del tendido y de las unidades, el riesgo es que, como tantos otros ferrocarriles en el mundo, deba tener una tarifa subsidiada, con lo que se estaría invirtiendo una elevada suma para comprarse la necesidad de erogar un subsidio permanentemente. Parte de la tarea de evaluación será comparar el costo de un tren y su operación, casi seguro a pérdida, contra subsidiar el flete por camiones, si tan poco rentable fuera la pastera que necesitase estas muletas.

Las obras que se realicen para infraestructura requeridas por la nueva inversión serán útiles para la comunidad en general, obviamente, pero no es seguro que sean las adecuadas, tanto en su localización como en su elección y formato económico.

Como ya se ha dicho en esta columna, queda claro que UPM está abusando de su posición de poder en este caso, por la necesidad que tiene Uruguay de su nueva radicación. Eso hace muy difícil la negociación y ciertamente muy fácil las críticas, pero no excluye la habilidad para negociar, hasta el extremo de un no final, si fuera necesario.

No está tampoco claro cómo se llega al cálculo del aumento del PIB de alrededor de 1,5% que se ha publicitado. Difícilmente se llegue a esa cifra con el régimen de zona franca que deja poco derrame sobre las compras importantes, los impuestos y el valor agregado en general. Salvo que, de nuevo, se esté pensando en el período de construcción, lo que no sería un método válido de evaluación. Un aumento del PIB siempre produce bienestar, pero ello se reduce notoriamente en este caso, agregado a la poca utilización de mano de obra permanente al constreñirse a la primera etapa del proceso de elaboración.

Nada más que las obvias preguntas que se recibirán de cualquier potencial inversor en las obras de infraestructura en general y en las relacionadas con la pastera en particular, ayudarán al presidente a encarar y evaluar esta etapa de la negociación, donde está ahora demasiado comprometido por sus propias declaraciones, que dan como hecho consumado algo que debería no darse por sentado.

El fracaso de la prospección petrolera, que estaba casi descontado por los especialistas y por los economistas, es un peligroso consejero en esta instancia, porque puede llevar a tratar de concretar una inversión importante a cualquier precio. Por eso ha llegado el momento de una profunda reflexión y acaso de un profundo silencio, para evitar ser esclavo de las palabras, un clásico en estos casos.

Un ejemplo: las técnicas modernas de negociación dicen que el negociador nunca debe ser la máxima autoridad, para permitir todas las correcciones y cambios de rumbo que hagan falta, en todos los sentidos. También dicen que negociar es conseguir que las dos partes obtengan lo que esperan. Y a veces hay que convencer a la contraparte de que tiene que esperar algo distinto a lo que quería inicialmente. Por ello la necesidad de exhibir algún triunfo conspira contra la paciencia y la estrategia.

En ese estado de cosas, y en términos futboleros que todos entendemos, me permitiré la atribución desubicada de darle un consejo técnico a la máxima jerarquía: pare la pelota, presidente Tabaré.

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