El chupagasto
La estudiantina barata para continuar la
rapiña sobre el presupuesto de 10 mil millones de pesos del Conicet, (Casi el
doble del subsidio a Aerolíneas) sintetiza con precisión todo el problema del
gasto escalofriante del estado.
Pocas veces se
ha notado con tanta claridad el protagonismo y la influencia de un personaje
central en la Argentina de los últimos
70 años, que en una loca sinusoide ha ido multiplicando su número, su
costo y su dañino accionar, gobierno tras gobierno, hasta llegar a la explosiva
situación de hoy : El chupagasto.
EL Conicet es
apenas un ejemplo de las guaridas de este engendro del populismo y la
demagogia, personaje mitológico y depredador. Es el que quiere que el estado le
regale su educación universitaria, pero se arroga el derecho de que esa gratuidad
se extienda a cualquier disciplina que él eligiere, por inútil que fuera.
También es el que pretende que no se le exija esfuerzo alguno para graduarse.
Entonces logra que se multipliquen universidades con bajo o ningún nivel
académico, donde se estudia superficialmente cualquier disciplina a la que se
llama pretenciosamente "ciencia".
Es el que demanda
que no se le exija tampoco un nivel de conocimiento que guarde correspondencia
con un título superior o académico, o el que compra un título o la aprobación
de una materia y se recibe en dos años.
Luego, enfrentado a la triple realidad de su deficiente formación, de su
falta de vocación y de la inviabilidad de la carrera elegida, busca al estado
como salida laboral.
En esa búsqueda,
llama ciencia a su carrera y la equipara, con un colosal relato, a las ciencias
duras, se denomina científico o investigador, y cree que tiene el mismo derecho
que un físico, un bioquímico o un médico a recibir un apoyo económico y
académico del sistema y que su investigación será tan útil a la comunidad como
una cura del Sida. En ese proceso, no sólo aumenta el gasto del estado, sino
que resta recursos a los verdaderos científicos cuyo trabajo es esencial para
la sociedad.
El chupagasto
defiende a muerte su tajada del gasto.
Descalifica, insulta y ataca salvajemente a cualquiera que le dispute su
derecho a los fondos públicos. Sabe que no tiene otro modo de conseguir
trabajo. Corrige su error de decisión de carrera y su escasa formación chupando
presupuestos. Su cómplice es el político
incompetente ansioso de demagogia y populismo. También alguien sin formación
profunda que ha optado por esa carrera como un Linkedin para conseguir un empleo.
Otro chupagasto.
La grieta que se
profundizó en el kirchnerismo, que partió amistades y familias, es muestra de
esa lucha a muerte de los ineptos para conseguir algún tipo de salida laboral
que nunca podrían obtener de otro modo. Organismos, entes o políticas que
fueron concebidos para otros propósitos son transformados en repartidores de
dádivas con formatos ridículos, como telenovelas de cuarta o estudios sobre el
fernet, además con un aumento colosal de la estructura administrativa de ese
ente, que suele ser mucho más cara que todos los subsidios que otorga.
Prostituto del
estado, el chupagasto defiende a muerte (sic) al gobierno que lo prohija. Ama
el anonimato de lo colectivo. No admite control ni medición de su tarea, ni
evaluación alguna, que califica de estigmatizante. Descalifica así a cualquiera
que dispute su existencia, todo lo opuesto a la ciencia.
Los políticos
son socios y contrafigura de este personaje. Como sostiene Francis Fukuyama, el
populismo coimea a cada votante. También lo alimenta la demagogia de mucho
periodismo y hasta de cienciólogos
seudo respetados que claman alegre y livianamente por aumento de presupuestos.
Ni siquiera se
trata de una cuestión ideológica. Este modelo no sería aceptable tampoco dentro
del marxismo soviético, ni en el fascismo ni en el nazismo. La falta de
resultados útiles se penaría mucho más duramente que con la crítica.
