Villañicos

     Depresión de Navidad






La recesión en que las "tormentas" han sumergido al país no es sorpresiva. Estaba implícita en todas las medidas tomadas y no tomadas desde el 10 de diciembre de 2015. Basta ver las notas en este mismo blog para advertirlo; y no son las únicas ni las más contundentes. El camino estaba trazado como consecuencia de la impericia, las concesiones, las claudicaciones y los miedos. Se puede culpar a la oposición, al Congreso o a la justicia, todos tienen algún nivel de responsabilidad, pero lo que ocurre es el resultado cantado a que nos llevaron las chapucerías económicas.  Esta recesión, con esta duración, estaba escrita desde el primer día de gradualismo.

Habrá que ser justos y reconocer que es también la resultante de casi todos los consejos del círculo rojo, de la opinión voceada del establishment, de muchos economistas de signos diversos, y de improvisados que creyeron y creen que gobernar es sólo un acto de la voluntad. En algún punto, también es el resultado de muchos intereses creados convergentes, asesores-opinadores que confundieron al gobierno, trapicheros que hicieron sus negocios en paralelo con el estado y un facilismo de análisis que asusta. 

El popular "si bajan el gasto y los subsidios les incendian el país", desemboca en este nuevo atolladero, que en realidad tiene poco de nuevo, porque es una remake, un remix, un cover de las mismas encrucijadas de siempre. 

Todo indica que la recesión durará bastante, y para algunos, esta columna incluida, todavía no ha llegado al fondo, aún cuando la salvadora cosecha aporte un soplo de dólares sanador y revitalizante. Eso podrá tranquilizar al mercado cambiario, pero no alcanzará para no bordear el terreno de la depresión, impreciso término que no de casualidad tiene connotaciones sicológicas.




Impulsado por la necesidad de no lastimar más al consumo con su tardía recesión, el gobierno está frenando la depreciación del peso, lo que no permite una brillante prognosis sobre las cifras de comercio exterior, la inversión y el empleo. Para peor, el peso se apreciará más si cuando entren los dólares milagrosos de las cosechas salvíficas los agricultores tienen que venderlos de apuro para pagar sus deudas. 

Además de las dudas sobre la subsistencia de las pymes al final del experimento, la preocupación de quienes se concentran en la seriedad del manejo fiscal pasa por el efecto en dólares de los intereses sobre el déficit, y por la masa explosiva de la deuda en pesos de las Leliq, un truco de prestidigitación financiera que también depende de un milagro para no estallar. Ninguno de los dos puntos tiene solución auténtica en la práctica, de modo que habría que sentarse a esperar el choque de trenes. 

El gasto verdadero, los planes y subsidios siguen firmes su camino, lo que ha empezado a preocupar al Fondo, que ahora exige que no se posterguen ni se subsidien los aumentos de tarifas. Es fácil colegir que no tendrá éxito en esa exigencia, por razones electorales. Si la actividad baja y el gasto sube, es posible suponer que el déficit cero fue sólo un ejercicio de PowerPoint o de filminas, como diría Cristina. La pregunta que sigue es cómo se financiará la suma de todos los efectos detallados, cuando el país carece de crédito porque lo ha desperdiciado en financiar el gradualismo, inocentemente, y el exitoso carry trade, alevosamente. 

Eso explica la suba del riesgo país. Con justicia. Sin embargo, en vez de reflexionar sobre las razones de la pérdida de confianza implícita, Cambiemos se ha ocupado en las redes y en los medios de mostrar que el riesgo país de hoy es mucho más bajo que el de gobiernos anteriores. Un síntoma de negación que debería generar más preocupación todavía.

La discusión gira sobre una duda: ¿Se teme a un gobierno de Cristina que aparentemente ha decidido defaultear?  ¿O se teme a un gobierno de Cambiemos que no tendrá más remedio que defaultear? Pensamiento grieta. Si bien Macri tiene un 32% cautivo, que no votará otra cosa que no sea de color amarillo, eso no se aplica a la viuda de Kirchner. Si ella no fuese candidata, su 35% de techo no se inclinaría por Cambiemos, sino por algún candidato peronista. 




