Los significados secretos  del TPP





Con el fin de la guerra fría, la caída de la URSS , la convicción de Ronald Reagan,  el abaratamiento de los fletes marítimos, el avance tecnológico y de comunicaciones, se universalizó la apertura económica que hoy conocemos como globalización, y que estaba en embrión desde el fin de la segunda guerra.


El proteccionismo, que había causado la depresión de 1930, empezaba a revertirse. Basado en los principios más puros de teoría económica, Reagan impulsó la apertura del comercio mundial, igual que posteriormente lo hiciera Bill Clinton con la creación de la Organización Mundial de Comercio.


La globalización revolucionó la geopolítica y permitió la inserción en el mercado laboral de cientos de millones de personas que estaban fuera de toda oportunidad.  También el surgimiento de nuevas potencias que dejaron de pensar en término de comunismo o capitalismo para hacerlo en términos de progreso, empleo, crecimiento, bienestar y paz.


Lamentablemente para nuestros países, las materias primas alimenticias fueron excluidas desde el vamos de las negociaciones. Los fuertes lobbies de los agricultores europeos, americanos, japoneses, canadienses, se impusieron a las teorías de Adam Smith y David Ricardo.


Estados Unidos y Europa firmaron luego tratados de libre comercio con Canadá y Japón donde se les beneficiaba con las commodities, por razones políticas. Esos tratados en algún punto violan los acuerdos de tarifas del GATT y la OMC, ya que no aplican la cláusula de nación más favorecida al resto.


A mitad de la década pasada, Estados Unidos y Europa aprendieron que el empleo no era infinitamente elástico. El aumento del comercio producía bienestar pero también transfería puestos de trabajo a la periferia.


Los bajos salarios, las pobres coberturas sociales y la precariedad laboral de muchos países, eran sus armas para competir.  Esas condiciones mejoraban dramáticamente con el crecimiento, como había ocurrido antes con Japón, que pasó de  la miseria salarial a tener los empleos mejor pagos del mundo. 


Un solo dato. La participación de EEUU en el PBI mundial, que era el 63% al fin de la segunda guerra y del 33% en los  ‘70, es del 22% en 2015.

La apertura comenzó a limitarse, no tarifariamente, sino por vía de reglamentaciones de salud, medio ambiente, condiciones laborales comparativas, sanciones políticas o cuotas.
Ya no se entiende como un mecanismo automático universal. Ahora el formato es el tratado de libre comercio. Como decíamos, estos tratados no respetan el principio de nación mas favorecida. Y también acotan el marco de competencia.


El TPP, Trans Pacific Partnership,  se encuadra en esa línea. Una alianza comercial temática entre 12 naciones. En este caso el Océano Pacífico excluido China. Con características muy especiales. Si bien se revisan a la baja 18,000 posiciones aduaneras, el objetivo es otro.


Se trata de acordar normas de salud pública, marcarias, de patentes, laborales, financieras. Por ejemplo, Estados Unidos ha impuesto la necesidad de que se cumplan ciertas normas de trabajo y condiciones laborales en los países que le exportan.


No es un acto de generosidad hacia los trabajadores. Si EEUU no emplea menores, tiene coberturas de salud, seguro de desempleo, cargas sociales, y accesorios, considera que es desleal que Malasia, por caso, les compita con productos elaborados por niños o por trabajadores sin ninguna cobertura. No se han vuelto sensibles. Le aplican a su exportador las mismas reglas que a su mercado interno.


Lo mismo ocurre con las reglas de control ambiental. Si EEUU controla la emisión de combustibles fósiles, tiene un costo que quiere que también tengan todos quienes le vendan. No se trata de cuidar el medio ambiente. Se trata de que no se produzca una especie de dumping ambiental en su contra.


Por supuesto, ofrece compensaciones a cambio. La más importante, es seguir comprándole a los países que acuerdan.  Y también se han  agregado muchísimos productos que se intercambiarán dentro de la nueva zona virtual, incluyendo cambios en el proteccionismo agrícola y reducción en la vigencia de patentes.


Me imagino a los anti tratados diciéndome que esto demuestra lo perverso de Estados Unidos y lo inteligente que es no firmarlos.


