Publicada en Infobae 10/08/2015



Sergio Massa: el King Maker




El silencio electoral de cinco horas al que el kirchnerismo condenó a la ciudadanía es una muestra de la decadencia y el atraso al que ese gobierno precipitó al país en esta lamentable década transcurrida.


Tanto en el ridículo formato-papel de los votos, como en los oprobiosos episodios prepotentes y patoteros de robos de boleta, se evidenció la barbarie a la que está sometido el pueblo, cuya defensa se pregona hipócritamente.


La manipulación vergonzosa con la que también el kirchnerismo fustigó a la población con sus encuestas en boca de urna cuidadosamente machacadas por medios y periodistas, sorpresiva  y sospechosamente amigos, constituyen además un agravio a la democracia.


Pasemos ahora a tratar de entender los resultados de ayer.


El enorme despilfarro económico adicional en que se incurrió para tratar de sostener un consumo inviable y famélico, y las ilegales e insoportables cadenas nacionales de la presidente, no han dado aún los resultados esperados.


Como anticipaban las últimas encuestas, algunas corregidas de apuro para salvar la ropa de las encuestadoras, Daniel Scioli obtenía a la madrugada 36.5% de los votos, mientras que Cambiemos lograba el 31.4% y UNA el 21.5%, con 40% de mesas escrutadas.


Inesperada recuperación para la alianza Massa-De la Sota, con el importante aporte de Felipe Solá, que se transforman ahora en árbitros de la primera vuelta y el balotaje, si no en factor definitorio de la elección presidencial.


Probablemente influidos por el recuerdo del efecto Lousteau, muchos analistas sugerían anoche que se trató de una elección de candidatos, no de alianzas, de modo que no habría que descontar una alineación automática de los votos de Cambiemos con Mauricio Macri, ni los de De la Sota con Massa.


Me permito disentir de esa idea.  No parece que los radicales y los seguidores de Lilita fueran a estar dispuestos a votar en primera vuelta a Scioli, ni tampoco existe el elemental efecto defensivo que ejerció el kirchnerismo al apoyar a ECO en CABA contra su virtual rival Mauricio Macri, ayer confirmado.


Recordemos que Macri tiene dos gálibos a superar. Debe pasar los 30 puntos por si Scioli llega a 40, y debe tratar de que Scioli no llegue al poco democrático 45%  que lo consagraría presidente.  El tope de 30 puntos parece superado. Ahora veamos el segundo tope mágico.


Está claro que si los votantes de Massa votan del mismo modo que ayer, la segunda vuelta está decretada, una enorme complicación para Scioli.


¿Qué podría hacer que no votaran del mismo modo?


Por un lado, el clásico concepto del voto útil. La percepción de que al no tener chances de ganar, apoyar a Massa sería tirar el voto. En tal caso, parecería más razonable que muchos de los votantes de UNA se inclinasen por votar a Scioli, peronista igual que ellos al fin. Aquí pesará mucho el liderazgo de Massa y De la Sota, y también jugará la capacidad de captación de Macri sobre esos mismos votantes. Habría que  recordar mi nota de junio en este mismo diario zannini-un-catodo-o-un-anodo .


En ella sostenía que la designación a dedo de Carlos Zannini, y la inserción también dactilar de La Cámpora en los centros nerviosos del poder político peronista, podría revitalizar a Massa y crear una polarización interna en el peronismo.  Parte de ello empezó a ocurrir ayer.

        
El tigrense pasará ahora a recibir los coqueteos de su ex facción y del macrismo. Dulce venganza para un doble ninguneo. Es cierto que los votos son del votante, pero el peronismo tiene una propensión pastoril a actuar como majada, de modo que el próximo presidente de la Nación, bien puede llegar a ser designado por Sergio Massa.


¿Qué puede ofrecerle el kirchnerismo a Massa? O mejor, ¿qué oferta creíble le puede hacer el kirchnerismo  a Massa? ¿Acaso la gobernación de Buenos Aires, por lejana que parezca la idea? Recordar que Solá es el tercer candidato en ese distrito, que ya gobernó.


Del otro lado, ¿qué puede ofrecerle el Pro, o Cambiemos, a Massa? Adivino aquí menos flexibilidad que en el kirchnerismo. Tanto por la inflexibilidad de Macri como por la presencia siempre complicado del radicalismo  y de Carrió.


