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25/09/2021

Tres gobiernos, ningún gobierno

 

El país pende de una elección que en el mejor de los casos le dará respiro y una leve esperanza, gobernado por una maraña incomprensible de peronismos

 



 









Los privilegiados que tuvieron la suerte de gozar de la educación laica, gratuita, obligatoria y también eficaz e integradora de otrora, recordarán el trágico 20 de junio de 1820, cuando Argentina aún no había nacido, un día negro en el historial de las Provincias Unidas, tal vez el primer puntazo del tajo enorme que aún duele y que precedió a la creación de la República 33 años más tarde. Ese día Buenos Aires, entonces la verdadera reina del Plata (o del ex virreinato del Río de la Plata) tuvo tres gobernadores, en pocas horas, no tres gobiernos exactamente, ya que la Legislatura provincial los ignoró. O sea, que no tuvo ninguno, y se sumergió en el caos. 

 

La secuela, larga y también confusa, siembra de tristeza a la prehistoria nacional y no es el objetivo de esta columna profundizar sobre ello, algo que deja a los que saben. Sin embargo, como en una obsesión casi asnal por la recurrencia, un volver mitológico eterno e inexorable al pasado, Argentina parece estar hoy en ese mismo lugar. El país se debate, acezando penosamente entre tres gobiernos a los que no parece interesarle demasiado esas entelequias como la Patria, el pueblo, la Nación y otros valores por los que murieron tantos héroes en los campos de América, como dijera Borges. 

 

El gobierno electo en las urnas, el del presidente Alberto Fernández, ya había sido emasculado de toda autoridad por el gobierno virtual de la vicepresidente, que juega a la ficción con la sociedad argentina y parece disfrutar en ser la bruja perversa de una película de Disney - no de Pixar donde las Maléficas son buenas a veces - con la ayuda de La Cámpora, Zannini, Máximo Kirchner, Sergio Massa y un amplio elenco de ‘leales y lealas” que repiten consignas disolventes y vacías y construcciones dialécticas evidentes, superficiales y precarias.

 

Con el miedo que le ha inoculado las PASO, una elección que no sirve para nada hasta que desnuda debilidades que se habría preferido no notar, ese gobierno paralelo forzó a Fernández a cambiar su gabinete y reemplazarlo por algún otro, no importaba cuál, y así se llegó al actual engendro que parece más una fuerza de ocupación que una ayuda amiga. El gabinete de Juan Manzur, para denominarlo de algún modo, funciona como un tercer gobierno, informal, no elegido, pero ungido y tolerado por los otros dos. El tucumano, de múltiples y súbitos méritos y amistades, según la prensa amiga, es una mezcla de Cardenal Richelieu y Yeltsin, protegiendo y simultáneamente reemplazando, e invisibilizando al presidente. Patronizing, dicen con exactitud intraducible los angloparlantes. (Lo de Cardenal también simboliza algunos de los numerosos, superpoderes, superinfluencias y superrelaciones que se atribuyen al aún mandatario tucumano, que obviamente ha conservado su irrenunciable y rentable satrapía. Como se ha hecho saber prolijamente, Manzur tiene al mismo tiempo excelentes relaciones con el Opus Dei, el judaísmo, el mundo islámico, los laboratorios, los bancos, la OEA, la ONU y el FMI, más otras que se le atribuyen en Tucumán y en el mundo secreto de los fármacos, menos publicables)

 

Los tres gobiernos funcionan simultáneamente como controlantes del Congreso, y también como subordinados a él. Esto se verá más claramente a medida que pasen las semanas, cuando cada uno de los sectores que conforman este triple Poder Ejecutivo, para nada homogéneos en su interna, ya que son fruto de una típica marabunta  peronista, (lo que en términos futboleros se llamaría un rejuntado) comiencen a presentar o frenar proyectos que se choquen con los intereses de algunos de los capitostes del peronismo en algunas de sus metástasis y aumenten los malentendidos, desmentidas, operaciones, aclaraciones, obstrucciones, fuego cruzado, avivadas, desobediencias, negociaciones, negocios, contramarchas y torcidas de mano. Sabido es que el Congreso reporta a padrinos diversos, no a los votantes, y esa característica lo transforma en un cuarto poder ejecutivo, por la capacidad de mandar mensajes con el sólo amague de presentar un proyecto de ley, además del poder de daño del Senado, hasta el 10 de diciembre al menos. Los legisladores peronistas y sus subordinados de otras fuerzas actúan unidos o divididos según les convenga, como es sabido. Y esas divisiones son diferentes cada vez. Con los votos populares usados como misiles aún entre ellos. 