No creo en la bondad de Estados Unidos. Sí en la imprescindibilidad de participar del juego.  Estos doce países se comprarán entre ellos,  y dejarán de comprarle a quienes les compran hoy. Uruguay puede perder mercado a manos de Canadá sin poder hacer nada, por la simple aplicación del TPP. Y puede estar condenado a no poder venderle a Japón, a Chile o a Ecuador.


Y aquí viene la esencia del planteo. Uruguay, Argentina, Brasil, Paraguay, tienen un problema común.  No son del Pacífico, no pueden participar de este bloque, que representa el 40% del comercio mundial, porque el bloque no está creado para negociar con países extra zona.  Deben elegir entre ser llaneros solitarios o unirse para fortalecerse y negociar política  y económicamente desde posiciones más fuertes,  o serán mendigos.



Conclusión: ha llegado la hora de cambiar la estructura y funcionamiento del Mercosur inútil. Esto supone dos acciones políticas previas para ganar credibilidad y viabilidad. Primero, la suspensión de Venezuela por la cláusula democrática, ya que nadie nos llevará el apunte con ese socio, además de merecer con creces la sanción.  Segundo, la eliminación del Parlasur, que ha transformado al Mercosur en un organismo de protección a varios gobiernos dictatoriales y corruptos  que sufrimos. Además de ser una pretensión digna de Macondo.


Luego habrá que generar un acuerdo muy fuerte entre los presidentes de Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay  para que el Organismo se dedique en serio a crear acuerdos extrazona y a utilizar su mercado conjunto como prenda de negociación.


También se deben incorporar reglas claras para la negociación con países individuales, caso China.  Esta Unión Aduanera de entrecasa ha mantenido privilegios inaceptables para países y empresas que no nos favorecen en el comercio. No negociar en conjunto, y no permitir que los miembros negocien individualmente es sospechoso, al menos.


De paso, habrá que elegir Presidentes con el nivel intelectual , político y moral como para estar a la altura de la tarea. Haber transformado el Mercosur en una cueva de corruptos y de prebendarios va en contra de los intereses de sus miembros. Eso debe cambiarse de un tajo.


Hoy estamos dando privilegios comerciales a muchos países que nos cuotean o que ponen vallas a la venta de nuestras producciones, o manipulan los precios  que obtenemos vía subsidios internos. Negociar la solución de esos casos es una tarea imperiosa que hay que llevar adelante inteligentemente y con seriedad. 


El TPP redondea un cambio en las reglas de juego.  La apertura seguirá, pero con otras reglas y otros métodos.


Como siempre, podemos aceptarlas o no. Quedarnos en la queja o participar.  Resignarnos o competir dentro de reglas globales que no podemos controlar.


TPP también puede traducirse como “Tratado Para Pocos”.  Es cuestión de elegir. 


Tal vez su próximo auto, querido lector, será de una marca del país que más nos compre.



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Publicado en El Observador de Montevideo 06/10/2015



El mundo ahí afuera es cruel y poco solidario


Empecemos por Argentina. La idea sobre la que se basan los programas económicos de los candidatos con chances es arreglar con los crueles holdouts para tomar nueva deuda en el mercado internacional.  


A partir de allí las intenciones varían. Unos quieren hacer pequeños retoques al gasto, otros parecen ser más ambiciosos.


Como Uruguay no ha podido zafar de la doble dependencia de sus vecinos, tiene sentido esta advertencia sobre mi país: no le será tan fácil lograr el acuerdo con los buitres negros, como Cristina cree que son, ni conseguir nuevos créditos.


Los holdouts tienen un juicio en firme ganado en todas las instancias. Acordarán muchas cosas, pero no aceptarán cobrar con bonos de otra jurisdicción y ley que la del estado de New York, como es obvio.  Fernández  entra en convulsiones ante la idea.


Por eso hará ley la resolución bizantina de la ONU sobre restructuración de deuda soberana. Eso parece intrascendente teniendo en cuenta que en 65 días se va del poder. Pero piénsese en un Congreso dividido en tres sectores, de los cuales dos son peronistas (y entonces tarde o temprano vuelven a unirse).


Esa ley  presagia grandes discusiones ante cualquier arreglo, ya que la intención es darle bonos bajo ley argentina a los acreedores no canjeados.  Si gana Scioli tendrá la tutela de su jefa espiritual para obligarlo a seguir ese camino. Si gana Macri tendrá la oposición en el Congreso de los kirchneristas y de un buen sector de legisladores que por ideología querrán lo mismo.