Es sabido que el
Pentágono o la NASA han contribuido sin proponérselo - una forma de subsidio -
a muchos adelantos de la humanidad. E instituciones de gran prestigio, como el
Instituto Leloir, la antigua Fundación Campomar, tienen sus científicos que
cobran del Conicet. De eso se cuelgan quienes estiran el concepto de ciencia
hasta la burla para justificar lo imposible. El relato del inútil que equipara una investigación sobre la síntesis
de los azúcares a un estudio de compromiso escrito en dos horas sobre la
importancia del Martín Fierro en la lexicología de la villa 31.
El caso muestra
también el error metodológico de bajar el gasto sin conocerlo, simplificando,
con una planilla de excel. Un lineamiento general necesita bajar a la tierra.
Funcionarios que conozcan las partidas una a una, como la palma de su mano.
Establecer claros criterios y objetivos públicos. "Se financiarán solamente las disciplinas que se detallan" es un párrafo que limitaría la discusión
barata y demagógica. Preseleccionar proyectos, rechazar todos aquellos que no
sean considerados valiosos para un grupo de entidades calificadas, medir los
resultados, publicarlos, es gestión imprescindible. Gestión, en pocas palabras.
Y si alguien se siente estigmatizado, recordar que la sociedad también se
siente estigmatizada frente al subsidio al voleo.
Eso no pasa hoy.
El proyecto de un
"investigador" puede ser rechazado por todas las universidades del
país, pero sigue cobrando. Ni siquiera se hace bien la tarea de planificador
central que preconizan los estatistas del fascismo, el nacionalismo y el
socialismo. Se actúa globalmente y sin análisis. Así no se baja el gasto. Así
todo intento finaliza, como ahora, con el gobierno retrocediendo.
El chupagasto
tiene miles de formatos, pero un mismo comportamiento. Es la Cámpora, metida
justamente en el Conicet, en muchas actividades aeroportuarias, que ahora se
opone junto con los chupagastos pilotos a la llegada de la competencia. Está
también el modelo de luxe como las contratistas, las constructoras, los
vendedores de helicópteros y armas a las fuerzas armadas, los sindicalistas
millonarios, los socios K que siguen en las ex privatizadas con caras diversas
y mucho gasto en champagne y pautas.
Chupagastos como
los empresarios proteccionistas, los cientos de miles de empleados públicos que
ni jamás llegarían a la categoría de "pobre gente" por la que sufren las vecinas sensibles, los
miles de funcionarios y sus "asesores" que han encontrado una salida
laboral en el estado y le aportan su desconocimiento y su falta de profundidad
de análisis. Los millones de jubilados sin aportes.
Todos ellos
tienen explicaciones parecidas a los "investigadores" de ciencias
blanditas del Conicet. Explicaciones dialécticas que se desvanecerían
al instante si los funcionarios estudiasen en detalle la composición del gasto
y la mostrasen a la sociedad, junto con sus objetivos y pautas para reducirlos,
que evitase el anonimato de la generalización que tanto temen perder los
chupagastos.
- Tu estigmatización es mi viabilidad - habría que responderles.
El lector dirá -
con toda razón - que esta epopeya debe
tener un punto de partida imprescindible: la decisión política de bajar el
gasto, la sangre que nutre al chupagasto y su alter ego, el populismo. Ahí corremos con una ventaja. No hay
generalización posible. Sólo una persona puede y debe dar el paso de
enfrentarse al monstruo.
Y ya sabemos que
no lo hará en 2017. Con lo que empezamos el nuevo año con la esperanza de que
todavía sea posible hacerlo en 2018. Si entonces todavía queda algo para
chupar.
