Publicado en El Observador  05/07/2022





Entre la limosna obligatoria y el impuesto infinito

 

En su eterno día de la marmota, Argentina vuelve a intentar la fórmula con la que fracasara tantas veces: el socioperonismo voluntarista y la lealtad militante

 


















Una breve descripción de la nueva ministra de Economía argentina, Silvina Batakis: se trata de una burócrata con muchos años en el Estado, de mala gestión durante la gobernación en la Provincia de Buenos Aires del también malísimo Daniel Scioli. De su gestión, sus acciones, su actuación política previa, sus declaraciones, sus escritos y tuits, es fácil afirmar que cree en la emisión monetaria sin consecuencias inflacionarias, en el aumento de impuestos para subvencionar a las clases pobres, en el aumento de retenciones al campo y es una militante peronista ferviente que funcionará como amanuense de Cristina Kirchner. Mencionada antes de la mascarada del domingo como una alternativa de emergencia, se debió recurrir a ella luego de que el gobierno y la jefa del peronismo argentino se encontraran con un escenario absolutamente previsible en el que ningún economista serio y respetado aceptaba hacerse cargo de la doble bomba de tiempo que estallará: la económica y la política. 

 

Cristina y su hijo reinan ahora en ambos frentes. Y ambos frentes llevan a un porrazo fatal. El redistribucionismo, la emisión de pesos para generar la sensación de riqueza, el apoderamiento de todo ingreso o ahorro visible, el cepo al dólar, la burla al Fondo Monetario y el reciente acuerdo y el plan de usar el populismo para volver a ganar la adhesión necesaria para que un nuevo candidato designado triunfe en las elecciones presidenciales de 2023. El Maquiavelo de cabotaje, Sergio Massa, tampoco quiso hasta ahora arriesgarse a ser el Jefe de Gabinete de un gobierno moribundo. Cristina y los gobernadores tienen chances nulas de conformar el consenso político o Acuerdo Nacional que todos los opinadores consideran fundamental para encontrar un punto de inflexión al desastre que ellos mismos provocaron. Massa no lo ignora y su patriotismo no alcanza para inmolarse en semejante sacrificio. 

 

El divorcio entre la realidad y el relato peronista – todo totalitario tiende a creerse sus propios mitos - se notará en el dólar paralelo, cuya distancia del tipo de cambio oficial puede alcanzar niveles siderales. También en las góndolas vacías de los supermercados, en la desinversión de lo poco que queda, y en una recesión que será una mala recesión porque no será parte imprescindible de un proceso sanador sino de la recaída en viejos y errores y viejas ignorancias. La ex clase media argentina padecerá aún más la redistribución de pobreza inherente a estos modelos que mezclan el facilismo del reparto de bienes ajenos con la ignorancia deliberada o fingida, con la negación de las consecuencias económicas y los efectos de las propias acciones. El modelo de inimputables, tanto por su corrupción como por sus medidas. La clase baja está drogada textual y simbólicamente, sumergida hasta el vasallaje.  Los mercados, y el FMI, incluyendo sus principales socios, pueden jugar un papel lapidario en el futuro inmediato (lapidario viene de lápida).

 

Si bien Argentina, y el peronismo, colaboran a caricaturizar la realidad, a exagerarla tangueramente y a transformar en sainete las consecuencias de sus errores, no se deberían desperdiciar ni minimizar las lecciones que este proceso brinda, ni atribuirlas solamente al mecanismo payasesco del dúo Kirchner-Fernández y su troupe. 

 

Lo que le ocurre y le ocurrirá al país vecino es la inexorable consecuencia de intentar redistribuir la riqueza por decreto, usando la lapicera - diría Cristina. La creencia de que el impuesto sobre cualquier manifestación de capital que se encuentre a mano es una herramienta válida para apoderarse de los bienes ajenos, relativizar el derecho de propiedad, y repartir platita ajena alegremente a los pobres y a los postergados vaya a saber por quién, la amenaza permanente sobre cualquier ganancia empresaria o ahorro personal con el formato que fuere, gravámenes, tipo de cambio controlado, retenciones, no tienen ningún efecto negativo. Ni siquiera hace sentido volver a mencionar la absurda convicción de que la emisión sin correlación con la producción no ocasiona inflación creciente, despropósito suicida. Ni sirve advertir a los supuestos beneficiarios, los pobres y desiguales, que esos intentos boligráficos que parecen populares terminarán empeorando su situación, no mejorándola. El resentimiento y la desesperación llevan a más mendicidad feudal. 

 

Aunque no al mismo ritmo veloz acelerado de vodevil argentino, único en su género, las consecuencias del uso de la lapicera sin correlato y sin crecimiento previo, se hacen sentir siempre y en todo lugar. La confiscación o la prepotencia impositiva también. Porque ciertas leyes económicas, ciertos resultados, no son eludibles con ninguna teoría disponible con validez académica. El ataque contra la producción, el ahorro y el capital que en nombre de la justicia social y la equidad emprendió el peronismo franquicia Kirchner, llegan siempre a este mismo final, cualquiera fuera el que lo intentase, o el país que lo hiciera. Siempre se puede argüir que se ha descubierto un impuesto, una retención, una Renta Universal, una limosna obligatoria manejada por burócratas que no tiene efectos negativos. Es falso. Siempre se termina como Argentina. (Válido para Gran Bretaña, Europa, EEUU y Uruguay también)

 

El modelo es el de la Patria Grande, cuyos resultados se pueden verificar en los países que más han avanzado en la profundización del uso de la lapicera y en el tiempo. Sin excepción. Y no se trata solamente de consecuencias económicas. También se llega a la grieta política. La misma que hace hoy imposible un acuerdo de fondo en el vecino, tanto entre sus políticos como en la sociedad. La misma que hace huir y exiliarse a los individuos que quieren producir, trabajar, estudiar, progresar, de todos los países invadidos por el repartismo. No hay acuerdo posible, ni siquiera el pacto democrático, cuando una mitad quiere vivir a costa de la limosna obligatoria de la otra mitad. Sin excepciones. 