El secreto para el justicialismo, entonces, sería lograr por las buenas o por las malas (¿cárcel?) que la expresidente no se presentase como candidata presidencial, permitiendo una unificación del movimiento que, según todas las mediciones de hoy, ganaría probablemente en primera vuelta. ¿Es eso un imposible? El afán de poder de la señora Fernández cede ante su necesidad de lograr un santuario judicial. Macri necesita a Cristina para ganar. Cristina perdería en primera vuelta. El sector que se llama peronismo racional con comillas, simplemente está esperando su momento. 

aquí viene la pregunta de fondo. Si los mercados imaginasen un futuro gobierno peronista sin Cristina, ¿qué pasaría con el riesgo país? ¿Subiría, bajaría o quedaría igual? Si se responde que no cambiaría demasiado, sería grave. Porque el concepto de riesgo país pasaría a significar algo distinto. Pasaría de ser riesgo argentino a ser el peligro de creerle a los argentinos. Y sería más adecuado. La sociedad, mayoritariamente, no quiere ajustes, no quiere bajar en serio el gasto, menos el que le afecta, no quiere pagar lo que vale la energía, no quiere despedir empleados públicos, no quiere reformar el sistema jubilatorio, no quiere flexibilizar ni cambiar el sistema laboral, no está dispuesta a pagar más impuestos, ni puede. O sea, no quiere pagar lo que debe. Quiere la fiesta gratis. Con o sin Macri, con o sin Cristina.  En esas condiciones, la tasa de riesgo país no es un índice. Es una tarjeta roja. Un Veraz implacable. 

Que la introspección que suelen propiciar estas fiestas nos haga reflexionar. Siempre se puede esperar un milagro navideño.   













Tiemblan el "se puede" y el "no vuelven más"








Si se leen los títulos y opiniones recientes de los diarios de más cliqueo o circulación, es posible advertir que se han comenzado a diluir los diagnósticos precisos y los análisis desfavorables al gobierno, y se pone el foco en otros temas distractivos, no en la economía. Tal vez se han acallado esas expresiones por la persistente prédica de que toda crítica contra la gestión de Cambiemos es una ayuda al regreso de Cristina,  prédica convenientemente reforzada por el amplio poder persuasivo del gobierno. 

Pero si se aparta el manto del fanatismo y otros intereses, los problemas están todos ahí, y fermentando. Es sintomático que varios economistas de elevada formación y prestigio estén barajando con toda naturalidad y soltura, casi irresponsablemente, términos como default, hiperinflación inducida, licuación, plan Bonex, confiscación de plazos fijos, estallido de leliqs, refinanciación de la deuda, renegociación con el Fondo, quiebra del sistema jubilatorio (con la ayuda de la Corte opositora) corrida de los fondos para deshacerse de bonos argentinos, y hasta algunos están recomendando su procedimiento preferido de apoderamiento del dinero de los particulares. Se supone que lo hacen desde su convicción técnica. Suena a desesperación. 


Mucho de lo que Cambiemos no hizo, hizo a medias o hizo mal, fue hasta ahora justificado con la frase sanadora preferida de sus partidarios "pero no vuelven más". Debe ser frustrante para ellos advertir que el kirchnerismo y su propietaria siguen vivos, están presentes en cada reclamo social, de género o de cualquier otra causa que resulte disruptiva, a la que además lideran, tanto en la calle como en las redes y los medios. Peor debe resultarles advertir que la anunciada desaparición K no se está reflejando en las encuestas, más bien todo lo contrario. Y si bucean dentro del peronismo multiforme, la desilusión puede ser mayor, porque tampoco se  ha esfumado la importancia interna de la expresidente, al revés. Cuando a este panorama se agregan los recientes fallos de la justicia y de la Corte, es visible un resurgimiento de la pulsión cristinista, y el mensaje se torna más claro y resonante.  



Las últimas encuestas parecen hechas - no es que lo sean - para apoyar la teoría central del enfoque reelectoral macrista. Según ellas, Mauricio recupera aprobación, vencería en un balotaje a la viuda de Kirchner, pero perdería ante otros candidatos de un peronismo unificado. A su vez, Cristina crece en aceptación al mayor nivel posmandato. Datos que confirman la polarización buscada y al mismo tiempo desalientan a que el peronismo desplace a la procesada expresidente y se unifique tras otro candidato, el escenario más peligroso para el gobierno. 

