Publicado en El Observador 07/09/2021


El marxismo otra vez predicando la democracia 

 

Como si hubiera inventado el sistema que es la base filosófica del capitalismo, la izquierda cancela las críticas usándolo de coraza y justificación




 
















El Frente Amplio se renueva. Por un lado, aceptando públicamente su dependencia ideológica y fáctica del Pit-Cnt, y por el otro, al concentrar su energía en derogar la LUC, o más precisamente, en transformar el referéndum por la LUC en una virtual elección de medio término, con todo el efecto de distracción, pérdida de energía del gobierno y mal uso de tiempo de gestión que eso conlleva. En lo que tendrá éxito, ayudado por la pandemia que hizo desperdiciar un año largo, por ahora, tanto en la parálisis a la que su gremialismo amigo sometió a la administración pública y a la sociedad, como a otros sectores vitales, y a los aislamientos sanitarios que tuvieron que aplicarse, junto a los costos específicos que debieron encararse, (y que al FA todavía le parece insuficiente) más los subsidios que se erogarán por bastante tiempo, paquete que generó la pérdida de crecimiento, empleo, optimismo, vidas y ganas, combinación que poco ayuda al emprendimiento, a la inversión, a la toma personal y patrimonial de riesgo y a la economía misma, esencialmente fruto de la acción humana, por mucho que moleste ese término al marxismo. 

 

El término marxismo no es usado de modo arbitrario ni erróneo. A lo largo del tiempo la izquierda, luego del rotundo fracaso en todo sentido del experimento de la URSS, ha usado varios tipos de nombres, modelos, formatos, pactos, acuerdos regionales, organizaciones internacionales, gramscismos, trotskismos y bakunismos diversos para eludir el recuerdo de una etapa terrible, llena de despropósitos económicos que terminó en una gran pobreza y, peor, en una dictadura asesina que trató de torcer la realidad en pos de un dogma sin dioses. 

 

Todos esos modelos y denominaciones, por más que contuviesen la promesa del respeto a la democracia, siempre han tenido y tienen el ADN, el virus del marxismo, que aflora a medida que el proyecto vaya fracasando, se sienta amenazado o encuentre alguna oportunidad para perpetuarse. En ese proceso, los intelectuales que sucedieron a Marx y al propio Engels, rescataron el viejo principio de lucha que sugería vencer al enemigo capitalista con sus mismas armas: la moneda y la democracia. A partir de esa estrategia que luego se refinó y se aplicó sistemáticamente, el comunismo pasó a ser un juego de paciencia, de destrucción sistemática de valores de todo tipo y de captación de las masas negándoles educación y sometidas por algún tipo de odio, miedo, inseguridad, fanatismo o envidia. 

 

El apoderamiento del lenguaje y del concepto de democracia es una de las herramientas fundamentales. No son casuales las denominaciones de República Democrática de Alemania, o República Democrática de Corea del Norte, o República Popular China, en países que no tienen nada de República, nada de democracia y nada de libertad. 

 

Esta reflexión cabe porque ante la crítica de que ese accionar del Pit-Cnt como conductor del Frente (con su nueva patente de moderado) está paralizando y hasta saboteando el accionar del gobierno con mandato hasta 2024 (crítica que esta columna comparte y sostiene) la respuesta es una acusación tácita de no aceptar las reglas democráticas, cosa que no sólo no es cierta, sino que se aplicarían con más derecho a lo que hace la seudoentidad gremial y su sometido el FA al querer anular una ley con cambios menores, con artículos que en varios casos han sido votados por sus propios representantes. Ejerciendo el derecho a pedir el referéndum simplemente porque está ahí y no hay que desperdiciarlo. O peor, porque contiene tibios requisitos para la representación gremial que el Pit-Cnt no cumple porque sólo usa la ley como arma cuando le sirve. Y porque la Luc conduce a dejar de burlarse de la OIT, cuyos mandatos son sagrados y cumplen acuerdos internacionales inviolables cuando al monopolio sindical le conviene, pero que se incumplen sin asco cuando mínimamente hacen respetar el derecho de propiedad empresario y el derecho de los trabajadores de hacer huelga o no. Rara y cómoda poliarquía que seguramente sabrán explicar bien los expertos.

 

O sea, la izquierda unánime no admite que se cambie en lo más mínimo ninguna de sus ideas plasmadas en la legislación y en la práctica en los quince años de su mandato. Ahí esgrime la democracia, la voluntad de los pueblos, y hasta acusa de provocar grietas cuando trata de pagar el paraíso que promete con el dinero de los otros. Paraíso que, a diferencia de otros paraísos, no incluye la muerte previa, lo que es un modo cómodo de prometer paraísos. El germen de la demagogia, ahora mejor llamada populismo, que promete cumplir todos los sueños del individuo, hasta la felicidad, sin ninguna obligación de su parte, termina siempre en la confiscación de lo que va quedando, que en el caso de Uruguay serán sólo los patrimonios, ya que nadie generará riqueza. 

 

Hay una pregunta de fondo a los que sostienen que hay una casi obligación de usar todos los recursos que permiten la Constitución y la ley: si el referéndum ratificara la LUC, ¿eso terminaría con los planteos de todo tipo?  ¿O el Pit-Cnt copiaría los 13 paros generales conque el peronismo vecino destrozó al “padre de la democracia” Raúl Alfonsín, o se pasaría a la etapa de la lucha callejera, al motín o a las 14 toneladas de piedras arrojadas contra el Congreso argentino por la “poliarquía peronista”? Y entonces se cambiará el relato y se empezará a hablar de la soberanía del pueblo, o del derecho a la autodeterminación, como ahora con escolástica ejemplar se sostiene en los casos de Cuba o Venezuela y ¿por qué no? de la República Democrática del Congo, que seguramente se supone que es república y es democrática. Los teóricos de la izquierda unida jamás será vencida exigen demasiada inocencia de quienes los critican. 