 

Por supuesto que se puede sostener que Argentina es una excepción, y hasta gozar de su tragedia. Sería un error. Sería caer una vez más en el “a mí no me va a pasar, porque yo lo haré mejor y no fallaré”, un paso de soberbia prolegómeno de la pobreza general y la sumisión al Estado burócrata.  

 

 



Publicado en El Observador, 28/06/2022


La feta del salame

 

El maquiavélico arte de prometer la igualdad y terminar en la pobreza, la pérdida de libertad y la dependencia de la burocracia gobernante

 



El título reproduce una vieja frase que se usaba para diseñar y calificar el accionar fiscal del estado, desde el rey en adelante, en todos los formatos. Se consideraba una especial habilidad del gobernante la capacidad para ir extrayendo poco a poco, incesantemente, impuestos crecientes y sobre cuánta manifestación de riqueza hubiera, sin que el efecto sobre la víctima impositiva fuera tan grande como para provocar una reacción, una indignación, un corte de alguna cabeza real, una rebelión. De ese modo, como si se cortase una feta del salame cada día, se terminaba por recaudar lo mismo, pero disimuladamente, empobreciendo al contribuyente, pero sin enojarlo demasiado. Hasta comerse todo el salame. Con el tiempo se transformó en teoría fiscalista, prohijado el concepto por ese gran asesor de autoritarios que fue Maquiavelo. 

 

Así han venido procediendo la mayoría de los países, mucho más los que cedieron a la prédica facilista del socialismo, que va desde la plusvalía a la renta universal, de la justicia social al populismo, de la lucha por la igualdad a la confiscación redistributiva. Y que se acelera ahora deliberadamente – en la opinión de algunos, para no enojar a los moderados políticamente correctos – con la suma algebraica ruinosa de la pandemia, la aislación totalitaria, la emisión para subsidiar esa aislación, la lucha contra el cambio climático descubierto de golpe, con los impuestos inefables adheridos a esas excusas, la inflación consabida, (Otra forma de cortar la feta de salame de la piel de los sectores productivos, y también de los pobres) el proteccionismo en nombre de generar más trabajo -una mentira desenmascarada mil veces por la evidencia.

 

No se trata de un fenómeno local, sino universal, como todo fenómeno local. El socialismo y los gobiernos que fueron elegidos con el compromiso tácito o prometido de incautar cualquier manifestación de riqueza y repartirla entre los que no la tienen, los políticos oportunistas y facilistas (casi todos) los movimientos sociales representados por sus líderes (una nueva y rentable profesión) van en pos del autocumplimiento de su profecía-objetivo de lo que llaman el Reseteo global o la Agenda 2030, que como sostiene la columna, no se basa en ninguna línea de pensamiento teórico-económico elaborada ni analizada, sino que es sólo un plan de revueltas y reclamos para conseguir imponer la pobreza universal. Algo que sí está demostrado por la evidencia empírica. 

 

Para ir al plano local, cuando el PIT-CNT-FA propone desembozadamente la idea de aplicar un impuesto a los ahorros uruguayos en el exterior y otro impuesto a las ganancias no esperada o extraordinarias, (los que evidentemente aplicará cuando vuelva al poder) recurre al concepto de la “Feta del salame”, o cree recurrir a él. Castigar con un par de puntos de tax a los ahorros, cualquiera fuera el lugar del mundo donde se encontraren, no es una delgada membrana del embutido, ni mucho menos. Pero tiene la virtud de parecer porcentualmente poco, de presentarse como un impuesto sin demasiadas contraindicaciones, o sin efectos sobre las decisiones económicas, y sobre todo, de no afectar a demasiados votantes, lo que lo hace potable para muchos, una forma de feta del salame perfecta. 

 

Lo mismo ocurre con el impuesto a las ganancias inesperadas o el apelativo que se le quiera poner para endulzarlo. Afecta a muy pocos, que de todas maneras están ganando más de lo esperado, por ahora, deja conforme al resto de la sociedad que no se siente amenazada por él, y afecta a un sector de la producción cautivo, porque difícilmente la tierra pueda ser trasladada. Siempre los trabajadores de la tierra fueron odiados por el socialismo, aunque siempre vivió de ese sector. Creer que la democracia (o su redefinición socialista) puede legitimar semejante exacción sistemática, es una ilusión, la negación típica, esta vez de una grieta insalvable. La tiranía confiscadora de la mayoría.

 

Ambos tipos de gravámenes tienen además un condimento que potencia su sabor, como el glutamato: será destinado a compensar a los sectores que dependen del estado, que, por alguna razón evidente para sus promotores, merecen ser una clase especial a la que el resto de la sociedad debe proteger y ofrendar sus bienes. Subsidiariamente, compensar la inflación con nuevos impuestos es, además de impracticable, un despropósito más inflacionario. 

 

 

La feta perfecta. Pero hay algunos detalles. Desde el comienzo mismo de la organización civilizada de las sociedades, ese tipo de impuestos redistributivos nunca alcanzan ni alcanzarán. Así lo muestra la evidencia, no el relato o la posverdad. Lo que significa que las alícuotas que hoy se venden como razonables, y los sujetos del impuesto que ahora se muestran como culpables de la pobreza o la desigualdad, en poco tiempo dejan de ser suficientes para mantener y satisfacer tantos pedidos y necesidades cuya solución se garantizan, que las alícuotas suben, y los sujetos gravados se aumentan, en una espiral continua y creciente. La feta del salame es, entonces, cada vez más gruesa. Cada vez más generalizada. Esto, si se insiste en ser objetivo, ha ocurrido siempre, si se dan validez a las estadísticas y medición de resultados serios. 