Detrás de toda esta nebulosa mediática, operadora y encuestadora, está la realidad, que hay que tratar de desbrozar, por encima de la fe sobre la reelección y la mejora de la economía que predica el presidente ante un silencio respetuoso de sus diversos interlocutores. Sobre  el proceso electoral, nadie a esta altura puede arriesgar un pronóstico sin que se trate de lo que poco ortodoxamente se denomina un bolazo. La economía , en cambio, permite algunas reflexiones con algún grado mayor de certeza. 

Los economistas prudentes - e inseguros - ahora están prediciendo que la recuperación no vendrá tan pronto como creían. Aunque sea tardíamente, al menos evitan así una desilusión popular cuando la famosa V  se transforme en L, como era fácil colegir. Tampoco la recesión inevitable que intenta desarmar el desaguisado heredado del dúo Kirchner-Sturzenegger es una novedad. Sólo que, el tremendo parate que supone dejar de emitir y subir las tasas, ha hecho que los economistas descriptos al comienzo se desesperaran y empezaran a sugerir soluciones de confiscación del peor estilo para evitar - según ellos - la destrucción de las Pymes que quedan de pie, y aún de la gran industria (el adjetivo es de tamaño).  Las alternativas que se barajan al parate son como mínimo dudosas, sino irresponsabes. Los que aún siguen defendiendo el otro eslogan cambiemista, el del gradualismo, no quieren aceptar que el desastre económico que se vive y vivirá es la consecuencia de haber postergado el ajuste inicial a un alto costo, por temor y chapucería profesional, que se termina haciendo mal,  a los ponchazos, sobre los sectores incorrectos y con un costo y daño mucho mayor. 





Por las dudas, el incendio tan temido  ha sido postergado mediante la coima a los sectores vulnerables y a los sectores avivados de la sociedad, que se encarga de repartir con eficiencia la ministra Stanley. Este gasto, y otros que se ven venir, más los efectos negativos en la recaudación del doble parate configurado por la no emisión y el aumento tributario del presupuesto peronista de 2019, han comenzado a hacer pensar a muchos que el déficit cero que con tanto dibujo se logró, no podrá sostenerse. Eso, además del aplazo y enojo del Fondo que presupone, tiene otro problema, que es el modo de financiar cualquier desajuste presupuestario en una situación crediticia tan ajustada. 

Por fortuna, la balanza de cuenta corriente comercial se encamina a ser positiva, por el efecto de un tipo de cambio todavía propicio y el seudoahorro en importaciones que implica una recesión. A esto se suma la esperanza de buenas cosechas. Del otro lado, el monto de intereses a pagar por la deuda externa se vuelve relativamente más alto al bajar el PBI en dólares por el doble efecto, lo que produce un déficit financiero que puede llegar al 5% del producto y que tiene la misma gravedad que cualquier otro déficit. 

Es cierto que, pasado el escollo electoral, los flujos de fondos parecen no hacer temer por el futuro de los pagos de la deuda, pero eso supone cierta racionalidad cambiaria e impositiva, y que no haya obligación de dolarizar otras deudas, como sería el caso de las leliqs, si prosperan algunas de las sugerencias que dan vueltas. 

La suma de temores es la que arrastra para abajo el precio de los bonos. Uno de los temores es el retorno del peronismo. Muchos candidatos del movimiento aman cuando se dice que el temor es a Cristina y se imaginan reemplazándola.  Pero si se analiza fino, todos los nombres que aparecen hoy en el horizonte peronista fueron K en algún momento antes del 15 de diciembre de 2015. Créales a su propio riesgo. El otro temor, de igual calibre, es el que inspira el propio Cambiemos, por su progresismo, su tendencia a borrar con el codo lo que escribe con el Fondo, y su tendencia reelectoralista que lo hace hacer concesiones graves, como ocurre con el tipo de cambio nuevamente frenado y el carry trade que aún respira. 


A la expresidente procesada le conviene, por ahora, el miedo generalizado a que ella capitanee un nuevo default con sus políticas suicidas. Le quita inversiones, crédito y campo de acción política a Cambiemos, como ocurre con las PPP, paralizadas ahora nuevamente. Prominentes expertos, peronistas o no, pero enloquecidos,  parecen creer que hasta sería bueno que ese default y caos se materializase, tanto en la deuda interna como externa. Para limpiar y dar de nuevo - explican. Peronistas somos todos, decía el líder.