A propósito del tema, me pregunté hace unos meses Para qué sirve un científico?:
ReplyDeleteNo se cuánta gente está en condiciones de responder esta pregunta. Sin embargo si preguntamos si son buenos los científicos o si es bueno gastar dinero en ciencia una gran mayoría respondería con un rotundo sí. Claro, no estaría tan seguro si le preguntara a cada uno de los encuestados cuánto dinero estaría dispuesto a poner por mes para sostener la actividad científica.
En estos días, los científicos argentinos protestan por lo que consideran una baja en el presupuesto nacional 2017 para los gastos en ciencia y tecnología:
http://www.perfil.com/ciencia/cientificos-en-alerta-por-el-peligro-de-recorte-en-el-presupuesto-2017.phtml
“…investigadores nucleados en el Grupo Ciencia y Técnica Argentina, entre ellos Adrián Paenza, Alberto Kornblihtt y Roberto Salvarezza, difundieron una declaración donde advierten que “(el presupuesto) pone en riesgo los logros de la última década y atenta contra cualquier política de fomento del desarrollo económico soberano”. La discusión del Presupuesto aún está abierta, y los científicos buscan involucrar a toda la sociedad. Para eso lanzaron en la web el petitorio “Defendamos la Ciencia Argentina”. Las cursivas son mías.
Qué tan necesaria es la ciencia? O mejor, qué ciencia necesitamos AHORA?
Trabajamos y producimos para consumir. Consumimos para estar mejor. Empezando por las necesidades más básicas: comer, vestirnos y protegernos de las inclemencias. Por miles de años la humanidad no ha podido hacer otras cosas. Estas actividades consumían todo nuestro tiempo. A medida que fuimos desarrollando métodos que hicieron más productivo nuestro trabajo comenzamos a ahorrar tiempo y capital, lo que nos permitió satisfacer nuevas necesidades. El ahorro no es otra cosa que consumo postergado. Dejamos de consumir algo hoy para poder consumir más mañana.
La ganancia de productividad es lo que nos permite ser más ricos. Por eso es conveniente dedicar trabajo a producir bienes que no son de consumo final sino que son medios para producirlos. La ciencia es uno de ellos, ni más ni menos.
Basta con mirar los objetos que tenemos a nuestro alrededor para descubrir cuánto de ciencia hay en nuestra vida cotidiana. Conclusión, la ciencia es algo bueno.
Pero, qué significa apoyar la ciencia? Cómo elegir entre un proyecto y otro? Y cómo distinguir entre proyectos que tendrán un valor más o menos próximo en el tiempo o aquellos que tal vez lo adquirirán en un futuro remoto o jamás?
Nos encanta apoyar buenas obras con dinero ajeno. Si la ciencia es tan buena, por qué Macri sólo pensaba destinar un miserable 1.5% del presupuesto? Si usted cree que es porque el dinero es escaso –tan escaso que el estado tiene un déficit monumental, a pesar de la alta carga impositiva, del endeudamiento y de la emisión monetaria-, está en lo cierto. Como en su casa, usted no gasta sus ingresos en todo lo que le parece bueno sino que debe elegir en qué cosas gasta dentro de las necesidades más urgentes. Tal vez estemos de acuerdo en que el gasto en ciencia puede ser más urgente que en fútbol.
Pero a mí no me convencen los argumentos de Adrián Paenza y Cia. de que gastamos bien en la década pasada, o que hay un desarrollo soberano o, peor, que existe tal cosa como la “ciencia argentina”. Basta con mirar cómo se pelean dentro del Conicet como perros rabiosos por trozos del presupuesto que, como es lógico, nunca les alcanzará, porque para los científicos como para los albañiles, las necesidades son infinitas.
La ciencia es buena, los científicos también. También es difícil distinguir entre un científico y un alucinado –menos cuando los alucinados se premian y elogian entre sí-. De todos modos, como para el resto de los mortales, sería bueno que el dinero que necesitan para desarrollar sus actividades lo consigan ofreciendo sus servicios a quienes estuvieran interesados en ellos y no escondiéndose detrás de la Patria para obtener beneficios personales.