 

Por eso es por lo que, tarde o temprano, los gobiernos que prometieron o garantizaron ese bienestar vía reparto de bienes ajenos, se encuentran en poco tiempo con que no alcanzan los bienes para confiscar y repartir, sea porque el país es más pobre que lo que las pretensiones de su sociedad reclaman, sea porque los sectores elegidos como benefactores obligatorios por las burocracias abandonan, se van o se cansan, y no pueden ya ser ordeñados. Esto también surge de las evidencias empíricas, que, por supuesto tampoco son tenidas en cuenta, o son tapadas con posverdades, relatos o acusaciones insultantes. No hay impuesto neutro, sin efectos negativos o sin decisiones de la acción humana que se alcen contra lo que perciben como un robo al fruto de su trabajo, su riesgo, su sacrificio y su ahorro. 

 

En ese momento los gobiernos que han surgido de una decisión democrática empiezan a no comportarse como tales. Cambian su definición de lo que es democracia, tienden a perpetuarse, a negarse a abandonar el poder, a limitar la libertad y la propiedad privada, que pasa de ser un derecho que se ha rotulado convenientemente como no absoluto, a ser casi un delito. Y también aquí se aplica la teoría de la feta del salame. Los gobiernos repartidores se presentan al comienzo como respetuosos de derechos, seguridad jurídica, dialoguistas y dispuestos a manejarse con equilibrio y ecuanimidad. El país es de todos – dicen. 

 

Como el plan milagroso de tomar lo ajeno y redistribuirlo se agota en sí mismo por una elemental comparación entre la riqueza a repartir y las necesidades-derechos crecientes, (también probado hasta la redundancia por la odiada evidencia empírica) se comienza poco a poco a limitar la libertad y la propiedad de modo de hacer coincidir la realidad con los seudoplanes. Cortando también una feta de derechos y de libertad cada día, para que no se sienta tanto. Como la proverbial rana que muere sin sentirlo en el agua que se hace subir un grado de temperatura cada vez, hasta que hierve. Mientras tanto, se ha ido eliminando la oposición con elecciones donde se impone la demagogia de la redistribución, o con trucos políticos diversos, con coerción, con corrupción o con colusión. Entonces el gobierno bajo la bandera justicialista y equitativa se perpetúa en el poder de algún modo, la libertad y la propiedad desaparecen o se vuelven una teoría, y se llega al ansiado coeficiente Gini cero, porque ese es el coeficiente que arroja la pobreza generalizada. Se acabó el salame. Lo que queda, si queda, es la ruina que muestra en todos los casos la evidencia de los resultados, que siempre se niega. Robin Hood estaba con los pobres. Por eso peleaba contra el recaudador. 

 

Por lo que, quienes perciben este momento mundial como el comienzo de una nueva igualdad, de una nueva libertad, de un nuevo derecho, están luchando en realidad por una vuelta al feudalismo, que ya asoma. La negación de la acción humana, el intento de substituírla, ya fuere desde un paquete de ecuaciones o con un gobierno prometedor y seudosensible, tiene como consecuencia la pérdida del derecho de propiedad, base de la civilización moderna, y la pérdida de la libertad, base del sentido mismo de la existencia del animal pensante, el ser humano. También eso se va perdiendo de a fetas diarias. 

 

En el viejo argot rioplatense, se llamaba salame al lelo, al no avispado, al bobo, al que no razonaba con coherencia, al desprevenido que se dejaba estafar comprando buzones y ómnibus. La feta del salame, a la luz de ese lunfardo, cobra un nuevo significado que debe llamar a una seria reflexión, sobre todo a quienes aspiran a ser objetivos y moderados. Después será tarde. 





Publicado en El Observador 21/06/2022


¡Vamo’ arriba, la Patria Grande!

 

Los modelos politicoeconómicos basados en el resentimiento y la búsqueda de una igualdad instantánea a costa del otro, llevan al vasallaje, como eligió Colombia




 

Por el 50,44% de los votos, Colombia eligió presidente a Gustavo Petro, el terrorista comunista implicado en asesinatos masivos, de mala gestión como alcalde de Bogotá, pero con fuerte arrastre entre los sectores más pobres. El resultado parece reflejar la creciente disconformidad por la desigualdad colombiana, una de las más profundas de la región. 

 

El electo mandatario se apresuró a asegurar que en su gestión se iba a promover el desarrollo del capitalismo, frase en la que nadie informado puede creer, pero que anticipa el relato que caracteriza a los gobiernos latinoamericanos de similar ideología, que en todos los casos sostienen su adhesión al capital, a la inversión privada y a la democracia hasta el momento mismo de asumir. 

 

La ciudadanía no ha votado engañada ni confundida. Ha elegido el camino de la extrema izquierda, con lo que el país castigado por las FARC y el narco se suma a Venezuela, Cuba, Nicaragua, y Chile, por ahora, en la conformación del sueño plasmado en el Documento de Puebla. La Patria Grande, cuya defensora máxima en el área es Cristina Kirchner, que ha logrado imponer su versión del modelo en Argentina, que avanza a toda velocidad hacia el coeficiente Gini igual a cero, o sea a la reducción absoluta de la desigualdad, por supuesto que vía el igualador empobrecimiento. 

 

En términos políticos, este proceso no es diferente a lo que ocurre espontáneamente y se fomenta, menos espontáneamente, en todo el mundo antes llamado libre: descrédito merecido de las dirigencias, malas gestiones, corrupción en la sociedad y en el poder, enriquecimiento de los políticos, colusión entre ciertos sectores privados prebendarios y los gobiernos, y, más tácticamente, polarización real o empujada en varios sentidos que lleva al blanco o negro fatal que culmina en resultados como el del domingo en Colombia. 

 

En términos económicos, tal como se ha probado en los países más adelantados en ese proceso, el futuro de Chile y de Colombia está sellado: la expulsión del capital y la inversión, el empobrecimiento vía la confiscación impositiva y de todo tipo de los ahorros o el patrimonio de quienes se queden, el desempleo privado inherente y un fuerte deterioro del bienestar. Este proceso puede ser más o menos rápido según las demandas o las urgencias. Como es sabido, el socialismo reseteador de la agenda 2030 no toma en cuenta ni valida la evidencia empírica, único mecanismo posible de evaluación (como niega y obstaculiza las pruebas del tipo PISA en la educación), por lo que lo que lo ocurrido con esas experiencias en el pasado no es tenido en cuenta como espejo del futuro. Aunque esta elección ofrece una nueva oportunidad de analizar la evidencia empírica, o sea el resultado de la aplicación práctica de sus ideas, promesas y grado de concreción de las esperanzas. Será desastroso y también será ignorado por la fatal burocracia de planificación central en su dialéctica. Queda la esperanza de que las sociedades de cada país lleguen a comprender que sus necesidades y sus desigualdades no se satisfacen por este camino, y que su urgencia tiene efectos peores que los problemas actuales. 