Sin embargo, parece más factible en términos políticos una alianza de Macri con Massa que de éste con su viejo entorno, en especial si se analizan los resultados de ayer en provincia de Buenos Aires, y la masa de diputados que puede aportar UNA para la imprescindible gobernabilidad en caso de que Macri fuera el presidente.


Seguramente que también habría presión interna de sus candidatos a diputados y gobernadores para Massa, que no querrán exponerse a no tener candidato a presidente en su boleta, o a sufrir un éxodo de boleta completa hacia alguna de las otras dos fuerzas con mayores chances.


Sergio Massa es ahora lo que en inglés se denomina un King Maker. Por un instante efímero, la democracia le ha conferido ese papel.  Una bala de plata. Que obviamente, sólo se puede disparar una vez.



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El precio de la ignorancia y la estupidez



Al principio de nuestra historia y hasta los 40,  Argentina se identificaba como sudamericana.  Una pertenencia geográfica sin compromiso ni bandera. La inexorabilidad de la geografía, un domicilio no elegido ni cambiable.


El país tenía una prosapia europea y un futuro de grandeza americano. Una educación todavía poderosa, una población educada y en muchos casos culta, una legislación liberal, con derechos inalienables. Aún los golpistas militares pertenecían a su clase alta, y eran tolerados como una ideología válida.


La guerra había tornado importante nuestra producción agropecuaria, que se había convertido en imprescindible mundialmente. El país ayudaba a España y tenia un papel relevante y el respeto de la comunidad internacional. Nuestras universidades eran garantía de saber y de excelencia. Aún los peores políticos eran ilustrados.


Argentina era el único país de américa parecido a Europa. Y los argentinos estaban orgullosos de ello, y se regodeaban con soberbia de esa seguridad y superioridad.


Un día, casi no vale la pena el esfuerzo de precisar cuándo, ni  por inspiración de quiénes, se sembró la simiente de la falsa humildad. Por ella, debíamos dejar de considerarnos diferentes, y buscar las semejanzas con nuestros vecinos de subcontinente.


Ese criterio evolucionó luego hacia la solidaridad, por la que debíamos recibir a las masas pobres de algunos de esos países y educarlas, atenderlas, darles salud y educación.  Y eso se hizo hasta el exceso y el abuso, sin límite ni control, sin medida y muchas veces, en detrimento de los argentinos.


La corrección política, un invento de la prensa y de escritores mediocres, temulentos y enfermizos, fue volviendo obligatorio no sólo integrarnos, dudosa necesidad, sino parecernos. Y como siempre que eso ocurre, para lograrlo tuvimos que desvalorizarnos, deteriorarnos, precarizarnos.


El miedo a la incorrección política nos hizo tolerar todas las barbaridades y excesos, aún en contra de las conveniencias como nación. Ahora mismo usted se está preguntando si me he vuelto facho, o nazi, cuando lo que le digo es lo que todos los países tienen en cuenta al diseñar su estrategia geopolítica.


De pronto, al mandato de teorías marxistas y maoístas, que nos eran ajenas pero que compramos con bastante superficialidad e ignorancia, incorporamos la idea de ser américa latina.  Una rara pertenencia mezcla de protesta, vagancia, pobreza, precariedad, resentimiento, desesperanza y fracaso.


Esa américa latina no era una identificación geográfica ni tenía que ver con países. Más bien era como la agrupación de las marginalidades de cada país sudamericano, si se me permite, lo peor de cada uno. Supuestamente pertenecer a esa suerte de etnia era un destino común imaginado por nuestros próceres, que nunca habían dicho tal cosa.
Fuimos en ese proceso dejando de lado nuestros mejores atributos y características, solamente denigrando la historia, despreciando nuestros valores y remplazándolos por diatribas casi sin sentido ni ilación.


La necesidad americana de globalizar por satélite nos rebautizó con un nombre inexistente, Latinoamérica, una región, como dicen los yankees. Y su compulsión racista nos volvió, para peor, latinos, una especie de subclase despreciable, sólo importante en épocas electorales. 


Lo que ocurrió en los últimos doce años, fue una continuidad del proceso que describo. La diferencia de fondo fue que en vez de parecernos a ese imaginario espacio Latinoamérica, al santacrucificarnos nos transformamos en Macondo.


