Publicada en El Observador  09/03/2021



La tentación de la carne

 

El nuevo negocio de Gates con sus gusanos proteicos enfrenta a Uruguay a un 

competidor desleal, con muchos recursos para repartir. Pero no es invencible 

ni infalible



 

 
















Una cierta resignación que se advierte en los sectores más destacados del pensamiento oriental ante el ataque a la ganadería obliga a volver sobre temas ya tratados aquí. Habrá que insistir con la tozudez de Voltaire, aunque no con su sapiencia, lamentablemente. 

 

Para abordar el tema es fundamental comprender que a la principal actividad uruguaya le ha surgido un competidor formidable, como bien se sostiene. Un competidor que se llama Bill Gates, nada menos. Pero para completar la definición, se debe usar un aditamento: un competidor desleal. 

 

Cabe aclarar que si los consumidores, y aún los gobiernos de ciertos países, deciden alimentarse del modo que les de la gana o comer o beber lo que les parezca, tal decisión no es más que el ejercicio de sus libertades. Comercialmente cabe buscar la manera de convencerlos de lo contrario apelando a las diferentes opciones de que se disponen en ese terreno, acciones de comercio y política internacional cuando corresponda.  

 

No es ese el caso. Gates intenta transformar a la carne en enemiga de la humanidad, borrarla por decreto de toda ingesta voluntaria u optativa y eliminarla de todas las dietas y las canastas alimentarias, como si fuera veneno. El argumento que usa es el cambio climático, que – con argumentos todavía en discusión - se produciría por el calentamiento global, más precisamente por la acumulación excesiva de CO2. Acostumbrado a posiciones de dominancia en sus negocios, que le aseguraron siempre el control del mercado y el dominio sobre el sistema y sobre sus clientes, no busca competir con la carne, sino tomar todo ese mercado y reemplazarlo por productos de su propia elaboración mediante el ucase de las organizaciones internacionales y/o la presión sobre los gobiernos de cada país.

 

Debe tenerse presente que el dueño de Microsoft (o su fundación, da lo mismo) es hoy el principal inversor de Beyond Meat, que cotiza en Wall Street con el nic BYND, que ha septuplicado su valor y crecerá más aún, según los pronósticos. Esa empresa se dedica a fabricar la falsa carne producida mediante la cría de moscas que digieren gusanos y los transforman en una pasta proteica que supuestamente alimentará a toda la humanidad y, sobre todo, reemplazará a la carne bovina, caprina y ovina, culpables, según las organizaciones internacionales financiadas por Gates, del 9% de la emisión de CO2,culpable a su vez del fin del mundo que será causado por el calentamiento global a más tardar en 2050.

 

Ante este panorama las reacciones locales parecen dividirse en dos líneas: una es resignarse a que tarde o temprano los grandes países dejarán de comprar carne y alimentarán a su población con ese suplemento proteico (no muy diferente a comer gatos, perros, ratas, murciélagos y otros animalitos que hasta hace un minuto repugnaban a la civilización). La otra línea es la convicción de que, actuando individualmente, Uruguay podrá diferenciarse del resto de los productores mundiales y convencer a la humanidad de que las vacas uruguayas son impolutas y no cambiarán el clima debido a la bondad de su crianza. 

 

En la percepción de esta columna, ambos conceptos tienen una cuota de inocencia y también de omisión del comportamiento de los mercados globales. El tipo de campaña financiada por Gates no hará distinción en el origen de la carne, que será escarnecida, valga el juego de palabras. Y el precio será un factor determinante para la decisión de muchos países. De modo que más que salir a convencer en soledad al mundo de las bondades de las vacas no gaseadoras uruguayas, habrá que pensar en nuevas propuestas que abaraten y/o enriquezcan el producto final y ofrezcan opciones cárneas al puré de gusanos. 

 

La alianza con otros países productores de carnes es fundamental. Hacen falta recursos costosos y de alta sofisticación comunicacional y política para librar esta guerra finalmente comercial, aunque aparente ser una hemorragia de altruismo. La OPEC es un ejemplo que molesta cuando se es consumidor, pero sirve cuando se es productor.

 

Por eso es plausible la actitud del Senador Da Silva, que forzó a retirar un tuit del ministerio del ramo hablando de “carne sintética”, que marca la primera lucha a librar en la OMC, que es lograr la prohibición del uso de la palabra carne con cualquier aditamento para designar al suplemento proteico que produce BYND. Simétrico a la prohibición de usar el término “champagne” o “gruyere” que sufren entre otros los productores uruguayos, a quienes se les prohíbe usarlos, pese a que se producen del mismo modo que en sus países de origen. 

 

La lucha no es sencilla. La fundación de Gates  es la principal aportante a la OMS, por encima de la propia Alemania. La FAO, la FIDA, el PMA y el foro EAT, que convocan ahora mediante la ONU a la Cumbre de sistemas alimentarios, son financiadas por la fundación del billonario, y la ONU ha designado a la doctora Agnes Kalibata para que dirija la crucial cumbre. La Doctora Kalibata preside el programa AGRA de Bill, que fracasó y se estrelló con la Revolución Verde en África, donde produjo una parva de tragedias con sus planes agrícolas fantasiosos, mas denuncias por estafas y corrupción. 

 

“No hay que enojarse con Bill, hace su negocio” – Dice el pensamiento especializado. Tampoco hay que resignarse, ni jugar en soledad - dice la columna. Habrá que empezar por designar un equipo específico a cargo de defender este mercado crucial. Pero que entienda cómo funciona el mundo del comercio y la competencia internacional. El riesgo es terminar en el estereotipo caribeño, vendiendo a precio de regalo el aceite de copra. 

 

Y habrá que rogar que Bill no descubra que los seres humanos también expelen CO2.




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