\\
Publicado en El Observador 08/03/2022
¿Vamos ganando?
La guerra estúpida y cruel desatada por Putin ya ha provocado daños colaterales irreversibles en Occidente con las sanciones económicas a Rusia, además de la resurrección de Biden
Para comenzar con una conclusión, es imprescindible comprender que toda invasión armada a un país pacífico es, conceptualmente, un crimen de guerra. Todas las atrocidades que se puedan cometer a continuación de semejante paso son agravantes, indignantes o repugnantes, pero están incluidas en la terrible calificación desde el vamos.
Ya se ha dicho en este espacio que la dependencia europea y en especial alemana de Rusia y sus combustibles fue un error estratégico de inaceptable inocencia, agravado por la urgencia conque se pactó el acuerdo climático, sin tener ninguna alternativa viable en lo inmediato. Recuérdese que Alemania acaba de desmantelar la última de sus usinas nucleares. Eso fragilizó la economía europea y occidental, como se está viendo, y le dio armas y coraje a la locura putiniana.
Las sanciones económicas y financieras contra Rusia parecen uno de los pocos caminos existentes, descartada la opción nuclear, por razones obvias. En algún momento, luego de esta tragedia, se deberá analizar la compleja red de acontecimientos y acuerdos que posibilitó el acceso y desarrollo del armamento nuclear después de la guerra fría a países que eran percibidos como enemigos potenciales o al menos como rivales impredecibles e inestables, con regímenes opresivos o nada democráticos, proclives a reacciones bárbaras sin el contrapeso del control democrático de sus pueblos. Recuérdese a Irán, con quien EEUU está a un paso de prorrogar su acuerdo-capitulación.
La suma de debilidades previas tanto en el sistema financiero de occidente como en la dependencia energética y alimentaria de Rusia y la laberíntica relación que la globalización comercial de las últimas tres décadas generó, hacen que esas sanciones - que indudablemente complicarán gravemente la economía rusa - también explotarán en Occidente, como todo daño colateral de cualquier decisión bélica. Si Rusia dejara de suministrar gas y petróleo al resto del mundo, como parece, fuere por un acto de retaliación o por bloqueo a las compras de esos fluidos por parte de Estados Unidos y sus aliados, ya sea por el boicot del Congreso o de sindicatos u otros espontáneos que se niegan a operar barcos del ahora enemigo, causará fuertes daños a la economía del llamado mundo libre.
La primera consecuencia es la alta y continua inflación en dólares, que seguirá creciendo y que amenaza con provocar la temida estanflación y empobrecer al resto del mundo. Para que se entienda mejor, la largamente anunciada devaluación del dólar y del euro. Un objetivo que Estados Unidos y Europa vienen persiguiendo desde hace un cuarto de siglo, desde que decidieron resolver cualquier clase de problema, emergencia, desfalco o pandemia con pura emisión. Basta leer las series de la emisión monetaria para comprender que en realidad esa devaluación se produjo hace muchos años, en el momento mismo de emitir. (Ver von Mises) Esto se agravó con los mecanismos erróneos conque se trató de paliar el también erróneo aislamiento universal conque se intentó combatir la pandemia. Sólo desde marzo de 2020 la base monetaria estadounidense se aumentó en 40%, y las compras de bonos del estado y de bonos privados siguen aún en pleno funcionamiento, (más emisión) mientras la tasa de interés sigue siendo ridícula y gravemente nula. Por rara paradoja, los efectos financieros y económicos de este ataque ruso van en línea con la política de estado norteamericana, de proteccionismo, devaluación, tasa cero y “compre americano”, que permiten casi sin margen de error pronosticar un resultado muy parecido al del New Deal de Roosevelt, que sembró la miseria y el hambre en el mundo por tantos años.
Para contextualizar, algunos analistas de renombre de los principales bancos del mundo están recordando a sus inversores que en 2030 EEUU no tendrá suficiente recaudación más que para pagar sus intereses de deuda y sus gastos de defensa. El resto será todo déficit.
Frente a este panorama, la FED promete, apretándose la nariz, un aumento irrelevante y tardío de 0.25% de las tasas, lo que anticipa una inflación sostenida, firme y creciente, como establece la teoría económica. Aún no se ha derogado el axioma de Milton Friedman: “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. También curiosamente, esa inflación y licuación de deuda, capital e inversión coinciden con la prédica-profecía del Gran Reseteo socialista, que no es más que la pobreza universal, como modo de evitar la comparación y eliminar las inequidades al estilo Procusto.
Resulta en este sentido aleccionador analizar lo que está ocurriendo con la imagen del presidente Biden. Hasta un minuto antes de la invasión, aun sus partidarios lo acusaban y culpaban por la inflación, el gasto, la emisión, la demora en subir las tasas, el plan elefanteásico de obra pública, que harían perder la elección de medio término a muchos demócratas. Los gritos contra la emisión y los efectos en Wall Street repercutían en todo el mundo. De pronto, la inflación pasa a ser un efecto colateral tolerable y comprensible, naturalizado, imprescindible para luchar contra el enemigo asesino y salvar al mundo. Biden se convierte en un líder heroico (pese a que los muertos y mártires son ucranianos) que se alza contra el zar despiadado, ladrón y nazi y sus políticas, además de aplaudidas, son la única arma posible contra el mal. Hasta los republicanos lo aplauden. Y por supuesto, ningún estadounidense muere.
Imposible no recordar la aproximación hollywoodense de los norteamericanos a quienes percibe como enemigos. Una lucha entre el cowboy bueno y el cowboy malo, entre Superman y Luthor, Batman y el Pingüino, los Jedi y los Sith. Harry Potter y Voldemort en su versión británica. Imposible no recordar la reclusión en campos de concentración benignos de los residentes japoneses en la segunda guerra, o el macartismo convenientemente olvidado. La indignación por el ataque de Putin, si bien absolutamente justificada, también funciona como el miedo o el odio, y sirve para manipular a los pueblos, como enseñara Orwell en su novela-alegato 1984.
En un enfoque más técnico, para contextualizar, algunos analistas de renombre de los principales bancos del mundo están recordando a sus inversores que en 2030 EEUU no tendrá suficiente recaudación más que para pagar sus intereses de deuda y sus gastos de defensa. El resto será todo déficit.
Por eso en las entregas anteriores se dijo aquí que toda guerra es mundial, porque las consecuencias de la agresión o de la respuesta a esa agresión son siempre universales, hoy más que nunca. Cualquiera fuere el resultado de esta guerra iniciada por un delirante suicida, Estados Unidos, y con él Occidente, al apretar el botón de estas sanciones acaso también han apretado el botón de la decadencia final del capitalismo. Un misil parabólico bumerang.