No es cierto que somos víctimas de un proceso ideológico. Estamos infectados por una dialéctica ignorante y superficial que no es privilegio de nuestra representativa presidente, sino que hace mucho que atraviesa como  una secante nuestra sociedad, y lo que es peor, nuestra inteligencia individual y colectiva.


Ese proceso nos hace ser irónicos con cualquier concepto de patria o de grandeza, con cualquier proyecto de retomar la senda perdida, con toda idea que implique recuperar la confianza en nosotros y nuestros valores. En esa purulencia se inscriben la destrucción de nuestros próceres y símbolos, el gutural y ululante himno villero, la defensa de los asesinos mapuches como si hubieran sido realmente pueblos originarios en vez de depredadores.


No es fácil determinar si se trata de un plan perfecto de desaparición de una nación, aunque lo parezca. Lo cierto es que mayoritariamente lo estamos siguiendo al pie de la letra.


Paradojalmente, no nos estamos pareciendo ni siquiera a la América Latina de hoy, sea lo que fuere que eso es.  México ha decidido con brillantez no ser parte de la “región” sino ser américa del norte, una inteligente pertenencia geográfica.
Colombia ha hecho enormes esfuerzos para salir del cepo de la negrura narco y lo ha empezado a lograr.


Perú y Chile son países pujantes que aprovecharon los ciclos políticos y económicos al máximo.  Ecuador, aún con un gobierno circense, lucha por seguir las reglas de la civilización. Bolivia, pese a sus concesiones telúricas, es ortodoxo en sus políticas.


Uruguay se parece cada vez menos a Argentina. O más bien al revés. Y junto con el sospechado Brasil, nos acaban de demostrar que la justicia independiente es no solamente una condición esencial de la república, sino que los pueblos merecen respeto.


Hasta Paraguay, otrora paradigma de la trampa,  avanza en la mejora de su economía y sus instituciones. Ese Paraguay al que desplazamos arbitrariamente del Mercosur por la cláusula democrática para incorporar  a una dictadura asesina.  Hoy deberíamos ser expulsados nosotros por el golpe institucional diario a la Justicia.


Argentina ha logrado no  ser sudamericana. Ha logrado no ser europea. Ni siquiera ha logrado ser Latinoamérica. Como si se hubiera pasado de rosca. Porque salvo al escupitajo venezolano, no se parece a ningún país de la región. Ha logrado ser nada.  


Eso si: tal vez pronto sea la capital narcolatina.


Esa es la verdadera tarea que tendrá un nuevo gobierno si quiere hacer un servicio a la nación. Volver a tejer la trama histórica. Volver a insertarnos donde debemos estar.


Como dijera el maestro Borges, reencontrarnos con nuestro destino sudamericano.  




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Un país oscuro y encapuchado




Expresa la Constitución Argentina: ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe.


Tal garantía se inspira en los principios de limitación de la monarquía y el despotismo que se comenzaron a imponer a fuerza de espada en los albores del siglo XVII: ningún hombre estará subordinado a otro, sino a la ley.


Ninguno de los dos preceptos se están cumpliendo en la ex República Argentina. Toda la nociva construcción del cepo y atraso cambiario se basa en una combinación de aprietes, amenazas, algunas resoluciones secundarias que habilitan una jurisdicción inexistente (como la de la AFIP), para disfrazar los controles.


         El cepo no es meramente una medida económica, está inhibiendo la capacidad de generación de riqueza y bienestar de la Nación por muchos años, está afectando vidas y patrimonios, destruyendo empresas, ahorro, inversiones y futuro.


Sin embargo, todo su sistema está construido sobre un mecanismo ilegal y en las sombras. Funcionarios ignorantes que telefonean o convocan a operadores, legales y clandestinos, para amenazarlos, intimidarlos, multarlos, fundirlos, amedrentarlos, con el fin de aplicar una ley que no existe.


Desesperado porque la realidad no es de su agrado, el poder decide cambiar a pura prepotencia y disfraza ese atropello de derecho, imponiendo con la gendarmería, por ejemplo, un tipo de cambio que sólo existe en su imaginación enfermiza.


