Publicado en El Observador 03/08/2021
El cómodo oxímoron del Estado empresario
En vez de usar a las seudoempresas estatales como salida laboral para los graduados, debería dejarse esa función al sector privado
La semana pasada el rector de la Universidad de la República se dirigió al Parlamento proponiendo la creación de un Instituto para volver a elaborar vacunas localmente. La idea tiene sentido, no sólo por la necesidad de pertrecharse para enfrentar una pandemia que aún no ha terminado, sino también como una oportunidad de desarrollo de nuevos productos con alto valor agregado que se puedan ofrecer en el mercado internacional.
Seguramente existen en el país los científicos y profesionales con la formación necesaria en este campo, surgidos mayormente de esa institución, distinto a lo que ocurriría en Economía, donde la sesgada formación que brinda esa Casa de Estudios saca prácticamente del mercado a sus graduados que no hayan complementado por su cuenta las falencias que crea ese sesgo.
Pero el planteo contiene algunos errores conceptuales relevantes. El primero es creer que el Estado puede ser empresario, o que pueden existir empresas estatales capaces de semejante emprendimiento. Desde la exploración en busca de petróleo hasta las plantas de gasificación, la explotación de alcohol, cemento, transporte aéreo y prácticamente todas las demás, cuyos fracasos y costos no resultan más evidentes al gozar de consumidores cautivos y presupuestos dispendiosos, el Estado oriental no se ha mostrado como un emprendedor eficiente. (No sentirse mal por eso, es una conclusión universal) El segundo error es creer que existe tal cosa como la empresa estatal. Por definición y en la práctica, se trata simplemente de dependencias estatales con todos sus vicios y ninguna toma de riesgo, de burocracias que cobran a los consumidores y contribuyentes todas sus seudoinversiones y sus fracasos, excesos y falencias.
Y el tercer error es hablar de la “modestia” de la inversión que se requiere del estado, o sea de la sociedad. Como sabe cualquier pyme, los gastos deben analizarse justamente como una suma de partidas relativamente menores, no como grandes totales que se tornan inmanejables e inviables de contener o reducir. “Un poquito más de déficit”, no es un argumento serio.
Al analizar la performance de una gran mayoría de empresas del estado, creadas todas con retórica impecable y patriótica, hace falta mucho desparpajo para requerir de la sociedad una nueva toma de riesgo empresario, que además no le corresponde al sector público asumir, o sea a los ciudadanos.
En cambio, como en tantos otros países que pueden mostrar resultados palpables exitosos, es posible ensayar una tarea compartida entre la Universidad o las universidades y el sector privado, que es el encargado de crear empresas y emprendimientos de riesgo, y que suele hacerlo bastante mejor que la burocracia estatal, y al menos no le cobra sus fiascos y equivocaciones al contribuyente.
La Udelar erra de interlocutor. En vez de convencer al pez de la pecera de morder el anzuelo, lo que podría hacer es abrir la conversación con el sector privado nacional e internacional, e interesarlo en desarrollar estos proyectos en común, aportando cada uno lo que mejor sabe hacer. Y no sólo sobre vacunas. Se alegará que a veces esos emprendimientos suelen requerir, además de capital propio y crédito privado, de adelantos del cliente-estado, en especial en investigaciones de emergencia como las pandemias. Claro que el sector privado tiene la costumbre de devolverlos, y que los resultados suelen ser exitosos. El caso Pfizer, no por ser un fácil ejemplo deja de ser valedero, tanto en los resultados sanitarios como en los económicos.
El planteo del rector, de buscar la creación de nuevos productos y mercados donde aplicar el conocimiento de sus graduados, tendría con esta variante mucha mayor potencia y viabilidad, porque dejaría la tarea de exportar los productos, conseguir nuevos mercados y controlar costos y resultados en manos de quienes saben hacerlo, probadamente, y que conseguirán el capital necesario para cada etapa del proyecto. El estado no debería ser una salida laboral para los graduados, por cómodo que eso fuese.
No parece tampoco adecuado aumentar la dependencia que padece la sociedad de las empresas estatales, con sus gremios que, como se puede ver a diario y ahora generalizada y planificadamente, han tomado de rehenes a sus consumidores forzosos y pasado por encima y saboteado a sus jerarcas, extendiendo los efectos negativos de la burocracia estatal a la entelequia que se oculta bajo ese falso rótulo de “empresa”.
El estado deberá encontrar su lugar y su función para facilitar este tipo de asociaciones, lo que no debe basarse en las dádivas ni en la desgravación, sino simplemente en facilitar los caminos y eliminar las obstrucciones, sobre todo las gremiales e ideológicas. La Universidad podría ser pionera al marcar un camino irreemplazable.
Justamente en la misma semana, la Intendencia de Montevideo lanzó su propuesta de pagar algo más para cambiar el sistema de recolección de basura en Montevideo, lo que evidentemente es imprescindible. Pero comete un error similar al de la idea de producir vacunas: mantiene su dependencia y subordinación al inflexible ADEOM, que condena al fracaso todo intento de mejorar el servicio, al seguir obligando a la población a pagar los costos y las ineficiencias del estado, tanto en lo económico como en los resultados del servicio. Imagínese qué distinto podría ser si se recurriese al sector privado para juntar y disponer de la basura. Habría que observar algunos ejemplos no muy distantes, algo que se prefiere omitir.
En momentos en que se intenta derogar los artículos de la LUC que tímidamente ponen algún mínimo límite al sindicalismo estatal, que evidentemente tiene un poder mayor que la democracia en estos entes, es importante que el gobierno nacional rescate esos proyectos, pero no el mecanismo reiteradamente fracasado que se pretende usar para llevarlo adelante. Y la Intendente de Montevideo debería estudiar cómo combinar su propuesta con liberarse del yugo del sindicato. Si lo que se intenta es aumentar el bienestar y las oportunidades, por supuesto.