 

La idea que suelen tener las sociedades de que ellas son distintas, mejores o más dialoguistas que las de los demás países que han fracasado es similar al concepto, aún de buena fe, de los dirigentes e ideólogos que sostienen que lo que tantas veces ha fallado a ellos no les ocurrirá, porque esta vez será diferente y se aplicará mejor. Una forma de discriminación y de soberbia que se paga con la miseria y con la pérdida de la libertad. Porque como resumiera Hayek, todos los modelos de planificación central, redistribución sin correlato, estatistas y de fatal arrogancia de la burocracia, de cualquier signo, terminan fracasando y como consecuencia de ello, terminan en algún formato autoritario o dictatorial. Con lo que la declamada democracia sólo se esgrime cuando se pierde o cuando se procura el poder, para olvidarla de inmediato. También evidencia empírica que se descarta tanto en la construcción ideológica como en el discurso.  

 

Quizás los colombianos, como antes los chilenos o los venezolanos, ilusionados con que se trata de un triunfo de la democracia, acaban de dar un paso que los aleja por mucho tiempo del concepto democrático verdadero, porque el tipo de gobierno que han elegido suele no ceder su bastón de mando fácilmente cuando es derrotado. Al mejor estilo maquiavélico, llegan para quedarse. La democracia pasa a ser lo que su dialéctica decreta que es. 

 

En este caso en particular, hay algunas consideraciones que agravan el problema. El fuerte protagonismo e imbricación del poder narco en todos los estamentos colombianos, por la corrupción y por la violencia. Que se proyecta cada día más a la Patria Grande, se ve en las calles, en el delito grande y chico, en el miedo, en la subordinación y naturalización, en la filosofía resignada a toda mafia, en la corrupción de la droga. La Patria Grande es una patria narco. 

 

El otro aspecto desesperanzador es la posición sumisa del gobierno de Estados Unidos ante Venezuela, de la que necesita su petróleo, posición hipócrita y hasta pérfida, tanto en lo que hace a los principios éticos y del derecho, como en lo que hace a su pactada lucha contra el demonio inventado del cambio climático, que también ayuda a su necesidad petrolera. Eso preanuncia un silencio o un enojo formal y tibio frente al avance del narcogobierno en la región, un factor todavía más grave que el puramente económico, e igualmente irreversible.

 

Por supuesto, todo pueblo tiene derecho a elegir su destino. Y toda sociedad tiene derecho a considerarse distinta a todas y creer que a ella esto no le pasará. Se llama democracia, ¿verdad? 

 

 




Publicado en El Observador 14/06/2022




El avión negro

 

El peronismo, cada vez que fue gobierno, estuvo del lado de los malos globales. Esta vez también. Los aviones han pasado a ser el modo preferido de importar esa maldad

 



 Cuenta la leyenda, y la historia, que Perón les cobraba a los judíos que llegaban a Argentina huyendo del holocausto un peaje para otorgarles la visa para radicarse y, tras la caída de Hitler, les tarifaba hasta 5000 dólares el pasaporte a los nazis que huían del Juicio de Nuremberg y del juicio de la posteridad, huida planificada en la tristemente famosa operación Odessa. Habrá que rescatar el espíritu equitativo y justo del General, que al menos cobraba más caro a los ex SS que a los judíos. 

 

Como si fuera un apotegma o un mandato, su movimiento continuó esa costumbre de lucrar con ese formato de inmigración, aunque no siempre al nivel de cinismo y perfidia de su líder, pero siempre a costa del prestigio o del presupuesto del país, siempre con alguna contribución (coima) ahora democratizada para no dejar afuera a los distintos estamentos de militantes relevantes.

 

El militarismo, padre y gestor del peronismo, ya había firmado un pacto de amistad con los peores al comienzo de la segunda guerra. No es olvidable la adhesión empecinada al eje del mismo gobierno del que Perón era simultáneamente ministro de Guerra, secretario de Trabajo y vicepresidente.  Como si fuera una maldición, o una condena, desde ese entonces Argentina ha estado del lado de los malos universales cada vez que tuvo gobiernos justicialistas. Los crueles y sanguinarios ataques a la embajada de Israel y a la AMIA y aun la muerte del hijo del presidente Menem, han sido atribuidos a sanciones ejemplificadoras del terrorismo islámico, por quién sabe qué incumplimientos de qué pactos del entonces primer mandatario, en pago de alguna ayuda financiera en su campaña electoral, como mínimo. La entrega de un predio militar y el regalo de la construcción de una mezquita en la mejor zona de la ciudad de Buenos Aires habrían sido un acto de humillación y un gesto del riojano para sellar la paz y. compensar la necesidad de venganza, dentro de la especial lógica del pensamiento y la ética del mundo árabe. 

 

Néstor y Cristina Kirchner continuaron esa línea y la profundizaron, por lo menos en lo económico. - En lo económico personal -  acotarán sus detractores, aunque como ha dicho la señora, esa acusación no es procedente, porque sólo la historia y el pueblo pueden juzgarla. La justicia no rige en su caso, como se sabe. Su creciente simpatía por Fidel Castro se continuó con su afecto e identificación con Hugo Chávez. Pero no fue sólo una simpatía política. Cuando se paga adelantado en 2005 el 100% de la deuda con el FMI, a pedido de sus autoridades, el hecho es presentado como la decisión de liberarse de su tutela, aunque se trató de complacer un pedido del Fondo a varios países latinoamericano. El monto para ese pago se obtuvo de una extraña operación de bonos que fueron comprados por Venezuela con un descuento del 15% jamás explicado. (Difícil hacerlo, cuando a precio de mercado se colocaban con tasas mucho más baratas) La posterior necesidad posterior de juntar los fondos para pagar esos bonos – imposibles de defaultear - fue la causa y razón del primer cepo de Cristina en 2014/15. 