En el mejor de los casos el arreglo tomará mucho más de lo previsto, a la vez que aumentará la presión acreedora ante el Juez Griesa, lo que alejará la toma de nueva deuda.


En la precaria  concepción económica argentina, sin tomar deuda no se puede salir del cepo cambiario, con lo que tampoco por ahí hay que esperar grandes cambios en lo inmediato.  Ni se podrá arreglar la intríngulis de los subsidios – suicidios sin inversión externa, que no vendrá en esas condiciones.


Y aún así, la devaluación y la restricción presupuestaria inevitable reducirán su volumen de importaciones y su presión exportadora.


Uruguay hará bien en tomar nota de que por esos horizontes no llegará un milagro, ni siquiera un alivio.  


Del lado de Brasil, está claro que ha decidido, vía su tipo de cambio, bajar sus importaciones y elevar sus exportaciones, más un ajuste del gasto que también golpeará a sus vecinos. Esto ya no es una posibilidad, sino una certeza. De modo que por ese lado más bien hay que esperar malas noticias para la economía oriental.


En el orden global, el preacuerdo de ayer  sobre el TPP, que involucra a EEUU, México, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Japón y el sur asiático, muestra el futuro: los países ya no harán acuerdos globales, sino tratados regionales de libre comercio. ¿Qué quiere decir eso?  Que van a acordar comprarse y venderse entre ellos, no competir abiertamente. Una especie de acuerdo aduanero proteccionista colectivo, más que una apertura.


Eso quiere decir que dejarán de comprar a alguien para comprarse entre ellos. Y como Uruguay ha decidido que no firmará ese tipo de acuerdos, en una rara interpretación de la realidad mundial,  la tendencia será que perderá compradores.


Con esos escenarios de fondo,  hay que reinterpretar y hasta revisar íntegramente todas las ideologías y las ideas que se pretende imponer a un país. El ministro Astori dice que no hay una crisis. La habrá en breve si no hace algo en serio.


         La controvertida y procesada Christine Lagarde dice que Uruguay no perderá tanto crecimiento, pero agrega: confío en que el gobierno hará lo que debe hacer”. ¿Hará el gobierno lo que debe hacer? ¿Le dejará su politburó hacerlo? ¿Sabe Lagarde lo que dice o es de compromiso?


Como un conductor inexperto que sobrepasa una fila de autos en una cuesta, se está corriendo el riesgo de creer que todo va bien porque no se ve el camión que viene de frente.


Para poder entenderme con los filósofos comunistas, si aún existen, lo pondré en estos términos. Si se sigue creyendo que el gasto, el déficit y la inflación de 10 puntos son conquistas sociales  y derechos divinos cuando el ingreso externo disminuye y seguirá disminuyendo, el ajuste será por desempleo rampante indiscriminado.


Si se sigue hurgando en la supuesta riqueza ajena para ver qué impuesto sacarle de modo de perpetuar una bonanza que ya se marchó, la inversión interna y externa se esfumará. Les guste o no a Astori, Lagarde  o a quien fuere.


Abroquelarse en las frases de una ideología que nunca sirvió y que ahora sirve menos es útil solamente para demorar o para durar, a un alto costo, un ratito más.


En este marco, cuando no se es formador de precios ni se es proveedor de innovaciones tecnológicas, si el mundo ajusta hay que ajustar, a menos que se haya descubierto una fórmula que debería ser publicitada para bien de la humanidad. De lo contrario el ajuste terminará siendo por éxodo.


No hay crisis aún. Pero vamos sobrepasando una fila de autos en la cuesta y no vemos lo que viene en la subida del otro lado.




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El posgrado en economía
del Frente Amplio



No es mi plan de vida transformarme en ONG de asesoramiento económico, pero querría hacer algunas reflexiones que le vendrán bien a los especialistas del Frente Amplio. Ya que he fracasado en darle consejos a Cristina, debo probar suerte con otros cabezas duras. 


Ante el auge de las commodities, que fue y será excepcional por un rato largo, el Frente eligió en sus dos períodos, en especial el segundo, aplicar un modelo de comportamiento pro-cíclico.