 

Este renacer de la prédica original de una igualdad que sólo es posible en la pobreza total, en el Gini cero, para usar otra criatura inventada por los prestidigitadores de la izquierda,  lleva de cabeza a la misma dialéctica original, y basta repasar los fundamentos ideológicos del materialismo dialéctico, un himno de Marx&Engels que luego Goebbels llevara a la excelsitud, para comprender el desprecio que el comunismo, sus hijos y parientes sienten por el ser humano, por la libertad y por la verdad. De ahí a llevar a apoderarse y manosear la cultura, los patrimonios, la propiedad privada y la libertad no hay más que un pequeño paso, apenas décadas en la historia. Por eso, desde Hitler a Xi Jingpi, desde Mussolini a Cristina Kirchner, desde Stalin a Maduro, Desde Franco a Kim Jong-un, todos los proyectos orwellianos terminan siempre en dictadura. Por eso todas las izquierdas, y todos los totalitarismos, en un raro corso, se terminan amuchando, como ocurre en América Latina, donde se apoyan mutuamente en cualquier atrocidad, donde se entrenan las modernas guerrillas de los motines callejeros, donde se adiestra a vándalos para que destruyan estatuas y bienes públicos y los vuelvan pedradas con las que imponen su razón por la fuerza y el miedo de los cobardes, como ocurre en Chile. El término democracia de izquierda, como el de social democracia y tantos otros alias, son oxímoron que todavía algunos piensan que les son creídos cuando los esgrimen o cuando citan “tratadistas” que han gastado la vida en explicar la contradicción. Puebla, Aparecida, el Instituto Patria del comunismo billonario kirchnerista, son usinas dialécticas que proveen de impunidad y de excusas a los futuros dictadores. Sin ningún bienestar para nadie, salvo para los neooligarcas. Otra vez el materialismo dialéctico, que se ha apoderado de la Doctrina Social de la Iglesia y la ha transformado en un mandamiento marxista. Con bastante tolerancia papal, de paso. 

 

Dentro de los argumentos conque se descalifica la crítica, también está el de que la oposición está para oponerse, y entonces su accionar en tal sentido no es objetable. Novedoso. Toda acción política puede objetarse. Inclusive cualquier decisión democrática puede criticarse, porque no hay garantía alguna de que el pueblo no se equivoque, en realidad lo hace muy a menudo. Tampoco de que la democracia no se transforme en una dictadura de muchos. Por eso es tan importante el periodismo independiente y honesto, la crítica, la educación formal e informal libre, la protesta ordenada y el control cruzado republicano. La democracia, per se, no garantiza nada. Mucho menos las conductas. Cristina Kirchner ha hecho los desastres que ha hecho, por lo que ha merecido la crítica mundial, sin apartarse un ápice de las leyes y las reglas, por caso. Un aporte de la socia vitalicia y principal de todos los proyectos socialistas o similares de América. 

 

Que la oposición se pueda oponer no significa que siempre deba oponerse. Lo que debe hacer la oposición es controlar la gestión, y oponerse cuando lo crea oportuno con razones sólidas. Habría sido interesante que los filósofos socialistas y marxistas le hubieran reclamado igual deber y otorgado igual derecho a los opositores durante los quince años en que los monopolios estatales y el monopolio sindical hicieron lo que quisieron, perdieron fortunas, invirtieron en quimeras que enriquecieron a muchos, se llenaron de empleados y difusos comités a los que nadie les exigió responsabilidad ni ejecutiva, ni por mala praxis ni penal, salvo ridículas acusaciones por uso indebido de tarjetas de crédito, un delito menor de vendedor, mientras se esfumaban millones de dólares del estado, o sea de la sociedad. Pocas veces ha cabido con tanta precisión la descripción de Hayek de quienes se arrogan el derecho a vivir la vida ajena con la plata ajena. 

 

Y también, abusando de la inocencia, se ha sostenido muchas veces que, si la ley lo permite, se pueden cambiar las leyes cuantas veces se quiera, usando cualquier mecanismo legal. (Cristina de nuevo) El abuso de ese concepto también se suele llamar inseguridad jurídica. Se estila reclamar del gobierno que haga los grandes cambios para generar inversiones y empleos. Lindas palabras. Pero el gobierno tiene un solo camino para ello. Que no es salir a negociar uno por uno con cada inversor, ni crear zonas francas, repartir prebendas, vacaciones ni concesiones. Es simplemente preparar el camino. Desmonopolizar. Bajar el peso económico y de trámites paralizantes de la burocracia, cambiar un sistema laboral que sólo producirá desempleo de los empleos que sirven, huida o muerte de las pymes, radicación transitoria y precaria de los que huyen de otros frenteamplismos o pit-cnt’s regionales. 

 

Es cierto que eso al conglomerado de izquierdas no le conviene ni le interesa. El marxismo odia la acción humana. Necesita reemplazarla, aplastarla, someterla y neutralizarla. O sea, odia la economía y el desarrollo privado. Eso lo está logrando con relato y posverdad y cuando no le alcanza usa alguna clase de dictadura. Si el gobierno no logra pasar esa barrera de dialécticas y obstrucción en los próximos tres años, terminará haciendo el mismo papel de Macri en Argentina, aún con todas las diferencias entre países y entre gestiones que se quieran argumentar. 

 

Ese es el objetivo de los inventores del relato de la democracia izquierdista optativa.