 

En 2007 se produce el extraño caso del avión contratado por la estatal ENARSA que trae a bordo al emisario venezolano Antonini Wilson con la famosa maleta con 800,000 dólares descubiertos por error por una agente de policía aduanera que no estaba en la tramoya y que se argumentó judicialmente que eran para pagar la campaña presidencial de la viuda de Kirchner.  Los otros agentes no osaron descubrir más maletas. Se recordará que Chávez debía viajar a Argentina poco después para cerrar, entre otros, el contrato sobre gas licuado (otra obsesión rentada rioplatense). Nadie se ha ocupado todavía en relacionar esos hechos, ni se ha verificado que en las cuentas de Venezuela figure semejante ganancia de la venta de bonos con descuento. 

 

Pero Cristina protagoniza más episodios. El alevoso memorando de impunidad con Irán, que obligó a aprobar ex post al Congreso y por el cual fue procesada, un pacto impulsado por un sector lumpen de su militancia, los acuerdos secretos con Rusia y China, de alcances desconocidos y para muchos peligrosos, y el acuerdo pesquero extraoficial con sectores chinos no identificados nunca explicitado ni registrado, pero sí suculento. El apoyo insistente de ella y de su presidente proxy a Rusia, y su enojo cuando Alberto Fernández se intentó despegar de esa línea de subordinación. Los tratados estratégicos con Rusia y China, algunos cuestionados por la OTAN, en apretado resumen. La subordinación del presidente Fernández a Vladimir Putin en su visita fue evidente, si no escandalosa y vergonzosa. Lo sigue siendo hoy, como quedó más que claro en el Summit. 

 

Ahora se suma el sainetesco episodio del avión venezolano. No hay ninguna duda, de ninguna clase, de que no se trata de un accidente, ni de un error de algún funcionario de segundo orden, o de personal técnico o administrativo. El gobierno argentino permitió el aterrizaje de un avión paria rechazado por los países de la región y del mundo libre. Permitió la entrada de un grupo de terroristas buscados y repudiados. De una nave, unos tripulantes y unos pasajeros indeseables. Ahora navega en un mar de mentiras, de vacilaciones, de imprecisiones, de contrasentidos y de papelones, mientras el avión está varado sin poder reponer combustible porque nadie querrá exponerse a una sanción de Estados Unidos. Casi es posible apostar a que se incurrirá en un nuevo papelón y en alguna sanción internacional si se facilita su reabastecimiento, como ocurrirá. 

 

El peronismo tiene una larga fijación con los aviones. Desde la ruinosa creación de Aerolíneas Argentinas en 1949, pasando por el avión negro en el que se suponía que regresaría subrepticiamente Perón durante sus 18 años de exilio. O por los dos aviones en los que retornara por duplicado el líder en aquel noviembre lluvioso de 1972, con la imagen de José Rucci aguardándolo en la pista con su paraguas abierto y el otro regreso en 1973, con dos millones de personas esperándolo. Posteriormente, los peronistas se matarían prolijamente en las calles de Ezeiza durante tres días, y Rucci sería asesinado por Montoneros en una muestra de desafío al General. Y hoy Aerolíneas Argentinas es un nidal de contrabandistas y ladrones, apañados por el justicialismo, que cuesta cientos de millones de dólares por año, faro mismo de la corrupción nacional multipartidaria. Los desaguisados encadenados de PLUNA empalidecen frente a semejante logro. 

 

Este Boeing que ahora yace en Ezeiza como un caballo de Troya abierto, expuesto, derrengado, vacío, su tripulación iraní, su dudosa bandera, y su dudoso propietario, su secreto, la duda sobre si el pasaje era solamente el que se declara o si llegaron más misteriosos pasajeros venezolanos, iraníes o de otro origen, no es Argentina. No representa a Argentina. Este avión representa al peronismo. 

 

Es posible que la definición moleste y duela a quienes de buena fe adhieren a esa línea política. Si tal fuera el caso, deberían procurar cambiar totalmente la conducción de su movimiento y liberarse de la franquicia de La Cámpora, los gobernadores sátrapas y el kirchnerismo, que lo han precipitado en un abismo de expolio sistémico mafioso y de destrucción masiva económica, diplomática, política, social y moral. Y con ellos al país. 

 

 



Publicado en El Observador  07/06/2022



El peligro de creerse distinto

 

Sin un sistema de límites al poder y con alta dosis de materialismo dialéctico, la democracia requiere una plena redefinición, so pena de transformarse en una tiranía de la mayoría

 



El gobierno argentino presentó ayer su proyecto para gravar las ganancias inesperadas. No se trata de una definición incluida en la teoría o en la jerga tributaria, por lo que el presidente Fernández de Fernández se ocupó de aclarar que se refiere a las rentas excepcionales obtenidas con motivo de la guerra. Como su arrodillada industria no produce ni misiles antitanques ni cañones ni drones bélicos, es fácil colegir que se trata de un impuesto sobre la utilidad adicional que obtuvieron las empresas exportadoras agropecuarias con motivo de la suba de precios provocada por el doble efecto de la invasión rusa a Ucrania y por las sanciones de Occidente a Rusia para disuadirla. 

 

Será sin duda complejo determinar qué parte de la ganancia se relaciona con qué causalidades, pero de todas maneras el gobierno ya determinó que el gravamen alcanzará solamente a menos del 1 % de las empresas argentinas. (El peronismo en el poder omite recordar que, con el régimen que convierte al Banco Central en el dueño de todos los dólares de la exportación tras aplicar los confiscatorios descuentos del misérrimo tipo de cambio oficial y de las retenciones, el mayor beneficiario de la conflagración es el propio Estado, por amplio margen)

 

Es una obviedad acotar que los efectos en la inversión futura y en la producción y exportación agrícola serán gravemente negativos y, como ha ocurrido en el pasado, muy difícil de retrotraer. Pero no es ese el tema central de esta nota.

