Triste elenco político
disputando
la presidencia de EEUU
El
socialismo después de la adolescencia es una estupidez, dice el viejo eslogan.
Bernie Sanders, el socialista que disputa con Hillary Clinton la candidatura a
presidente por los Demócratas, da amplia razón al aserto.
Su
discurso fue siempre y es ahora una mezcla de buenos deseos, errores
conceptuales infantiles y preconceptos y supersticiones dignos de vecina
ignorante de Brooklyn o del Bronx.
Solamente
se justifica su performance porque se enfrenta a Clinton, también con enormes
discapacidades técnicas y políticas para manejar la realidad y los problemas
concretos de la sociedad americana, como lo ha demostrado cada vez que tuvo que
enfrentarse concretamente a ellos.
Los
diarios citaban anoche y hoy sus críticas al TPP, el tratado transpacífico que
está en trámite de aprobación en el Congreso americano. "Es innecesario aprobar un tratado que hará que los trabajadores
de Malasia sean explotados por las trasnacionales", fue su conclusión.
Buen
punto, Berni. Justo lo que necesitaba. Con un preocupante índice de desempleo,
muchos países asiáticos aguardan cruzando los dedos que el tratado será aprobado. Para esos países, y para su gente, el salario
que paguen las trasnacionales, por bajo que fuera, será una bendición, no un flagelo como teme el
combativo senador.
Además
es ignorante de las características del tratado, que justamente obliga a los
firmantes a mantener condiciones laborales que guarden similitud con las que
existen en Estados Unidos, para evitar la competencia desleal, no
necesariamente por altruismo.
Sanders
asume la actitud de un defensor de los derechos del trabajador en todo el
mundo, papel que no le corresponde, pero al hacerlo también ignora la historia:
desde Japón en adelante, pasando por todos los países ahora exitosos, las
condiciones laborales de los países exportadores han empezado casi siempre al
borde del trabajo esclavo, para ir evolucionando hasta alcanzar estándares a
veces mejores a los americanos, para bien o para mal.
También
ignora la más elemental teoría económica. Lo que un país exporta es trabajo,
capital e innovación. Un país semi-emergente tiene poco de capital y de
innovación. Su única posibilidad, además de las materias primas que nunca son
suficientes, es exportar trabajo barato. Malasia, como otros países, no tienen
el temor de ser explotados por las trasnacionales. Quieren venderle a las trasnacionales.
Mal
momento para la política americana, con una disputa presidencial con personajes
payasescos y precarios, en un arco que va desde la extrema derecha vociferante
y xenófoba a la extrema izquierda desubicada y arcaica preocupada por los bajos
sueldos de Asia. Porque detrás de Sanders y Trump hay personajes todavía más
patéticos.
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