Se usa el poder del Banco Central, de la AFIP, de la CNV, fruto de leyes que en muchos casos son autocráticas y vagas, para lograr objetivos que no están en sus funciones, disfrazando con frases rimbombantes el atropello. A veces los miembros de La Cámpora, cual nuevos Camisas Pardas, asuelan las empresas legales o no, jugando a ser policías en un corso despreciable de psicopatía del estilo Che Guevara.


Como en la mejor Unión Soviética de los 70, donde nada estaba prohibido pero nada se podía hacer, Argentina es hoy un país con un sistema de contralor encapuchado y en las sombras. Incapaz de hacer. Sólo sabe prohibir y castigar.


La prohibición de importar y exportar que rige para muchos bienes, no es fruto de una ley, sino de una maraña de artilugios, conversaciones, ataques, aprietes, amenazas, utilización arbitraria de leyes que fueron aprobadas con otros propósitos. Pero siempre se termina en una prohibición o autorización arbitraria y sorpresiva.  O con silobolsas tajeados.


No se trata del efecto económico de estos procederes. Se trata del ataque sistemático a los derechos del ciudadano.


Las leyes que se aprueban son deliberadamente confusas y amenazantes. La del terrorismo económico, que deja librado al arbitrio de un juez (Designado a dedo, tal vez) interpretar cualquier acción privada como delito. O el aborto del concepto del golpe de mercado, digno de Kafka, si no fuera que Kafka era instruido.


Leyes que tarde o temprano, con criterios deformados y aviesos, son usadas para justificar convenientemente cualquier ignominia o cualquier relato que se quiera imponer a la gente.


La no ley o la utilización tramposa de la ley. El ejecutivo designando jueces de un modo ilegal e inconstitucional, especulando con sus negociaciones con la Corte, o conque la Corte no se atreverá a declarar inconstitucional tantas barrabasadas. O removiendo a cualquier juez que maneje causas en contra de la familia reinante si no es de su agrado, sin causa alguna y con argumentos vergonzosos por lo vacíos.


El escamoteo alevoso de atribuciones de la Justicia para transferirlas a otros poderes en manos amigas que garanticen impunidad o venganza, es otra característica del mundo de sombras en que se nos ha sumergido.


Y como corolario, un corro de militantes y funcionarios de cuarta que se espían entre sí, espían a otros poderes, espían a los ciudadanos, se entrometen en sus vidas, amedrentan con carpetas o legajos. Ratas que espían desde los tirantes para ver de dónde robar algún mendrugo, cerdos como los de la Rebelión en la Granja orwelliana, jugando a ser poderosos, sin aceptar su condición de cuadrúpedos hozantes.


El país atemorizado, acobardado, perseguido, humillado, que además recibe burlas y agravios de la presidenta en sus cadenas diarias, también ilegales. Todos atrapados en la dialéctica del relato democrático, de los derechos humanos, de las reivindicaciones, de la lucha contra la pobreza.  Presos de la mentira ideológica. Víctimas hasta del cambio de la historia que es el cambio de la memoria.


Para el lavado de dinero sí hay una ley, aunque sea inconstitucional (nadie se dio cuenta) que se prorroga eternamente para comodidad de los ladrones que compran propiedades para dejar blancas sus negruras de acción y de alma.


Y como toque final, la sociedad entera ofrendada a la droga, con el sistema de seguridad convenientemente apuntado para que mire hacia otro lado, y el sistema judicial que pareciera que en este punto sí está de acuerdo: hacer del país una gran narcovilla. La no ley.


Mientras tanto, con el apoyo del más grande emporio mediático del país, supuesto enemigo del gobierno, y del establishment prebendario, el gobierno propone un candidato continuista, un Maduro propio, del que, en nuestra inocencia, o en nuestra desesperación, esperamos que traicione a su Chávez vivo, (viva) y se transforme en un Alvear, o un Roca.


Tengo claro que nada de lo que digo servirá para mucho. Pero es bueno que “ellos” sepan que ‘nosotros” sabemos lo que son, quienes son y lo que hacen. No habrá historia para los que nos agravian, nos entregan y nos humillan hasta la descerebración y la vergüenza. Habrá justicia.


Enfrentamos el peor y mas grave momento de la historia argentina. Un gobierno democrático, encapuchado.



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