La deuda con los importadores
Un contrato de venta de "dólares
pasado"
Una larga charla-debate con mi colega y
amigo Roberto Cachanosky nos permitió a ambos aclarar ideas sobre el Bonar USD
2016, el bono del Tesoro cuya emisión se dispuso el 23 de diciembre.
Esta es mi parte de las conclusiones,
seguramente Roberto comentará las suyas,
ya que en su momento anticipó con gran valentía y conocimiento la
situación pavorosa de reservas en que estábamos sumidos.
El bono es del tipo de lo que se ha
dado en llamar "Bono Milei" en reconocimiento a otro colega, Javier
Milei, que propuso como alternativa para absorber pesos sin crear una espiral
inflacionaria la emisión de un bono a suscribir en pesos pero denominado en
dólares.
El objetivo es saldar con él la deuda
que el Central tiene con los importadores. Se recordará que, acuciado por la
escasez de reservas, el BCRA no entregó a los importadores los dólares
necesarios para pagar importaciones con DJAI aprobadas, una especie de
"pido" que hubiera merecido una trompada si uno se lo hubiera hecho a
cualquiera.
Para ponerlo en términos más técnicos,
el importador tenía virtualmente un "call" que el Central incumplió:
debía entregar dólares contra pesos en un determinado tiempo y forma y no lo
hizo. También a un determinado tipo de cambio.
Como buena parte de esta situación data
de 2014, el importador se enfrentó a la desagradable situación de no poder
pagarle a su proveedor. Como se sabe, ni
los proveedores aceptan como excusa que el Banco Central está loco, ni el importador
tiene ganas de perder a un proveedor y de perder prestigio como cumplidor.
De modo que, sin entrar en mucho
análisis, es fácil colegir que, como tantas veces en nuestra fecunda historia
de "pidos" del estado, el importador anticipó los fondos a su
acreedor, por uno de dos caminos, el Contado con Liquidación, o dólares de su
propiedad ubicados en el exterior. Eso era lo que correspondía.
Como parte de la salida del cepo el
Banco Central ha aceptado esta deuda con los importadores, y ha dicho, en la
palabra de Alfonso de Prat Gay, que habrá un cronograma de pagos, aunque sin
entrar en precisiones.
Ahora se concreta la alternativa
también ofrecida por Prat Gay: la emisión de un bono ad hoc para solucionar el
problema. Aquí empieza una madeja interesante de desenredar.
En esta licitación sólo podrán
participar los importadores a quienes el Banco les adeuda dólares, de modo que
yo llamaría a este bono un "Milei forzoso". Lo de forzoso va porque
la alternativa de pago en cuotas es sólo una promesa que, sin dudar de la
pureza sacrosanta de los nuevos funcionarios, se vuelve especialmente vaga en
cuanto al tipo de cambio a utilizarse en su momento.
El importador probablemente no tenga ya
los pesos que necesita para comprar los dólares, pero los tenga o no, esta suscripción tendrá el efecto
secundario de secar la plaza de pesos, lo que no viene mal.
Aquí vale la pena la disgresión de que
el Central ha incumplido hasta ahora solamente con la entrega de los dólares.
Habrá que ver si cumple con el valor al que calcula los pesos que aceptará en
pago de ese Call del que hablábamos.
Esto es importante si se mira desde el
aspecto del cumplimiento de la obligación por la operatoria, como si se
comprende que el importador vendió su
mercadería a un precio relacionado con el tipo de cambio de ese momento.
Estamos
en presencia de un extraño formato, que en oposición al de contrato de venta de
dólar futuro, llamaría de contrato de venta de dólar pasado.
Pronto sabremos si se respeta ese tipo
de cambio histórico. La licitación supone que los importadores "han ganado
el derecho" a licitar a un cierto precio, bonos por el monto de dólares
que se les adeuda.
Como esto no es un remate, todos los
bonos tienen que terminar pagándose al mismo valor en pesos, con lo que habrá
de utilizarse algún mecanismo de consenso en un único valor. Ese único valor, tendrá implícito el tipo
de cambio que se reconocerá al importador.
Ahora viene la segunda parte, esto no
termina aquí. Una vez que el importador se haga de los bonos, tendrá que optar
entre quedarse con esos papeles y obtener una renta de 6% anual, o venderlos.
Si decide venderlos, deberá hacerlo en un mercado secundario en el exterior,
para conseguir dólares.
Quiere decir que al ofrecer/acordar el
precio que pagará por el bono en la licitación tendrá que tener en cuenta:
El tipo de cambio histórico implícito
El desagio por tasa y riesgo que puede
sufrir en la reventa
Los costos de esa operatoria
El tiempo de espera que media entre la
compra y el establecimiento de un
mercado secundario.
La pregunta que surge es: ¿y todo este
lío no se evitaría emitiendo un bono también suscribible en pesos, también con
ley argentina y también pagadero en un año, pero abierto a cualquier
interesado?
Si bien Griesa y su facilitador están
más mansos con el acercamiento argentino, los holdouts no sacan la espuela del
caballo. Un elemental principio de negociación les hace ponerse duros cuando
Argentina muestra su disposición de negociar. Cualquier armenio lo entendería.
En ese plan, si el Bonar USD 16 fuera
abierto, se parecería peligrosamente al Bonar 24, y sufriría múltiples trabas y
objeciones, y hasta podría ser posible
que se impidiera su lanzamiento.
En cambio, este formato mata varios
pájaros de un tiro. Resuelve el problema con los importadores, absorbe pesos de
la plaza, evita cualquier impugnación al tratarse claramente de un instrumento
de pago de una deuda local y los privados se juntan con muchos dólares, de los que algunos pueden retornar.
Es posible especular, meramente
especular, con la presencia de algún banco americano que esté interesado en ser
un comprador importante de estos bonos, lo que facilitaría la formación del
mercado secundario y una rápida liquidez del papel.
Para terminar de cerrar la comprensión
del tema, hay que tener muy en cuenta el misterio y silencio insondable que
rodean a las reservas disponibles, que parece ser el único aspecto de la
gestión kirchnerista que tendrá continuidad. Esperemos que no sea una política
de estado.
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