Publicado en El Observador 20/07/2021



La grieta del referéndum

 

El pedido de una consulta popular para derogar la LUC no es un hito democrático, sino la confirmación de una brecha infranqueable y permanente

 



 















Es asaz sabido que la izquierda, en especial cuando se sincera, sale del closet y se revela comunista, trotskista y afines, como es el caso y lo será más en el futuro, preconiza el respeto por las urnas y los principios sagrados de la democracia cuando gana las elecciones y hace los cambios que se le ocurre. Por el contrario, cuando es derrotada, clama por el debate, el diálogo, la sana alternancia y el equilibrio, e impide toda modificación a sus avances previos por mínima que fuera. 

 

Ningún ejemplo mejor que el caso del referéndum contra la LUC, una ley modesta, un tímido intento de corregir mínimamente algunas de las exageraciones pergeñadas durante 15 años por el Frente Amplio y su okupante el Pit-Cnt, que fue saturando el sistema legal de poison pills (píldoras venosas) capaz de destruir cualquier esquema productivo, con una maraña solapada de leyes, normas, cláusulas de convenios forzadas y apoyadas desde el estado, y hasta disposiciones e interpretaciones constitucionales. Sin omitir las amenazas latentes, y ejercidas, a la seguridad jurídica, de las personas y de la propiedad, elemento vital del marxismo, que necesita que el estado sea visto como gran protector de aquello mismo que desprotege a diario. 

 

La imprescindible nota de este fin de semana de Ricardo Peirano analiza crudamente los resultados de este contubernio de estatismo y sindicalismo, asociación cuasi ilícita que además de las prebendas y los actos de corrupción que conlleva, es un proteccionismo letal. Allí se enfoca el rol oligárquico de la monopólica y autodesignada central sindical y su virtual secuestro de las empresas del estado.

 

Hay un dato crudo que no debe dejarse de lado. En términos proporcionales, el total de personas que reciben un pago mensual del estado versus el total de trabajadores en el sector privado es bastante mayor y escandaloso que el de Argentina, lo que no parece ser tenido en cuenta cuando se analizan los desastres del país vecino, que parecen ser atribuidos a la naturaleza, al cambio climático o a una pandemia, nunca a la sistemática acumulación de prebendas, regalos y premios a quienes no producen riqueza alguna. Otra clase de pandemia.

 

Cuanto más gente dependa de un empleo, una jubilación, una pensión, un subsidio o una prebenda del estado, menos valor tiene la apelación a la democracia directa, una farsa dialéctica, porque el votante es así coimeado directamente para que su voto no lastime su cómoda fuente de ingresos, como ha quedado en evidencia en esta pandemia, donde mientras quienes viven del esfuerzo personal privado debieron pasar por todo tipo de sacrificios y peripecias para ganarse su sustento y a veces para mantener a los empleados de su pyme, el sector público gozó de unas merecidas vacaciones de un año, que a veces terminaron saboteando programas centrales del gobierno, como en el caso de las radicaciones personales y empresarias. 

 

 

 

La apelación “a la voluntad directa del pueblo” como dice el relato seudodemocrático del neocomunismo es por todo eso una mentira. Como lo es cualquier sistema donde el votante es primero desestimulado para proveerse el sustento y atender a su futuro, y tras dejarlo como náufrago a la deriva, se le ofrece el empleo o la limosna estatal como solución que se sabe de corto plazo, pero se esgrime como un reseteo, una panacea. Faltaría agregar la proverbial frase: “¿cómo no se me ocurrió antes?” para perfeccionar la falacia. Cuando la ahora oposición reclamaba un cierre total de actividades para controlar la pandemia (lo que hoy sigue agitando pese a que la evidencia empírica muestra su inutilidad) ¿preconizaba el aislamiento sanitario o necesitaba el aislamiento para aumentar la cantidad de clientes de los subsidios del estado y su arma política central, la sumisión implícita? La frase de la ministra Arbeleche “está más preocupado por gastar que por la pandemia” resume perfectamente el planteo.

 

En tales condiciones, el referéndum convalida y profundiza la brecha en la sociedad, al generar un freno a la tarea del gobierno y un condicionamiento severo a su plan y su ideario. También implica, simboliza y consolida la grieta permanente que no se zanjará con apelaciones a la tolerancia y a la convivencia como muchos politólogos y analistas, seguramente de buena fe, predican. Tampoco se invisibilizará cerrando los ojos y diciendo que no hay tal grieta. Inútil e inocentemente, en opinión de esta columna. La convivencia política y social, más allá de las frases floridas, obliga a aceptar un cierto promedio de ideas. Ese promedio no existe en la concepción izquierdista, que ni siquiera admite que se hagan modificaciones de menor cuantía a la carga estatista y de ataque permanente impositivo al sector privado. 

 

Un buen ejercicio sería pensar en lo que ocurrirá si el referéndum determina la no derogación de la LUC. Es archidescontado que, si tal fuera el caso, lo que hará la izquierda es cambiar de ropaje y de armas, ensayar la lucha callejera, la protesta, el paro, la obstrucción, siempre impidiendo que ese promedio exista. Lo mismo pasaría si las barbaridades cometidas en las empresas del estado, que suman un par de miles de millones de dólares, se denunciasen a la justicia, en vez de ocupar la atención de los jueces con denuncias de abusos en la compra de implementos personales o de viáticos estrambóticos o disfrazarlos de errores estratégicos de una conducción difusa. Allí se vería, como se esbozó hasta ahora, que la impunidad por la que clama la señora de Kirchner, también en nombre de la democracia y el pueblo, no es una característica de su personalidad, solamente, sino que es una metodología de la izquierda latinoamericana, mezcla de marxismo, populismo y documento de Aparecida. 

 

Sería muy difícil sostener que ese tipo de conductas no producirá una grieta, o no la ha producido ya. Más allá de las teorías e ideologías, la mitad de la sociedad no quiere ser despojada, mucho menos con argumentos falaces y autocumplidos. Por ejemplo, la amenaza del referéndum, como las PASO del peronismo en 2019, ha transformado a las radicaciones que planificaba el gobierno como una herramienta poderosa, en apenas un reposo temporario y provisorio, unas vacaciones, antes de que venga de nuevo la ola final. 

 

Se puede, obviamente, seguir insistiendo en que la sociedad oriental no tiene grietas, o que son irrelevantes, o que no debería haberlas. Se puede también, sostener, como sostuvieron tantos, que Uruguay es distinto. Frase casi pueril, para no decir ignorante. El referéndum es el tajo definitivo. Quien quiere ver, que vea. 

 

 

 

 

 

 

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