 

El punto que merece reflexión es que el impuesto es idéntico al que ha propuesto recientemente el PIT-CNT-FA, también con el argumento de que se trata de ganancias no esperadas, y también con la triquiñuela de conseguir la complicidad o tolerancia de otros sectores privados acotando que se trata sólo de unos pocos afectados, es decir que se aplican impuestos a unos pocos cuya protesta se supone no significativa, ni electoral ni económicamente, pero se perdona a muchos, por ahora. No muy distinto al impuesto sobre ahorros en el exterior, que también ha aplicado Argentina y también agita como bandera la oposición oriental. Una ganancia supuestamente inmerecida, un gravamen que sólo afecta a pocos, y que, milagrosamente, se sostiene que no tendría efecto sobre la inversión y el empleo futuros. Si no alcanza, después se repite el truco, ad infinitum. 

 

No existe argumento serio, ni menos serio, que autorice a ningún gobierno ni a ninguna mayoría a apropiarse, con la excusa o el fin que fuere, de una ganancia o patrimonio ajeno simplemente porque es inesperada o porque está disponible, en especial cuando ya ha tributado todos los gravámenes legales.  Tampoco a cobrar tasas adicionales ni progresivas. Se trata de una sanción y saqueo al capital privado, lisa y llanamente. Por eso el primer fin de esta nota es anticipar que toda copia del modelo impositivo y de reparto argentinos causará iguales efectos en la plaza local que los que ha causado y causará en el país vecino, o peores. 

 

Este abuso lleva a un tema de fondo, que excede el económico, que Uruguay ha decidido ignorar, por ahora. Como es sabido, el neomarxismo o socialismo global ha impuesto, mediante el simple relato, posverdad dialéctica o uso subliminal de redes, reivindicaciones, cancelaciones, sensibilidades exacerbadas, miedos, enojos o envidias, el concepto de que toda necesidad genera un derecho. Nunca se sabrá ni se probará sobre qué principios o razonamientos descansa semejante premisa. Por algo es materialismo dialéctico. Ese supuesto derecho, se reclama siempre al Estado, o sea a los demás individuos. O sea a usted. De paso, se supone que los recursos para satisfacer esas necesidades son infinitos, gratuitos y sin contraprestación alguna. 

 

A esto se ha agregado, con los mismos métodos dialécticos, el concepto de la igualdad o equidad, que políticamente significa que cada uno tiene el derecho a poseer lo mismo que cualquier otro, y lo que es más espectacular, a obtenerlo de modo instantáneo, sin esfuerzo, sin mérito, sin estudio, sin un proceso, sin ahorro, sin sacrificio y sin tiempo. De ahí que no sólo se reclame esa igualdad en términos económicos, sino que también se repartan títulos educativos sin calificar, cargos públicos, puestos políticos con igual criterio. No es casual que la tendencia sea que un chiquilín pase de curso sin saber nada. 

 

El supuesto derecho a la igualdad, que reemplazó a la pobreza como bandera - como el cambio climático reemplazó al calentamiento global cuando la evidencia mostró que no eran suficientemente dramáticos, o que se estaban reduciendo globalmente - unido a la instantaneidad, mueve a los políticos modernos, cuya mayoría apabullante tiene como único objetivo el poder, a complacer esas expectativas y a prometerlas. Finalmente, esos burócratas viven hoy de las ganancias de administrar el reparto. A esa tendencia de coimear a la población se le llama populismo, en el sentido más bajo y denigrante del término.

 

Como de la simple matemática surge claramente que esos supuestos derechos no pueden ser satisfechos ni en el corto ni en el largo plazo sin el aporte laboral y de ahorro de los propios esperanzados beneficiarios, como bien lo explicara Karl Marx, entonces la solución también instantánea de los políticos gobernantes es confiscar de algún modo el capital, los bienes o la ganancia de los sectores que producen y generan riqueza, con alguna justificación más o menos digerible y luego repartirla. Friedrich Hayek se ocupó de demostrar que, cuando esa fatal burocracia choca contra el imposible de la realidad, siempre deviene en dictadura de cualquier signo, no importa cuál. 

 

Pero hay un paso previo, cuando lo que se ha llamado en esta columna la mayoría de la mitad más uno impone esos criterios de “quita y reparte” al resto de la sociedad. Y esa es, en el corto plazo, la amenaza que se cierne sobre Uruguay. El impuesto a cualquier cosa, lo que Dino Iarach llamaba la “manifestación conspicua de riqueza” sobre la que dar el manotazo. Riqueza que tiende a achicarse hasta que cualquier cosa termina siendo una manifestación de riqueza en cualquier sentido. 

 

La reiterada muletilla de que Uruguay es diferente, además de algunas connotaciones poco felices, encierra una inocencia peligrosa, porque tiende a no validar la evidencia empírica, hasta que ya es tarde. Como un adicto que cree que como él es distinto, no sufrirá la misma suerte desgraciada de los demás consumidores. Porque la tan mentada democracia, el diálogo, el promedio que por 15 años jamás se aplicó y que ahora parece ser obligatorio, no regirá a la hora del apoderamiento del patrimonio ajeno. Ya ha pasado muchas veces. La tiranía de la democracia, o de las masas, como definiera John Stuart Mill en el siglo XIX, o el abuso del plebiscito, y la falta de límites al poder, que con precisión increíble definiera Tocqueville, cuyas recomendaciones fueron canceladas una a una por la izquierda mundial desde mitad del siglo XX.

 

Por supuesto que una democracia seria está concebida para zanjar cualquier grieta. Pero ese pacto sagrado tiene límites y obligaciones. Las garantías a las minorías, las de la mitad menos uno, no están suficientemente contempladas en el sistema uruguayo. ¡Bufen los teóricos!