Aumentar el gasto del estado en los momentos de abundancia parece hasta un concepto de justicia, sobre todo si se elige ignorar el comportamiento cíclico de las variables.


Si bien ese esquema fue muy redituable políticamente, fue también sumamente irresponsable, por la naturaleza férrea del gasto uruguayo, que impide virtualmente su reducción sin rebelarse contra la Constitución.


Esa abundancia agrícola privada coincidió también con un buen momento de la inversión inmobiliaria y de las operaciones de banca off shore, así como para la banca local, que recibía una fuerte afluencia de negocios del exterior. También el turismo pasaba por su mejor momento.


El sector privado, con buenos ingresos, toleró la presión impositiva y laboral que se produjo desde 2004, y también la apreciación del peso, consecuencia lógica del aumento de exportaciones.


La teoría de la distribución de la riqueza quedaba así demostrada. Se podía repartir, crear más puestos públicos, aumentar los costos y los impuestos y tarifas sin que la economía sufriera y sin que el sistema privado de producción (el único que existe, ya que el estado no genera riqueza) protestara o se resintiera.


Casi como para que la ciudadanía se preguntase: “¿Cómo no se nos ocurrió antes? Era cuestión de tomar el poder y repartir bienestar”. 


El Frente amplio creyó, por un momento, que había inventado una nueva teoría económica. Y peor, creyó que sabía de política económica. Como un chiquilín que arroja una piedra al cielo un momento antes de que caiga un rayo y cree que lo ha provocado, creyó que hacía justicia social cuando lo que hacía era dilapidar el momento único de bonanza.


Los precios de las commodities están volviendo a su lugar histórico, la banca off-shore y los depósitos del exterior, junto con sus ejecutivos, fueron fulminados por el GAFI y sus mandatos, la inversión inmobiliaria ha desaparecido para siempre por igual razón y el turismo sufre por el atraso cambiario aún no digerido.


Ante ese panorama, que es serio pero no dramático aún, el Ejecutivo intenta hacer lo que técnica y sensatamente corresponde. Bajar el gasto y consecuentemente el déficit, contener la inflación, dejar que el peso se deprecie ante la baja de las exportaciones, hacer tratados de apertura comercial para mejorar su intercambio.


Pero el Frente Amplio cree que sabe de economía. Y como el chiquilín de mi metáfora, apunta tontamente al cielo esperando que se desprenda otra vez un rayo. O tal vez, no le conviene saber. Prefiere también ser un chiquilín caprichoso que quiere todas las semanas un juguete nuevo.


Entonces, se comporta como dueño de los legisladores y hasta del propio presidente. Y con sus alter ego gremiales decreta que el gasto no debe bajar, sino que al contrario, debe subir. Y eso provoca que las metas de inflación, que también son parte de la plataforma partidaria, no sólo no se cumpla sino que muy probablemente se excedan.


Tampoco deja que se deprecie el peso, ya que eso, si no se baja el nivel de gastos, provocaría más inflación. De paso, presiona con las gremiales para aumentar sueldos y costos laborales, una buena manera de destruir la escasa exportación con valor agregado.


Y en las horas libres, sabotea cualquier intento de apertura comercial tratando de defender, con enorme ignorancia técnica, el empleo y el salario, que terminará paradójicamente afectando gravemente.


Lo que pareció una convivencia posible entre la producción y la repartija en la época de bonanza, terminará en una seria crisis económica y política a corto plazo por este camino. Lamento ser quien diga esto tan abiertamente, cuando se advierte que la sociedad prefiere no reconocer ni la crisis ni su evolución inexorable, como si al no mencionarla se conjurara su presencia y sus efectos.


Como tantas otras veces ha ocurrido con la economía, lo que no es arreglado por los gobiernos es resuelto por la realidad. Del peor modo. Los dos caminos que quedan, que espero no se sigan, son el endeudamiento y el aumento de la presión impositiva. Y los dos desembocan en desastre.


Otra idea es apuntar al cielo con el dedo esperando que eso descerraje un rayo.


En Argentina estamos acostumbrados a que los políticos usen a la sociedad como cobayo para los trabajos prácticos de sus Master fallidos en economía aplicada.


Es una pena que Uruguay no aprenda de su vecino golpeado.



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