Argentina no ha muerto, sólo está
en coma inducido kirchnerista
Urge una vacuna para la nueva cepa de Cristina, capaz de demoler cualquier economía, cualquier sociedad, cualquier país
Para muchos que observan desde afuera, la situación del vecino es terminal. Hasta no falta quienes se regodean ante la agonía dolorosa de un país que otrora ostentó (demasiado) su riqueza y su cultura, y que ahora agoniza humillado y de rodillas, mendigando ayuda y batiendo records de pobres, muertos y déficits, sin que se avizore ni siquiera un esbozo de cambio, al borde mismo de la sumisión.
Habrá que explicarles de nuevo algunas cuestiones que se omiten en el análisis superficial, o que se ignoran deliberadamente al repasar la historia y las causales que han llevado a esta instancia crucial, que van más lejos que lo que se conoce como peronismo pero que se enraíza en la demagogia del segundo gobierno de Yrigoyen y en el intento de las dictaduras militares posteriores de ganar el favor del pueblo con reparto de bondades, lo que ahora se conoce como populismo. Perón fue el fruto inventado institucional de esos intentos, que potenció y llevó al fanatismo, apoyado por los consejos proteccionistas del Stiglitz de esa hora, Raúl Prebisch, y alentado por su nefasta Cepal (nefasta antes y ahora) una industria protegida, mussoliniana y delictiva, mescolanza de amigos con permisos excepcionales, entreverada de la peor manera con militares metidos a dirigir empresas supuestamente estratégicas, como era la moda.
Desde ahí en más, ningún gobierno de ningún signo se pudo liberar del prebendarismo, el populismo y la corrupción inherente a ese sistema. Al contrario. Toda la política fue adoptando las prácticas del justicialismo, incluyendo la corrupción. Aún las peores dictaduras aplicaron como herramientas la emisión, el déficit, el gasto, el endeudamiento, la coima, los sainetescos controles de precios. El temible Onganía inventa las Obras Sociales y se las regala al sindicalismo peronista millonario, la revolución del tirano Videla termina con controles de precios, tipo de cambio regido con una tablita devaluatoria, inflación reprimida y un sistema bancario amiguista, prebendario y corrupto, hasta hoy impune y, dando un gran salto para no redundar, Macri endeuda absurdamente al país para seguir repartiendo regalos a las provincias vía el ministro Frigerio y subsidios vía la ministra Stanley, que se los regaló a las orgas piqueteras y a sus dirigentes mordedores. ¡Y aún soporta hoy el fuego de examigos que lo acusan de no haberse acercado lo suficiente al peronismo! Y peor todavía, un sector importante de Juntos por el Cambio cree que su error fue no haber sido más peronistas.
El retorno previsible del kirchnerismo, la franquicia actual del peronismo, con la amenaza inmediata del advenimiento de la franquicia sucesora heredada, el maxicamporismo, no solamente ha desatado una emisión descontrolada, sino que ha ahuyentado todo atisbo de inversión y ha acelerado la desinversión y el éxodo, con impuestos, inseguridad jurídica, improvisaciones, persecuciones a empresas, aumento de la burocracia y el gasto, amenazas permanentes y crecientes de regulaciones y expropiaciones, solidaridad con regímenes dictatoriales asesinos, disolución social, carencia de todo plan y presupuesto serio, una lista de defaults ocultados con apodos distintos y distintas complicidades, una estafa a los jubilados legítimos, una conducción incapaz, delirante e impredecible y, además, un nuevo endeudamiento.
La pandemia ha agravado algunas situaciones, pero aún sin cuarentenas y sus efectos el cuadro habría sido el mismo. Acaso es al contrario, la acción del peronismo agrava ahora los efectos de la pandemia, en lo económico, en lo social y de yapa en lo sanitario, con el paso de vouedeville irrespetuoso con la vacuna de Pfizer. Y falta agregar el constante ataque a las libertades, que el viernes la presidente virtual se encargó de reactivar, con la amenaza renovada de controlar los sistemas de Internet, y peor, de apoderarse del sistema de salud privado, único que funciona.
Ningún país del mundo puede soportar lo que hizo y hace el peronismo (franquicia kirchnerista) sin ir a la ruina en poco tiempo. Contrario sensu, si milagrosamente se descubriera una vacuna contra el virus Cristina y sus políticas y delirios desaparecieran súbitamente del escenario argentino, el país despertaría y entraría en vías de recuperación instantáneamente.
Lo que lleva a otra conclusión: todo país que copie el sistema asistencialista, de desestímulo al trabajo que crean los subsidios que en Argentina llegan a 20 millones de planes por mes, que pulverice y desprecie la inversión, que use los impuestos para mantener conquistas que no se ganaron o para cerrar las cuentas que los gobiernos no se atreven a controlar bajando el gasto, tendrá tarde o temprano el mismo final que ahora amenaza a Argentina. Si a eso se le agregan el odio, la psicopatía, la necesidad de impunidad y la decisión de destrozar la justicia y con ella la república, es obvio que el enfermo va a morir. Lo que se puede discutir es el tiempo que tomará cada organismo en hacerlo.
Vale repetir un concepto: que la pandemia haya hecho que se recurriera a una emisión desesperada y a regalar ingresos sin trabajar no significa que ello sea sostenible ni que carezca de efectos graves. Ni la tasa cero de interés quiere decir que hay gente en el mundo dispuesta a financiar el populismo de ningún país. Ni aún las potencias más grandes están fuera de la regla, aunque los ideólogos crean que le han doblado el brazo a las reglas económicas. Argentina es, simplemente, un precursor, un adelantado. Lo que le ocurre es lo que le ocurrirá a cualquiera que copie sus procederes, o continúe haciéndolo. Y los efectos serán proporcionales cuánto en más aspectos se la copie. Argentina, un ejemplo.