 

No hay otra reacción más que la grieta frente al saqueo, al despojo o a la pérdida de derechos como la propiedad o la libertad. El problema es creer que todos cumplirán si ganan el pacto democrático que declaman y reclaman cuando pierden el poder. Riesgo que tiende a olvidarse si se da por descontado que se es distinto a los cubanos, a los venezolanos, a los nicaragüenses, a los argentinos a los colombianos y a los chilenos. Hasta que es tarde. 

 



 

 

 

 



Publicado en El Observador 31/05/2022



Paradojas aparentes de la conveniente ignorancia

 

Buscad lo que buscáis, pero no donde lo buscáis, decía San Agustín. Pasa lo mismo con la economía

 

















L
os políticos y los burócratas (o sea los políticos que ha sido electos para algún cargo estatal) y la sociedad, con leves diferencias de matices, viven presos de paradojas, falsas verdades que tienen un efecto contrario al que se cree, pero que suenan bien para el discurso o la campaña. O para reclamar alguna ventaja que paga siempre la sociedad toda. 

 

Y esa sería la primera paradoja: la creencia de que todo beneficio, dádiva, subsidio, o regalo del estado como se le llame, beneficia siempre a los pobres y castiga siempre a los ricos. Basta analizar cualquier caso, en cualquier época, en cualquier rubro, en cualquier formato para ver que eso no es cierto, ni en los beneficios, ni en los costos que pagan los ciudadanos. Pero en la instantaneidad -o en la tribuna o la conferencia de prensa - suena sensible, popular y muy adecuado para los oídos de los beneficiados exprés, la prensa y aún para el burócrata que reparte. Claro que es difícil explicar a quienes sufren urgencias o angustias que esos repartos tienen efectos nocivos que los obligarán a seguir mendigando y padeciendo todavía en mayor escala. Escaseces, desmadre de precios relativos, inflación, falta de inversión, endeudamiento, déficit. Como es muy difícil determinar donde se acaban las necesidades imperiosas. Luego de décadas de doctrina y alejamiento de la despreciada cultura del trabajo, todo lo que se puede comprar con dinero es considerado hoy como un derecho vital del que no lo tiene, y como una obligación del estado proveérselo. 

 

Tal promesa nunca se cumple, como sintetizó von Mises en su gran libro La acción humana, concepto negado y demonizado. Una suerte de esclavitud del productor y del generador de empleo, riquezas y bienestar. Porque toda fatal burocracia supone que esa raza seguirá produciendo a cualquier nivel de castigo que se le inflija, o nivel de impuestos, trámites, recargos, prohibiciones, huelgas y ataques a la propiedad. Para darle más tono científico, justamente ese criterio aplica el neomarxismo desde el fracaso de la URSS en adelante: tomar de esclava a la producción hasta desangrarla. Se llama socialismo, democracia cristiana, social democracia, Doctrina Social, foro de Sao Paulo, Patria Grande, kirchnerismo o Pit-Cnt-FA, y otros sinónimos. El resultado es siempre la miseria generalizada. Puede durar un poco más si se parte de una base altamente industrializada y tecnificada o de alguna posición muy fuerte de reservas, pero culmina en guerras, miseria y hambruna casi siempre. Y cuando los burócratas sofisticados que usan algoritmos como la Moderna Teoría Monetaria advierten que la sociedad no se comporta como ellos querían, la dictadura es inevitable, para que se cumplan las ecuaciones, cual modernas Escrituras. 

 

Esa paradoja es similar a la impositiva. Poniéndole impuestos a los ricos y repartiéndolos entre los pobres se solucionan las carencias. ¿Quién puede disputar semejante principio que suena hasta a evangélico? Nadie, ningún político, ni burócrata que, como un CEO cualquiera, obtiene participación en las ganancias. Ni aun la línea latinoamericana de atacar los patrimonios suena a injusto y confiscatorio. Hasta que la riqueza se termina, las necesidades son infinitas y la plata se acaba. Y la miseria es mayor que antes. También fracasó todas las veces que se intentó, no es que a nadie se le ocurrió. Pareciera creerse que “esta vez lo vamos a hacer bien porque sabemos más y tenemos más información”.  Los países ganadores son los que reciben a los que huyen del despojo. Pero a primera vista, luce razonable y de toda justicia, ¿verdad?

 

Los políticos y la política de hoy, las sociedades de hoy, están saturadas de estas paradojas que, a primera vista, parecen lógicas hasta que llega la realidad, la acción humana. Falacias en la que se cree de buena fe o que se predican de mala fe, muy pocas veces por desconocimiento sino por deliberada ignorancia, no por falta de conocimiento o formación, para no ofender.  

 

¿Hay algo más paradojal que la idea de que subsidiando la nafta o el gas se ayuda al público de menores recursos? Además de los miles de beneficiados que no son nada pobres y que gozan del subsidio, el desabastecimiento aparece en minutos, y siempre, sin excepción, daña más a los más necesitados. ¿O alguien encontró ahora un modo diferente y esta vez lo “vamos a hacer bien”? La idea de que la economía es una ciencia exacta o matemática, además de omitir que se trata de una ciencia social, lleva a la creencia de que todo es lograble, todo es conversable, a la conveniente ignorancia vendida por los gobiernos y alegremente comprada por la población que sostiene que el Estado puede satisfacer todas las necesidades con una ley o infinidad de leyes. 

