Publicado en El Observador 25/05/2021
Chile redacta su carta a Papá Noel
El “hagan lío” papal parece usarse como forma válida de imponer las ideas y reclamos por la violencia y el caos, vestida de democracia
La pandemia obró como un disparador, una excusa o justificativo de lo que se conoce como reseteo mundial, un movimiento global anticapitalista. El eterno sueño de la izquierda en todos sus formatos, ropajes, o aditamentos. Con las omisiones, defectos y excesos del capitalismo - que la columna expuso reiteradamente sin eufemismos – ningún otro sistema ha reducido la pobreza, generado tanto empleo y bienestar ni tantos avances de la humanidad como éste. En realidad, fue el único en lograrlo, seguramente a una velocidad diferente a lo que cada individuo pretende. Esto también aplica a su identificación con la democracia, de la que fuera por tantos años defensor a ultranza, sinonimia excluyente.
Es que el socialismo con todos sus apodos posteriores, (que varía a medida que fracasa aplicando las mismas o similares recetas) suele adherirse a una democracia optativa: niega el derecho de quienes lo derrotan en elecciones limpias y reclama su potestad ilimitada de regir la propiedad y la libertad personal, social y económica cuando gana. Pero una vez que obtiene el poder por las urnas, ya no lo devuelve, o como máximo, sólo lo presta mientras organiza la próxima asonada, su próximo plan de huelgas o motines, su insurrección.
Hayek tuvo en su momento la inteligencia y el coraje de exponer claramente el proceder de los gobiernos de planificación central, o sea el izquierdismo de mil apodos, al decir que, al fracasar su modelo de confiscación y redistribución burocrática el final era siempre el mismo: la dictadura. Lo que la calle simplifica así: “cuando se acaba la plata el populismo fracasa”. Ese es el momento más peligroso.
El “reseteo mundial” vuelve a insistir en la promesa de bienestar instantáneo global, escudado ahora en la democracia que pregona, para lo que tiene poca autoridad, a la luz de la historia. Livianamente, equipara las violentas acciones de masas en las calles de Estados Unidos, de París, de Calí y de Santiago con protestas populares legítimas, cuando en realidad fueron acciones políticas dudosas que terminaron por socavar a los gobiernos democráticos. O lograr que la violencia organizada sea herramienta exclusiva de la izquierda, en nombre de la “gente enojada”.
Aquí vale la pena recordar la pedrea subversiva, violenta y planificada contra el Congreso en la era Macri, cuando se debatía democráticamente una modesta reforma a la ley de pensiones argentina. Uno de los elementos que desestabilizaron a un gobierno que no podía ser seriamente considerado liberal o de derecha. Así se llegó al período populista de los Fernández, que con un vulgar decreto estafó a los jubilados y convirtió las pensiones legítimamente merecidas en limosnas intrascendentes. La democracia no valía para Macri. Vale para Fernández.
No hay dudas de que la constitución chilena será anticapitalista y antiempresaria, asegurada la matemática de los dos tercios y el posterior plebiscito. Fruto de las aspiraciones de una igualdad imposible, (la igualdad es imposible en la naturaleza y en toda actividad humana) que desgraciadamente tratará de ser implementada por ley. Como se sabe, cuando las cifras mundiales de la pobreza se redujeron como nunca en la historia, el globosocialismo cambió la demanda hacia la desigualdad, que nadie ha probado que tenga algo que ver con la pobreza. Pero esa dialéctica y relato sistemático esconden detrás de su promesa de redención, de su nueva esperanza, un repetido formato de populismo demagógico.
Está probado que, si se promete el cielo, el resultado democrático, o más bien el resultado electoral, favorecerá a quien lo prometa. La pregunta es qué ocurrirá con las minorías. ¿Serán los gusanos proteicos conque se alimente por un tiempito la ilusión del reparto universal? ¿Se les permitirá sublevarse como en Colombia, Chile, Washington o París y a eso se le llamará ejercicio de la protesta democrática? Tal vez una vueltita por Argentina vendría bien para responderse esas preguntas. Se dirá que el peronismo no es socialismo. Nombres, sólo nombres. Las metodologías y el materialismo dialéctico, el relato, son iguales, los procedimientos y las promesas también, como el engaño a las masas. Y blandir la democracia como un mandato divino que arrasa con los derechos cuando gana; y por supuesto, negarla, devaluarla y sabotearla cuando pierde. Cual enseñó Bakunim.
Como sostuvo este espacio, Chile reformará su constitución y la convertirá en un largo listado de garantías de todo tipo. Incumplibles e infinanciables la gran mayoría de ellas. Una sucesión de pedidos a Papá Noel con consecuencias graves y permanentes. Como también se ha sostenido aquí, la resultante será una oportunidad para Uruguay, porque es por ahora de los pocos países sensatos y serios del subcontinente, sobre todo una vez que la onda que arrasó a Chile se encargue de sepultar a Ecuador y Perú, despreciando sus democracias que no le convienen.
Con un riesgo: el supuesto triunfo del accionar incendiario y subversivo en varios países, Chile el más destacado, será una tentación para la izquierda persistente. No importa cuán bien le vaya a un país, a su gobierno y a sus políticas, siempre se puede alegar la discriminación a los charrúas, la desigualdad, las diferencias de género, preferencias o percepción de sexo, la polución, el calentamiento global, la injusticia de los que ganan más que el que protesta o la corrupción, de la que la izquierda está exenta, como se sabe.
Cuando se ha instalado el miedo, el odio, la envidia, la esperanza milagrosa de felicidad, la ignorancia, la indignación o la prepotencia en los individuos, la democracia termina siempre en dictadura. Y la sociedad mucho más pobre. Uruguay es distinto, por suerte. ¿Verdad?
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