 

Todos estos gobiernos simultáneos y concurrentes, que hasta ahora no han gobernado sino que han usufructuado del poder, que no es lo mismo, se unen y se esfuerzan temporariamente en un solo plan, una sola idea, un solo objetivo, que es recuperarse de la derrota de las PASO y lograr revertir lo que anticipan como un rechazo de las urnas. Ya se sabe, y así lo ha anticipado esta columna, que para ello recurrirá a la coima al votante, la prepotencia y la persuasión de respiración en la nuca para imponerse a los díscolos intendentes, punteros, gobernadores y descarriados varios, y la recaptación de la bondad comunicacional mediante técnicas de convencimiento efectivas y contundentes. El poder por el poder mismo, reza la política fácil, moderna y banal. 

 

Mientras tanto, como planeando por sobre este trabalenguas de poder e intereses, el ministro negociador de la deuda se ocupa de encontrar palabras que expliquen lo inexplicable para mantener la ficción de que finalmente se llegará a un acuerdo con el sistema financiero internacional, empezando por el FMI. Algo que ahora luce lejano, lejano, luego de que a la tolerante Kristalina le hayan lanzado los perros de la acusación de ser proChina, algo que es imperdonable en el mundo de Biden, por lo menos por un tiempo.  Guzmán es, en ese aspecto, una especie de quinto gobierno intocable, que aún la temible viuda de Kirchner respeta y con el que elude confrontar mientras la complazca en silencio. Por dos meses exactos.  

 

Cuando el plan de aluvión de reparto, jubilaciones graciables suicidas, emisión, fin milagroso de la pandemia y de restricciones a viajeros, abuenamiento de la AFIP, maternidad conmovedora pompadouriana, regalos tarifarios, diarreas educativas, se complete, es posible que con la acción de tantos poderes ejecutivos practicando al unísono persuasiones populistas diversas se descuenten algunos puntos electorales. Tal vez. Si así fuera, en ese momento recién se notará más duramente el problema de los múltiples gobiernos peronistas. O del desgobierno. Con el ministro de negociación de deuda volando por el aire, el FMI ignorado y desterrado y ninguna esperanza ni la posibilidad de un plan medianamente coherente, sino un campeonato de insensateces para conformar a los distintos machos (y machas, con perdón) alfa de las manadas, y el otro desgobierno, el de la inflación desmadrada, agujereando las esperanzas de la ciudadanía. 

 

A este panorama, que difícilmente pueda ser rebatido con algún dato serio, se une ahora la división deliberada de la Corte, que se apalanca en el egoísmo del ministro Lorenzetti, que ayer mismo era descaradamente funcional a Cristina con un planteo absurdo en una institución de 5 miembros, dos de los cuales son beneficiarios/víctimas del trigobierno, con lo que el proceso de designación del presidente de la Corte puede ser eterno por este quorum que acaba de inventar, abriendo así la puerta para la excusa de la intervención de los otros poderes y rompiendo el orden sucesorio del poder ejecutivo,  una maniobra vil, antirepublicana e indigna. Esta rebelión es entonces a pedido de la viuda de Kirchner y será usada por el kirchnerismo que busca la impunidad aún a costa de arrodillar a la república. 

 

No habría que hacerse demasiadas ilusiones con un cambio salvador después del 14 de noviembre, porque es muy factible que tras la coima generalizada y alevosa la elección no arroje contundencias mayoritarias que puedan torcer diametralmente el cuadro aquí descripto, aunque sí se pueda impedir barbaridades del tipo Maduro que lesionen todavía más a la Constitución y la Justicia, ya suficientemente manoseadas, y agregar una cuota mínima de seriedad y sensatez al Congreso, siempre bienvenida. 

 

Con varios gobiernos simultáneos, o sea sin gobierno, en la ruina, sin justicia, sin república y sin plan, sin crédito, sin inversión, sin moneda, sin empleo privado, con el estado generoso más allá del límite del agotamiento, con una buena parte de la sociedad indignada y desesperada buscando un mecanismo para irse, con una estampida de emisores y gastadores seriales repitiendo consignas irresponsables, fracasadas y gravemente peligrosas, con un segmento trascendente de la población que ya no quiere trabajar, con una mayoría de jóvenes sin formación ni educación alguna, ni oficio ni chances, con las instituciones de rodillas, vendidas o bastardeadas, la Argentina resiliente pone todas sus expectativas en una elección que le de alguna esperanza de seguir con vida y de continuar luchando una epopeya titánica. 

 

Como si por dos meses se estuviera paralizado en un trágico día de los tres gobernadores de 1820, al borde de la disolución. Como si Manuel Belgrano muriera empecinadamente una y otra vez ese mismo día sollozando infinitamente aquel “¡ay, patria mía!” postrero que la historia le ha atribuido y que podrían repetir todos los argentinos.