 

Otra aburrida paradoja es el concepto de que un aumento en los precios de materias primas es una bendición para países cuya única estructura productiva son las commodities agropecuarias. Se basa en la idea mágica de que, a una mayor afluencia de dólares, habrá más para repartir, más trabajo, mejor rating crediticio para tomar más deuda, (cuyos intereses pagarán los nietos, o Dios) lo que permitirá hacer feliz a todos, ayudar a la igualdad y jubilar a todo el que quiera. Falso. Primero porque la apreciación inevitable de la moneda local (Dutch Disease, ya comentado) elimina toda exportación y hasta producción de valor agregado, léasex de empleos, con lo que el único empleo es estatal. Eso aumenta el gasto del estado, el costo de los productores por varios efectos, y aumenta los impuestos, porque pasan a ser la única manera de mantener a la población, que terminan cayendo sobre los productores siempre, llámense retenciones, como en Argentina, impuestos a las ganancias inesperadas, ayuda de emergencia o como se le quiera poner. Y luego de esos efectos negativos casi inmediatos, se produce una presión importadora de todo tipo de bienes, un alza del costo de vida en pesos y en dólares y una situación social insostenible e inmanejable. Ya pasó. Siempre. Pero en todos los casos aparece la inmediatez de la sociedad y la de los gobiernos, el oportunismo y la inexorable creencia de que esta vez es distinto porque… y en vez de bajar recargos y abrir ordenadamente la importación que equilibre la economía, se sigue apostando al proteccionismo amigo y rogando que los efectos negativos lleguen tarde o nunca. 

 

Cuando esas materias primas bajan, todo el resto, sueldos, gasto, déficit, impuestos, ya no se pueden bajar. Entonces la espiral negativa es sofocante. Ya pasó. Muchas veces. En todo el mundo. Pero esta vez se supone que el ciclo durará por siempre. Bastaría ver la suerte de los exportadores sólo de commodities en la historia. Por esta razón y por otras que se comentarán, cuando la vicepresidente de Colombia dice que Uruguay tiene los ingresos más altos de la región, no sólo es parcial, sino que es ignorante, y merece el reciente resultado electoral. Los ingresos de la población se miden en poder adquisitivo, no en valores absolutos. Ajustados por productividad, o por Purchasing Power Parity u otro índice similar. Si se hace esa comparación, se verá que Uruguay está en el podio de los países más caros del mundo, con tendencia  a alzar en breve la copa del ganador.

 

No se pueden cambiar las condiciones mundiales de mercados en los que no se influye ni en la demanda ni en la fijación de precios. Pero gobierno, oposición y sociedad pueden tener la precaución de la prudencia. Es lo que solían hacer los países inteligentes, por caso, Chile antes de su reblandecimiento intelectual o Noruega hoy: crear con los excesos de ingresos fondos intocables no usables para ningún gasto, para ser utilizados en el momento de la contramarcha de la realidad. ¿Cómo imaginar que tener tan altos precios sea dañoso?  Enorme paradoja. 

 

Otra paradoja que se repite hasta el aburrimiento se refiere al trabajo, donde aún la extrema izquierda ha decidido despreciar las enseñanzas y teorías del propio Marx. Eso va unido y en el mismo paquete que la reforma de la jubilación, el trabajo en negro, (economía informal bictonera, en términos más modernos), y la desocupación, que crecerá. Además de que el sistema jubilatorio soporta el costo de una enorme cantidad de subsidios, pensiones y seguros que nada tienen que ver con el sistema, cosa que han decidido ignorar todos los opinantes en este tema, se agrega la idea simplista y de manipulación social de la necesidad de aumentar la población para que los jóvenes aporten su limosna obligatoria a un mecanismo que ha muerto hace mucho en el mundo lógico. Se omiten, además, los 18 años de brecha entre hoy y el momento en que supuestamente esos jóvenes participarán del mercado laboral. Pero se omiten muchos otros aspectos. Que el empleo depende de la demanda, y que el país no ha cesado de poner obstáculos a esa demanda. Desde el sabotaje sindical con ciertas huelgas a su creencia de que aumentado la rigidez va a conseguir más empleo, cuando es todo lo contrario. O a la creencia resentida de que eligiendo ciertas víctimas - como serán quienes tengan capital en el exterior - no se va a ahuyentar la limitada y poco demandante de trabajo inversión actual, como ocurrirá con los emprendedores, valiosa inmigración calificada en todo sentido, que huyeron despavoridos de Argentina, por ejemplo, cuando unos delirantes aplicaron gabelas similares con iguales argumentos paradojales. Aumentar la población por cualquier medio supone abrir al extremo las condiciones laborales y aún las cargas impositivas sobre todos los factores económicos. De lo contrario, cualquier aumento de población logrará disminuir aún más la tasa de actividad o participación, sin lograr un crecimiento de la demanda. O sea, incrementar la población y fomentar los nacimientos hoy, es crear más desocupados para mantener con la sensibilidad (y los impuestos de los burócratas) más gasto público que garantiza que no habrá valor agregado alguno que exportar. Una espiral hacia adentro, diría Samuelson, una implosión expulsadora. Todo esto sin considerar que la educación ha sido convenientemente erradicada del firmamento oriental, con lo que si el neogestado pudiese elegir, no nacería en este momento ni lugar. 

 

Además de instantaneidad, facilismo y reparto de golosinas, del que no se conoce ningún caso de éxito, (y menos el de Europa, que se suele usar como contraargumento, un fantasma en agonía colgado del euro, de la irrealidad y de la deuda), el peligro es que, cuando los fatales Ceoburócratas infalibles, cuando ven que no pueden cumplir sus promesas, cuando ven que la sociedad quiere tener el derecho de ejercer su acción humana, deciden extender su control de la economía al control social y adoptar algún grado de dictadura, que conduce a la dictadura final, como lo describió brillantemente Hayek, al no atribuir sólo al comunismo estas paradojas, sino al fascismo y al nazismo. A la izquierda y a la derecha. A cualquiera que sostenga lo que es insostenible. 

 

Para los Ceoburócratas, cabe recordar un cuento que refería hace medio siglo un célebre charlista casi uruguayo, José de Soiza Relly: había una vez un dictador benigno y absoluto que, había comprendido el valor de satisfacer lo que el pueblo demandaba sin nunca decir que no. Aplicaba impuestos, emitía, se endeudaba. Saludaba a la multitud que lo aclamaba desde su alto balcón de su alto palacio de gobierno. Un día se acabó la platita, el ingreso impositivo, el endeudamiento. Desde su alto balcón le dijo a la multitud: “aquí va lo último que tengo para ofreceros” – Y se arrojó sobre la masa de fanáticos. Pero como no era platita, todos se hicieron a un lado.